El Original y La Novedad
La nostalgia es un sentimiento muy curioso. Debo reconocer que desde que se estrenó la saga previa a La Guerra de las Galaxias (los Episodios I, II y III), pasando por la cuartas entregas de Duro de Matar, de Indiana Jones y la demorada secuela de Tron, el hecho de que se estrenen secuelas de obras que pertenecen a mi infancia o adolescencia abrigan en mí, una expectativa imprevisible.
Lo que caracteriza a estas obras, es que pasaron entre 10 y 20 años de la última parte, y por lo tanto las generaciones a las que iban dirigidas cambiaron con el correr de los tiempos. Pero, reencontrarse con personajes y actores que uno puso en un pedestal en cierta etapa de su vida, sin una verdadera razón cinematográfica, sino por un amor a primera vista de estos héroes que parecen haber sido creados en otros tiempos, tiempos de esperanza, de creatividad, de imaginación y que se fueron agotando solos, hasta desaparecer.
Y de repente, a alguien se le ocurre la genial idea de llevarlos nuevamente a la pantalla. Obviamente por razones económicas, pero comprendiendo que el negocio de la nostalgia, muchas veces es rendidor. Con La Guerra de las Galaxias, Indiana Jones (los puntos más flojos de estos ejemplos) dio resultado. En cambio (e irónicamente mejores ejemplos) con Duro de Matar y Scream, esto no fue rendidor económicamente hablando. Quizás, todavía son ejemplos demasiado frescos. No se convirtieron en films de culto, y el negocio no funcionó. En cambio, Tron: El Legado, no solamente es una buena película, acorde a los tiempos que corren en cuanto a tecnología se refiere, sino que le fue mejor económicamente hablando que a su predecesora.
Por supuesto, el mejor de todos los ejemplos de reciclaje fue el de Pixar con Toy Story 3. Pero, acá hay otro factor que interviene: la calidad cinematográfica y narrativa de la película. Además, Pixar se ha vuelto una compañía en ascenso desde Toy Story 2. Así que estamos hablando de un proceso natural.
Admito que no me volví fan de Scream al instante. Cuando todos mis compañeros del secundario estaban fascinados con esta serie de películas y los críticos no paraban de tirarle flores a Craven y Kevin Williamson, yo estaba más interesado en lo último de Zemeckis, Scorsese o Spielberg.
La primera película que vi de la saga, fue Scream 2, que sigue siendo hasta la fecha, según mi humilde opinión, la mejor y más entretenida de todas. Realmente hay terror y suspenso. La primera (habiéndola visto más tarde) resultaba ingenua, a comparación. Pero la tercera era realmente floja, y la ausencia de Williamson como firmante del guión, notoria. Se trataba más de una comedia adolescente, que se burlaba de sí misma. Más parecida a una Scary Movie que a la saga original de Craven. De hecho, se parecía más a La Nueva Pesadilla (séptimo film y último en solitario) del Freddy Kruger de Robert Englund.
Han pasado diez años desde entonces (¡increible!) Scream abrió el camino de que reaparecieran todos los asesinos slasher del cine clásico, de series policiales parecidas, de imitaciones aberrantes (la saga de Se lo que Hicieron el Verano Pasado y Leyenda Urbana). Y después vinieron Destino Final, El Juego del Miedo y Hostel, que no llegaban a los talones de las creaciones de Craven y Williamson.
Por su lado, director y guionista se juntaron para la pésima La Marca de la Bestia (Christina Ricci y hombres lobos mucho antes que Crespúsculo) y después desaparecieron sin dejar rastro (Craven hizo la sobrevalorada Vuelo Nocturno y un patético segmento de Paris je Taime, pero nada más). Con los regresos de Raimi, Romero, Argento y Carpente a sus orígenes, el de Craven se hizo esperar.
El año pasado se estrenó en Estados Unidos, My Soul to Take: adolescentes y brujas en medio de los bosques. El film tuvo tan malas críticas y le fue tan mal económicamente (todos la tildaron como lo peor de Craven) que ni siquiera se estrenó en Argentina… en DVD pirata!
Por eso, el regreso o reciclaje de Scream no pintaba bueno. El mismo Craven declaró que no estaba del todo satisfecho con el resultado final. Así que, ¿qué estábamos por ver?
