A Sala Llena

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Que espere Magoya

Que espere Magoya

¡Terrible aventura anoche!

Esta semana fue medio dura. El Toc atacó fuerte, trayendo varias formas de pichiruchi. Angustia, tristeza, ira, fiaca, terror, período… todo el combo. Así que me fue bastante arduo remar la cuestión.

Soy una mujer, como quien dice, de mecanismos sofisticados. El viaje conmigo jamás es aburrido, aunque sí extenuante para el común de los viajeros. Soy de alto mantenimiento y no lo oculto.

Pero la noche de anoche fue más que particular.

Fui para la radio con el Chuchi y no pudimos llegar por el colapso que produjo el paro de bondis, lo que me obligó a salir al aire por teléfono en medio de bocinazos y hordas de peatones. Para rematarla me quedé sin crédito en el celu, porque tengo un teléfono y un plan del 45, así que no tuve otra que abandonar a los muchachos en el piso y resignarme después de haber hablado diez horas sobre Adam West sin saber que se había cortado. Como nos quedamos dividiendo el átomo, tomamos la curva y nos metimos en el Village Recoleta.

Yo estaba bastante chifle, de hecho no puedo terminar de enfatizar lo chifle que estaba. Aun así, con ese panorama, mi media naranja insistió hasta las hemorroides en que eligiera la película. Después de decidir cuál de todas no nos mataría (estaba en Toc modelo Mejor Imposible), me incliné por París puede Esperar (Paris Can Wait, 2016).

Nos sentamos para que arrancara. Algunos trailers de terror mediante, el logo de TELEFE apareció en la pantalla y el bebi, sorprendido, espetó la frase que le acarrearía, por lo menos, cinco “sosunpelotudo” al hilo: “¿¡Qué saqué?!”.

Como yo estaba segura de que si nos quedábamos a ver Solo Se Vive Una Vez (2017) la luz del mundo se apagaría, el Chuchi fue a cambiar las entradas. Cuestión que entramos a París puede Esperar como media hora tarde y demasiado al oscuro. Mi adorado esposo ingresó a lo Batman en una misión a la sala empinada. Yo, con mochila, tacos y balde de pochoclos, traté de seguirle el paso. Como verle el trasero a un desnudo era de fácil predecir lo que sucedió: pisé mal, trabé un taco y me vine, desde el segundo escalón, rodando imparable agarrada del balde de pochoclos. Rodillas, codos, maíces inflados volando a diestra y siniestra, epítetos, algo de llanto y al final quedé colgada del sweater de una pobre mujer, que se estiró como una soga.

Recién en la fila tres pude parar de rodar.

Todo eso y después bancar la película que no es más que una descripción sobrevolada de la relación sin química real y totalmente forzada, entre dos personajes en un viaje en auto. Desmenuzando escenas culinarias, preguntas remanidas y confesiones agarradas de los dientes.

La película es distante y fracasa en su intento de voluptuosidad. No tiene sensualidad real y su humor es algo rancio, desprovisto de vida, de carne verdadera. Diane Lane es hermosa y lo que toca lo convierte en bello, pero no alcanza. El personaje de Alec Baldwin desaparece, se inmola convirtiéndose en una voz en el teléfono, y el francés Arnaud Viard no traspasa la pantalla, no la calienta. La directora elige planos desacertados, la puesta de cámara es pobre y trabaja en contra de todo lo que debe ser tentador, lujurioso, invitante. El subrayado de las citas de cuadros famosos como parte de la narrativa, convierte todo en lo opuesto de la magia. De hecho, la única parte que verdaderamente emociona, es la llegada a París. La ciudad y su encanto rescatan los últimos momentos del film merced a su fabulosa capacidad de hechizo. Lo que confirma que, si hay algo que no debería jamás esperar, y mucho menos aquí, es París.

Como entramos tarde, se nos hizo corta la bocha. Cuando prendieron las luces, me asomé apenas desde mi butaca y pude ver el desparramo que había hecho. El balde estaba lleno y yo había dejado nevada la sala, pletórica de copos blancos. Y como tenía vergüenza dejamos que salieran todos los espectadores y nos quedamos solitos mirando el zafarrancho.

Cuando nos estábamos yendo, entraban a barrer la alfombra. ¡Pobres!

© Laura Dariomerlo, 2017 | @lauradariomerlo

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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