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FESTIVALES

#SITGES2024 | La sustancia

THE PERFECT DRUG

Unas notas sobre La sustancia y el arte como simulacro 

 

Mucho se ha polemizado sobre La sustancia, la multipremiada película de Coralie Fargeat que está arrasando en cada festival que se presenta. Al respecto, huelga decir que es un film susceptible a las intertextualidades, y esta maleabilidad es algo que la crítica disfruta. Lo cierto es que, más allá de abrir la puerta a juegos interpretativos, la espectacularidad de su puesta resulta sorprendentemente hipnótica a tal punto de dejarnos visiblemente conmovidos frente a una fábula revisitada cientos de veces: la búsqueda de la juventud eterna. 

Elizabeth Sparkle (Demi Moore), una celebridad del fitness en decadencia, parece haber encontrado la solución a sus problemas cuando descubre La Sustancia. Este es un producto aparentemente milagroso, que le permitirá crear una doble. Más exactamente, una fresca y mejorada versión de sí misma: más joven, más hermosa, más perfecta. 

A propósito, desde la Antigüedad el acto de mirarse al espejo representa socialmente la soberbia, la lujuria y el engaño. Ovidio en su Metamorfosis describe a Narciso como un joven que, gobernado por la vanidad, no puede enamorarse de nadie. Tras una cacería, ve su propio rostro reflejado en aguas cristalinas y siente amor por primera y única vez en su vida. Al respecto, Moore se muestra brillante en un papel que exige leerse en clave de autoparodia. Como trataremos más adelante, Elizabeth es herida en su ego por la fuerza masculina (encarnado por Dennis Quaid), que es, a fin de cuentas, quien sigue estableciendo las reglas del mundo. Sin embargo, es preciso aclarar que el film no intenta victimizar al personaje de un modo inocente: Elizabeth podría optar por salir del encorsetamiento que el guión le propone, pero prefiere no hacerlo. Visto así, no es solo el patriarcado quien no le permite deconstruirse, es también su propio narcisismo.

 

Espejito, espejito 

“El espejo es el verdadero culo del diablo”, rezaba un popular adagio medieval, y a Elizabeth Sparkle esta frase se le hace carne: todo su hogar se construye (como la célebre Lilith) a partir de los reflejos. El espejo resulta ser el espacio privilegiado de la pulsión escópica en un doble rol ser visto/ver. 

El espejo, los cuadros, lo reflejo/reflejado moldean un mapa significante para Elisabeth, que, como la reina del cuento de Blancanieves, interpela su Yo y el deseo masculino frente al devenir del tiempo. 

Todas las transformaciones del cuerpo son escrutadas frente al espejo como testigo infame de una metamorfosis grotesca. Elisabeth se convierte en Sue (Margaret Qualley) y de manera dialéctica, Sue se convierte en Elizabeth porque, como reza La Sustancia, “ambas son una”. Esta relación de lo doble varía en sumisión/dominación, al punto que las trayectorias confluirán tarde o temprano. 

Los espejos y reflejos delimitan, asimismo, territorios que se van diferenciando a lo largo de la película. Por un lado, el espacio público, invadido por el male gaze, cuya reina indiscutible es Sue. Fargeat hiperboliza este recurso con el fin de ridiculizar esta mirada de la industria sobre el cuerpo femenino, al que solo valora por sus labios jugosos y su culo firme. En oposición, el espacio de Elizabeth cada vez se vuelve más reducido y opaco. Es el ámbito doméstico: el sillón para ver televisión, la cocina y el baño, pero también es ese lugar siniestro, en el sentido literal del término y en donde abreva “todo aquello que deba permanecer oculto”. En un juego con su apellido “Sparkle”, que significa “chispa”, la existencia de Elizabeth se va apagando hasta extinguirse en la pantalla. En oposición, Sue que no tiene apellido, pues su origen es mítico (¿La sustancia es magia? ¿Es ciencia? ¿Es Ubik?), se mantiene en un eterno presente, vívido, colorido y siempre feliz. 

