A Sala Llena

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Sin balances, ni conclusiones.

Sin balances, ni conclusiones.

No soy de esas personas que
hacen un balance de fin de año. En general, si todavía estoy viva y sana y los
que amo también, todo lo demás, después de alguna que otra meditación al
respecto, me importa poco. No quiero decir con esto que no le meta pasión a lo
que hago, todo lo contrario. Pero, con el tiempo, he aprendido a poner ciertas
cosas en perspectiva para mi buena suerte. Es por eso, que en este final de
2013, no voy a sacar conclusión alguna, salvo tal vez, que fue un gran año para
mí, con respecto al cine. Este año se estrenaron pelis que jamás olvidaré. Si
tengo que hacer una especie de Top Five diría:
Django sin Cadenas, El Hombre de Acero,
Rush, Titanes del Pacífico y En otro País.
El orden no es necesariamente de
mayor a menor gusto, porque disfruté todas con devoción absoluta. Y estoy
segura, que todas serían parte de las películas que me llevaría a una isla
desierta, si alguien acaso me lo preguntara.  Todos esos títulos, me han marcado para
siempre.



Las personas suelen hacer
propósitos de Año Nuevo y, con total honestidad,  digo esto sin voluntad de llevar la contra:
yo jamás lo hago.  No es porque me
parezca absurdo, ni nada por el estilo. Es solo que no me gusta hacer
demasiados planes porque se desata dentro de mí una ansiedad feroz. Yo prefiero,
bajar el copete y ponerme en movimiento”
y confiar en que la vida traerá cosas buenas. Aun así, hay ciertos rituales
a los que no escapo.  Y eso se debe, más
que nada, a que soy una fanática de crear tradiciones para mi familia. Como en
mi casa somos una familia de seis: Mi Chuchi, yo y los cuatro gatos, yo estoy a
cargo de generar tradiciones que, me gusta pensar, durarán toda nuestra vida. Para
Navidad me gusta comprar macarons colorados y verdes. Me gusta armar el
arbolito el 8 de diciembre sin falta y me esfuerzo en decorar la casa con miles
de chucherías coloridas, y muñecos y cosas… Me gusta hacer y recibir regalos, y
atiborrarme de comida, cosa que en general, me cuesta algunos trastornos
digestivos.  Mi madre siempre me deja una
bombacha rosa en el árbol y es esa bombacha, la que usaré indefectiblemente en
la noche de Año Nuevo.

Para el Año Nuevo,  me como 12 pasas de uva a las 12,  y me tomo todo lo que haya en mi copa en ese
momento. Generalmente visto ropa clara y me esmero bastante, me pongo todo lo
linda que puedo. Me perfumo,  me maquillo
un poco y trato de que mi ánimo reluzca festivo. Hago siempre lo mismo, pero
cada año de maneras diferentes. De esa forma, el ritual es el ritual, pero
jamás es maquinal.

De la misma manera, hay
rituales cinematográficos propios de esta época del año. A mí, particularmente,
me gusta sentarme a ver películas grandilocuentes, bien rimbombantes. Es como
si despidiera el año con una especie de “in crescendo” emocional fílmico, que
termina con el año bien arriba y con toda la orquesta sentimental comprometida.

Por estos días me da, por
ejemplo, por cintas como: Espartaco,
Ben-Hur, Una Aventura Extraordinaria, Pequeño Buda, Alexander, Romeo y Julieta,
Amadeus, Borsalino y Compañía, Los Unos y Los Otros,
y títulos por el
estilo… El año termina de esa manera, reventando a todo lo que da. Con un final
apoteótico, pleno de emociones indomables, ruidos, sinfonías, algarabía,
melancolía y euforia. Y bué, es una manera… Hay muchas otras jejeje.

Por supuesto, no podemos
negar que hay películas típicas de Año Nuevo. Son más difíciles de reconocer
que las de Navidad, pero están ahí, para que hagamos con ellas un banquete. Así,
aparecen títulos como Año Nuevo
(obviamente), Cuando Harry Conoció a Sally, La Casa del Lago, Boogie Nights, La
Aventura del Poseidón, África Mía, El Diario de Bridget Jones, De Mendigo a
Millonario,  El Padrino II
(si andan
de ese humor jejeje)  o  Sex
and the City
(la primera, que no fue tan bodrio como la segunda).  Días Extraños, Piso de Soltero, El Gran Salto y,
por supuesto y más que nada, Sunset
Boulevard.
Todos estos títulos y, seguramente, un millón más, están atados
a estas celebraciones. Así que, podemos elegirlos tranquilos y acovacharnos a
verlos, mientras esperamos que llegue el Año Nuevo y despedimos al que se está
yendo.

¿Han tenido esa hermosa
sensación mientras ven una película, en la que parece que el tiempo queda
congelado? De alguna manera, esa noción se contrapone con la celebración que
hoy nos convoca, pero creo que sea acaso, lo que amalgama al final todo el
asunto. Después de todo, hablamos siempre de tiempo.

Se va el 2013 y le damos las
gracias por habernos tenido dentro y por habernos regalado más vida. Y llega el
2014. Como dijo Mafalda, nadie lo ha visto, así que no es seguro que exista.
Pero lo esperamos con nuestros brazos abiertos y le pedimos que sea bueno, que
sea generoso, que sea maravilloso con nosotros. Que traiga buena salud, que
traiga vida, que traiga amor, que traiga trabajo del que nos gusta, que traiga
pasión, que traiga amigos, que traiga alegría, que traiga esperanza y que
traiga cine, mucho cine… Que venga con confianza y se nos regale con luz en los
ojitos.

Y desde acá: ¡FELIZ AÑO
NUEVO PARA TODOS!

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