Enri B. es un asíduo lector de nuestro site, hace algunos días nos alcanzó este corto relato con la idea de poder compartirlo con sus colegas lectores de A SALA LLENA.
Spam, Amor y Fantasía
Algunas veces me topo con situaciones tan sorprendentes que pienso que la impresión me va a acompañar siempre. Al tiempo, la normalidad de todos los días va limando la intensidad de la sorpresa y tiendo a pensar que eso no ocurrió nunca y que quizá se trata de un sueño o de un efecto inesperado del stress. Esta vez no se trataba de algo que me hubiera pasado a mí, sino de algo que contó una persona a quien considero muy poco afecta a las ensoñaciones, de modo que le asigno muy alta credibilidad.
Esa mañana, mi prima Sandra me había llamado muy temprano y yo pensé que quería continuar una conversación que habíamos interrumpido unos días antes. Sin embargo, después de saludarme, Sandra me contó que había llegado al trabajo antes que sus compañeros y se había puesto a completar un informe atrasado aprovechando el silencio de la oficina vacía. Cuando revisó el correo, había encontrado un encabezado poco habitual. “Exclusivo para mujeres ABC1”. “¿Te das cuenta primo?”, me dijo, “¡los de computación ya ni saben filtrar el spam, por Dios! ¿para qué les pagan?” El mensaje seguía más o menos así: “Amiga, ésta es una oportunidad para superar la rutina. No tenés por qué iniciar la separación, no tenés que dejar de ver a tu marido ni a tus hijos: vos seguís con tu vida familiar como siempre. Pero cuando sentís que te falta algo, que te gustaría probar algo nuevo, que te abruma la rutina, nos llamás, ‘SIN COMPROMISO’” (“mayúsculas y comillas”, me aclaró, y la imaginé haciendo un arco con el índice y pulgar). “… contamos con una selecta base de datos de hombres de buen nivel cultural, empresarios, dispuestos a pasar un momento amable, ‘generosos’ (la tenés, ¿primo?) …” El mensaje seguía con otras cosas más que no recuerdo, porque cuando me habla Sandra, en general le presto atención al comienzo para entender el tema y después tiendo a distraerme porque no es muy buena para sintetizar, y yo intento por todos los medios concentrarme en lo que estaba haciendo antes de su llamada para ver mis prioridades y decidir cuánto tiempo le dedico. El hecho es que agregó alguna que otra cosa que ya no me impresionó tanto hasta que, finalmente, completó su relato. “Primito, ¿te cuento el cierre del mensaje?”, me preguntó, dando por sentado mi interés. “Somos una agencia seria, nuestra oferta de incorporarte a nuestros listados es por tiempo limitado. Si te interesa, comunicate con nosotros ‘sin cargo’ al celular … o mandá un mensaje a la casilla …”. “Decime primo”, me preguntó Sandra, “¿no había una peli así con Deneuve?”. “Sí, Sandra, creo que sí, ¿no era Belle de Jour?”. “Entonces, primo mío, ¿vos qué opinás? ¿Estos proxenetas 2.0 irían a los ciclos de cine de autor para sacar ideas? ¿O ya serían fanáticos de Buñuel desde antes de iniciar este emprendimiento?” Lo que fuera que yo le contestara a Sandra ya no importaba. La discusión de si la realidad copia al arte o si la moral de los poetas puede equipararse a la del resto de los mortales quedaría postergada para otro momento.