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CRÍTICAS - CINE

Se Levanta el Viento (Kaze Tachinu)

(Japón, 2013)

Dirección y Guión: Hayao Miyazaki. Elenco: Hideaki Anno, Hidetoshi Nishijima, Miori Takimoto, Masahiko Nishimura, Mansai Nomura, Jun Kunimura, Mirai Shida, Shinobu Ôtake, Morio Kazama, Keiko Takeshita. Producción: Toshio Suzuki. Distribuidora: Independiente. Duración: 126 minutos.

En pos de la construcción metalizada.

En muchos sentidos Se Levanta el Viento (Kaze Tachinu, 2013) es el opus más crepuscular de Hayao Miyazaki, ya no sólo por una suerte de maximización de ese dejo melancólico e introspectivo tan característico del señor, sino también por lo que parece ser una decisión concienzuda de establecer un quiebre con su producción anterior vía una dialéctica de espejos en la que determinados rasgos de su propia persona encuentran su equivalente en la figura de Jirô Horikoshi, el ingeniero aeronáutico responsable de los aviones de combate de vanguardia utilizados por el Imperio de Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Ambos pacifistas y obsesos de las maravillas del aire, la vida creativa ha sido su principal sustento.

Adoptando la forma de una biopic desestructurada y un tanto ambivalente, la historia cubre tres períodos en el derrotero de Horikoshi: su niñez en 1916 y la primera entrevista onírica con Giovanni Battista Caproni, un famoso diseñador de aviones (quien lo incentiva a que supere su miopía reemplazando su deseo de volar con el de imaginar/ concebir aeronaves), sus primeros pasos en la Mitsubishi en 1927 y la colaboración con sus colegas alemanes (así de a poco descubre los detalles del ámbito laboral), y finalmente la relación amorosa que inicia en la década del 30 con Naoko Satomi, una joven enferma de tuberculosis que conoció años atrás (casi en paralelo a la cumbre profesional en tanto autoridad en su rubro).

Indudablemente el director ha optado por la madurez, circunstancia que se condice con un desarrollo aletargado, la ausencia práctica de componentes mágicos y la presencia de un protagonista masculino, tan idealista y abstraído como sus homólogos femeninos pero sin aquella inocencia vinculada al quijotismo de las utopías de la infancia. Hoy Jirô avanza y avanza en sus epopeyas aladas con la plena conciencia de las contradicciones del caso, en especial la confluencia entre la belleza implícita de sus creaciones y el destino que les espera, léase la industria armamentista y la locura genocida. Está clarísimo que para Miyazaki las inquietudes de la adolescencia eclosionan en los sinsabores del devenir adulto.

Ya nada queda del surrealismo despampanante de El Viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no Kamikakushi, 2001) y El Increíble Castillo Vagabundo(Hauru no Ugoku Shiro, 2004), la épica freak símil Porco Rosso (1992) y El Castillo en el Cielo (Tenkû no Shiro Rapyuta, 1986), las alegorías ambientalistas de Mi Vecino Totoro (Tonari no Totoro, 1988) y La Princesa Mononoke (Mononoke-hime, 1997), la candidez sui géneris en sintonía con El Delivery de Kiki (Majo no Takkyûbin, 1989) y Ponyo y el Secreto de la Sirenita (Gake no ue no Ponyo, 2008), o el clasicismo de Nausicaä del Valle del Viento (Kaze no Tani no Naushika, 1984) y El Castillo de Cagliostro (Rupan Sansei: Kariosutoro no Shiro, 1979).

Sin embargo, una de las grandes preocupaciones del septuagenario realizador, la transición del Japón tradicional al moderno, continúa presente en el film gracias al énfasis sobre el carácter vetusto de la idiosincrasia local y los esfuerzos de Horikoshi en pos de afianzar al metal como sustrato principal del fuselaje, en lo podríamos interpretar como una exégesis de lo que ha sido la cultura nipona a posteriori de la invasión norteamericana de la Segunda Guerra Mundial (hablamos de esa antítesis entre un ímpetu fetichista para con los adelantos tecnológicos y una ética antiquísima relacionada con el honor). En este sentido, la frialdad de la primera mitad se contrapone con la calidez y el pesar de la segunda parte del convite.

Quizás sin proponérselo, el cineasta construyó una especie de precuela conceptual de la prodigiosa La Tumba de las Luciérnagas (Hotaru no Haka, 1988), la obra maestra de Isao Takahata, quien hace poco tiempo tuvo un regreso a toda pompa a la escena internacional con la muy interesante El Cuento de la Princesa Kaguya (Kaguyahime no Monogatari, 2013). Aquí Miyazaki no llega al nivel cualitativo de la propuesta de su colega aunque consigue destacarse sin sobresaltos en un contexto contemporáneo eternamente dominado por una animación mainstream paupérrima. Se Levanta el Viento es una hermosa reflexión acerca del amor, las conquistas individuales y sus desfasajes en torno a la praxis comunal…

calificacion_5

Por Emiliano Fernández

 

“El viento vuelve, intentemos vivir.
Abre y cierra mi libro al aire inmenso,
Con las rocas se atreve la ola en polvo.
Volad, volad, páginas deslumbradas.
Olas romped gozosas el tranquilo
Techo donde los foques picotean…”
El Cementerio Marino, Paul Valery (Traducción de Jorge Guillén).

 

Réquiem para un sueño.