“Hello, Sidney”
Mientras viajaba rumbo a Metrovisión para la función de prensa, traté de imaginar el principio: una o dos adolescentes atractivas en una casa viendo películas de terror, aparece Ghostface la/las mata y aparece el logo de Scream. Por el medio de las letras, vemos el bachillerato de Woodsboro. Y por supuesto, ni bien vi el logo de Dimension, pensé: ahora va a empezar a sonar el teléfono.
A veces, creo que me podría hacer millonario con esto. No hubo un solo elemento que no adivinara. “Esto se está haciendo repetitivo y previsible”, pensé. Pero ojo, justamente de eso se trata el ingenioso guión de Scream 4.
Se lo extrañaba a Kevin Williamson y el guión de esta película demuestra, no solamente que se trata de una persona a la que todavía le quedan ideas, sino que ha madurado, y que usa la “falta de ideas” o la repetición, reciclaje, lo previsible, los códigos de los géneros para reflexionar sobre la situación del género de terror en la actualidad y burlarse de eso.
Scream 4 apunta a los cinéfilos… pero no los de hoy en día, como en principio se creería, sino los de siempre, los que vienen cultivando su mente con los slashers desde los años ’70.
Acá el juego, es la constante autoconciencia de que todos los personajes están dentro de una película de terror. Este leit motiv de la saga original, ahora está explotado al máximo logrando una obra satírica tan poco seria, tan poco solemne, tan poco verosimil que muchos se debaten sino se trata, en realidad, de una película de los Hermanos Wayans. Pero no. Williamson mantiene a los intérpretes originales, la estructura original (todos los personajes lo saben) e introduce adolescentes estúpidos, para burlarse de los adolescentes de antaño.
La clave de la historia está en la primera secuencia: una sucesión de cajas chinas, en donde uno no sabe ya, cuanta ficción hay dentro de la ficción, y los personajes de la ficción dentro de la ficción, cuestionan esta estructura. O sea, la película no puede admitir críticas negativas por ese lado, porque tanto Williamson como Craven lo admiten: la premisa es la falta de ideas del cine de terror. Y para comprobar esto, en un momento dado, se nombran absolutamente todas las remakes que se han hecho de clásicos de terror (incluida Pesadilla en lo Profundo de la Noche, La Última Casa de la Izquierda y el Despertar del Diablo, todas películas de Craven). A medida que avanza la trama esto se vuelve más notorio, la vieja generación (Arquette, Cox y Campbell), va perdiendo protagonismo ante los personajes más jóvenes, pero no se puede superar al modelo original (palabras textuales de Sidney) y Williamson deja en claro, que aunque haya nuevas reglas, nueva tecnología (se jode mucho con el Facebook, el Twitter, las microcámaras, blogs, Internet, etc), ellos provienen de la vieja escuela, y Williamson se ata a las viejas reglas, es fiel a la estructura que él mismo creó hace 16 años atrás.
No hay tanta comedia esta vez, el equilibrio entre humor y suspenso es el adecuado, y todavía existe la tensión original. Como dice un personaje acerca de Stab (la saga de películas sobre Ghostface dentro de Scream, cuya primera entrega supuestamente dirigía Robert Rodríguez), “lo bueno de estas películas es que el asesino es un ser humano”. Y en ese sentido, también esto es lo que hace a Scream difícil de superar. El asesino cambia película a película (más no el disfraz), inclusive dentro de la película misma. Es un whodidit (lo cuál Hitchcock odiaba, a pesar de los múltiples homenajes que acá se le hace con La Ventana Indiscreta y Psicosis), una historia de Agatha Christie mezclada con Scooby Doo. Y esta doble sensación, este doble juego, por un lado descubrir al asesino (siempre va a ser el que menos esperes) y por otro, el perfil más miedoso y espantoso, el gore, es lo que hacía a Scream tan atractiva. Y eso no cambia en la 4, aunque lo importante acá es identificar el juego del asesino y no al asesino en sí.
Cinefilia pura con miles de citas (presten atención al nombre del personaje de Anthony Anderson), aún con sus desniveles interpretativos, lugares comunes y clisés (que los propios personajes admiten que existe), Scream 4 es entretenimiento puro, diversión efímera garantizada, que supera con gran diferencia a la tercera parte, y probablemente, también a la original. Kevin Williamson y Wes Craven en su mejor estado.
Ahora, que vuelva Freddy con Englund.