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CRÍTICAS - CINE

Sinsajo – Parte 1, según Martín Chiavarino

La política como espectáculo.

La construcción de una figura política es un catalizador de ideas que en algunas oportunidades representa el surgimiento de un líder que promueve o logra incentivar ciertos conceptos para mejorar la vida de los pueblos, apuntalando una democracia participativa y una independencia económica, pero en muchos casos actuales suele ser una forma de engañar a las mayorías para aceptar políticas que las perjudican de forma directa. Los mecanismos de la sociedad del espectáculo y un nihilismo mal entendido que promueve el abandono de los valores éticos en pos del hedonismo son el eje de esta nueva cultura política que presenta a los candidatos a cargos públicos como productos dentro de un mercado en lugar de como líderes dentro de una sociedad.

La tercera entrega de la saga de Los Juegos del Hambre, basada en los libros de Suzanne Collins, retoma la historia de la ganadora de la última edición de esta mortal competición, Katniss Everdeen, sobreviviente junto a su compañero, Peeta, de un espectáculo de aniquilamiento para el entretenimiento pasivo de las masas en una sociedad futurista, en la que la capital de una nación vive en la opulencia mientras que los distritos suburbanos deben trabajar para mantenerlo y sobrevivir a una oprobiosa miseria.

Sinsajo – Parte 1 es lo que se denomina una propuesta de transición que narra la construcción de Katniss como símbolo de la rebelión, obligando de esta manera al guión a buscar herramientas sutiles de las que la historia original carece, y es allí donde surgen los problemas argumentales. En la primera parte de Los Juegos del Hambre, el contexto distópico había sido definido y recreado para construir una historia interesante que respetaba las estructuras predeterminadas de este particular género, sin agregarle nada nuevo pero combinando elementos de varias narraciones como el film Battle Royale, la extraordinaria novela de George Orwell, 1984, la novela de Stephen King, The Running Man, y el mito griego de Teseo y el Minotauro, entre otros. El resultado de esta combinación era una interesante adaptación de un best seller que presentaba el ascenso de una figura rebelde protagonizada por Jennifer Lawrence (Everdeen), secundada por Donald Sutherland como el presidente Snow, Woody Harrelson como el ebrio y cínico entrenador de Katniss, y Stanley Tucci como el presentador del programa televisivo de Los Juegos del Hambre, quienes agregaban experiencia y solidez en la construcción de los personajes. En la tercera parte, el guión fuerza la aparición de estos secundarios, incluyendo nuevamente al fallecido Philip Seymour Hoffman, protagonista de la segunda parte, e introduciendo a una sobria Julianne Moore como la presidente del Distrito 13, pero sin darles un verdadero propósito; solo destacándose una vez más la figura perversa del presidente Snow en su búsqueda implacable de imponer el orden en los distritos sublevados.

A pesar de todo esto, como producto adolescente, Los Juegos del Hambre continúa manteniendo un nivel bastante más alto que la mayoría de las películas de este género tan particular como insípido, e introduce subrepticiamente -casi sin proponérselo- algunas ideas sobre la política y los medios que ponen en jaque los mecanismos discursivos de la manipulación de la sociedad del espectáculo. Desgraciadamente, lo que podría haber sido una oportunidad para desarrollar una sólida historia de ciencia ficción queda en una anodina transición a la espera de la cuarta parte.

calificacion_2

Por Martín Chiavarino

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