Hayao Miyazaki, uno de los más grandes directores de animación, se ha retirado no sin polémica en el pináculo de su carrera con Se Levanta el Viento (Kaze Tachinu, 2013), su undécima película que narra la vida, la imaginación y los sueños de Jirô Horikoshi, un ingeniero y diseñador de aviones japonés que creó el modelo de combate Zero, una nave de caza de largo alcance -rápida y eficaz- construida por la empresa Mitsubishi, dándole a Japón ligereza y velocidad a la hora de realizar ataques sorpresa como el de Pearl Harbor.

A diferencia del resto de su filmografía, Se Levanta el Viento mezcla la fantasía con la biografía y una de sus grandes pasiones, la aviación, pero manteniendo en todo momento el tomo poético que lo caracteriza. La elección de la representación de uno de los constructores de aviones más importantes de Japón es un homenaje a la visión creativa de su país y a los sueños que se hacen realidad a través del trabajo y el esfuerzo, a pesar de los intentos de manipulación de los gobiernos. La extraordinaria y encantadora animación le da vida a una historia construida alrededor de detalles y sueños, pero sin olvidar los momentos significativos de la historia de la aviación local y reconociendo el valor de la cooperación internacional.

Desde el devastador terremoto de Kanto, que destruyó varias ciudades (Tokio y Yokohama, entre las más importantes) y dejó más de cien mil muertos, hasta la finalización de la construcción del prototipo del modelo A5M y A6M Zero de combate, la película recorre a través de la imaginación de Jirô una vida cruzada por la historia de la aviación y sus sueños de conquistar los cielos, siempre con la terrible amenaza de la guerra en el horizonte. La cita poética existencialista de Paul Valery en el comienzo de la película da cuenta de la búsqueda detrás de toda la carrera cinematográfica de Miyazaki. “Se levanta el viento, debemos intentar vivir” no solo remite a la guerra que se avecina y a la necesidad de sobrevivir a pesar de las ráfagas, sino que nos refiere a una confrontación profunda entre el cuerpo y el pensamiento, y a la imposibilidad de subsanar esa paradoja. Debemos intentar vivir: la elección vital es -por lo tanto- la necesidad de la creación poética que obsesionó a Miyazaki durante toda su obra.

Se Levanta el Viento debe ser comprendida no solo como la culminación de una filmografía o como parte de un proceso mágico surgido de la imaginación, sino como un legado cultural poietico. Ni el nacionalismo belicoso ni la apropiación de la creación por las carreras armamentistas deben opacar o destruir los sueños y la imaginación. Que su obra se abra y se cierre al aire inmenso, que las imágenes poéticas naveguen a poniente en la búsqueda de la belleza. No abandonemos estás páginas…

calificacion_5

Por Martín Chiavarino

 

El señor de los cielos.

El influjo permeable de Hayao Miyazaki es célebre por conjugar melodramas infantiles con concientización madura por medio de aventuras simbólicas y fantásticas. Los estratos de su impronta acuden a la ética ecologista, el desacuerdo bélico y la defensa feminista, además de afianzar la técnica animada arcaica que se posiciona indistinta al mercado digital y los intereses comerciales. Luego de repartirse autorías junto a Isao Takahata durante añares al frente de los míticos estudios Ghibli, Miyazaki comunica su retiro del negocio fílmico con Se Levanta el Viento, donde opta por entregarnos un relato adulto de apertura general que repasa ciertos aspectos autobiográficos a través de una figura histórica real y sin olvidar su imaginario tradicional.

Jirô Horikoshi es un apasionado ingeniero de la aeronáutica que, incapacitado para volverse un piloto debido a su visión reducida, ambiciona con modelar aviones resistentes para el transporte público; pero la trastienda bélica palpitante en Japón, previa a la Segunda Guerra Mundial, lo condiciona a desarrollar naves de combate para la fuerza aérea japonesa que logren resistir el ataque enemigo. La devoción de Jirô puesta en su disciplina es atravesada por un romance incidental con una joven artista a la que conoce durante el terremoto de Kanto y con quien mantendrá una relación a distancia pero apasionada. Entre influencias ensoñadas y conflictos técnicos, Jirô insiste con alcanzar el prototipo idealizado para Mitsubishi sin abandonar sus principios pacifistas.

Aunque se trate de una biopic ficcionalizada, el sello de Miyazaki se divisa en todo momento, como el recurso de la metáfora fantaseada en cada uno de los encuentros que Jirô mantiene con el genio diseñador Giovanni Battista Caproni o el desconcierto de personajes entrañables frente a tragedias naturales, como la secuencia del terremoto; aunque Se Levanta el Viento está lejos de unos trazos ilusorios a lo Porco Rosso. La historia, por su parte, no profundiza en los sucesos del período y prefiere atestiguar la contienda social desde la inocencia del siempre correcto Jirô, como cuando le toca razonar sobre la malaria económica del país o los intereses armamentísticos de sus superiores.

Anunciada como la despedida oficial de Miyazaki dentro del rubro cinematográfico para volver a concentrarse en los mangas que lo iniciaron, podemos asegurar que Se Levanta el Viento reafirma el convenio estilístico del autor con la animación clasicista. Así lo demuestra la poética melancólica de los escenarios, acompañada por las dulces composiciones de Joe Hisaishi. Incluso la simpleza del contenido invita a encandilarse con personajes entradores gracias a un realismo atractivo en los paisajes y en las secuencias más comprometidas. Su cordial desenlace lo convierte en el cierre espléndido para coronar el legado intachable de un artista monumental.

calificacion_5

Por Enrique D. Fernández

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