Justamente en ese contraste emerge uno de los aspectos más interesantes de La sustancia, y es esa composición visual que nos remite al cine de Stanley Kubrick. Es Benjamin Kracun (Promising Young Woman), quien construye ese espacio de neón y colores impactantes que rodean a Sue. La película juega con una paleta de colores saturados que recuerda a las películas como Suspiria, de Dario Argento, o El resplandor, de Kubrick, cuyo efecto es el de construir un mundo saturado y artificialmente pesadillesco. 

Los planos vibrantes sobre el cuerpo de Sue, en contraste con los modos para retratar a Elizabeth, demuestran el disciplinamiento de las miradas: nadie quiere ver un cuerpo viejo/un cuerpo viejo no quiere ser visto por nadie. Esta letanía se comprueba en varias ocasiones durante el film. De hecho, su desvinculación del show tiene que ver con esta argumentación. Otro momento emblemático para abordar esta cuestión es cuando ella decide invitar a salir a un ex- compañero de escuela y, al verse en el espejo, se retracta y decide recluirse. 

En estos gestos pueden leerse elementos de un nuevo modelo de control para disciplinar y coaccionar los comportamientos de las mujeres. Como señala Paul B. Preciado, desde el siglo XX existe un modelo de control que opera invisible desde el interior mismo de los cuerpos, llegando a modificar directamente la composición química del individuo. A esto lo llama “farmacopornografía”, ya que combina, por un lado, la subordinación de los cuerpos a meras mercancías sexuales con los avances científicos para llevar a cabo la máxima rentabilidad de estos. 

Desde esta perspectiva puede entenderse cómo se llega a una alienación total de los sujetos en donde el deseo de cumplir con las expectativas de un Otro nos lleva a la deshumanización absoluta. 

 

Simpatía por el diablo 

El pacto fáustico trata de una historia muy difundida en la civilización occidental, que ha dado lugar a mucho material artístico de distinta índole. La sustancia actualiza este tropo de la mano de la ciencia. Si La muerte le sienta bien mostraba con un humor hilarante en el pacto con el Mal para la eterna juventud, la película de Fargeat sostendrá un registro de body horror más estilizado y multidimensional. La directora elige el cine de David Cronenberg y se inscribe particularmente en películas como Rabid, Videodrome, La mosca, Crash y Crímenes del futuro, donde el cuerpo se convierte en un soporte en el cual se manifiestan los miedos y obsesiones de la sociedad. Al igual que en El retrato de Dorian Grey, La sustancia se vale de un lienzo -en este caso, la carne misma- como territorio de disputa y exploración. 

La ansiedad juvenil por triunfar en el mundo sobrepasa el miedo a la soledad y la angustia por la identidad. 

El cuerpo es perforado, mutilado en pos de la violencia simbólica y real de una sociedad que fabrica indistintamente hombres elefantes, cucarachas o modernos Prometeos. 

(Reino Unido, Estados Unidos, Francia, 2024)cine

Guion y dirección: Coralie Fargeat. Elenco: Demi Moore, Margaret Qualley, Dennis Quaid, Hugo Diego García. Producción: Tim Bevan, Coralie Fargeat, Eric Fellner. Distribuidora: BF París. Duración: 140 minutos.

1 comentario en “#SITGES2024 | La sustancia”

  1. Enfermita. Fui a verla porque vi las 4 estrellas y fue literalmente lo peor que vi en mi vida. La gente se iba a antes. Los que nos quedábamos salimos perturbados. Ni siquiera califica como película. Es porno tortura durante toda la última hora. Es increíble lo dañada que tener la psiquis para considerar esto una película. Es una atrocidad solo concebible en estos tiempos. Increíble que te dejen publicar en un medio así. Nadie la debe haber visto

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