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CRÍTICAS - CINE

S.O.S. Familia en Apuros (Parental Guidance)

(Estados Unidos, 2012)

Dirección: Andy Fickman. Guión: Lisa Addario y Joe Syracuse. Elenco: Billy Crystal, Bette Midler, Marisa Tomei, Tom Everett Scott, Bailee Madison, Joshua Rush, Kyle Harrison Breitkopf. Producción: Billy Crystal, Peter Chemin y Samantha Sprecher. Distribuidora: Fox. Duración: 104 Minutos.

Chistes para abuelos.

Es una verdadera lástima que en una industria que ha tenido grandes nombres con obras particularmente maravillosas del género comedia familiar, como Steven Spielberg, Joe Dante, Richard Donner y el primer Rob Reiner, se sigan realizando películas tan poco inspiradas como S.O.S. Familia en Apuros. Esta nueva obra del inoperante Andy Fickman reafirma no solo la falta de ideas y la repetición de fórmulas de la industria a la hora de crear películas que puedan ver padres e hijos –y abuelos–, sino también el desconocimiento respecto del mundo infantil, para caer así en retratos pueriles, banalizando la inteligencia de los menores y estupidizando el mundo adulto hasta llegar a puntos tan ridículos que resultan inverosímiles y carentes de todo tipo de humor. Ya no se trata de una crítica a los padres contemporáneos ni al recambio generacional, sino un insulto a la credibilidad del espectador.

Esta vez, el chiste está en mostrar a dos abuelos que tratan de combatir la edad demostrando que siguen siendo hábiles en sus trabajos, teniendo que cuidar a tres chicos demasiado mimados y cuidados por sus padres muy modernos que viven en una “casa inteligente” que hace todo, y además asisten a clases “especiales” para destacarse y mejorar sus destrezas mediante una educación basada en la psicología inversa. Si bien este planteo parece demasiado trillado, la trama va cayendo de mal en peor, cuando aparecen previsibles chistes escatológicos, xenofóbicos –tomando como punto al dueño de un restaurante asiático– y gags de la década del ’30 que hoy en día ya no causan gracia. Si esta comedia que, por supuesto, viene con moralina conciliadora -cumplir los sueños, ser uno mismo, etc-, es sobre explicada, discursiva y obvia, sale mínimamente adelante es por obra y gracia de la pareja protagónica: Billy Crystal y la admirable Bette Midler.

No esperen que ninguno de los dos interpreten personajes muy distintos a los que ya hicieron en las decenas de comedias que se acumulan en las bateas de los dvd clubs; sin embargo, juntos conforman una pareja simpática, y la química entre ambos se consigue a los pocos minutos de comenzado el film. No obstante, ninguno de los dos está en su mejor estado. Crystal ha dado mejores interpretaciones, con chistes más ingeniosos, mientras que Midler -artista más completa, talentosa, graciosa y versátil que su compañero- hace lo que puede con un personaje tan estereotipado. La protagonista de “La rosa” sigue siendo una belleza, y su honestidad compra a cualquier espectador escéptico de este tipo de comedia. Solo tres escenas en las que la actriz demuestra sus dotes como cantante alcanzan para robar unas sonrisas entre tanto humor insoportablemente estúpido. Por otro lado, la película cae en tantos lugares comunes que se vuelve un tedio, además de una apología a la imbecilidad y a la ausencia de recursos narrativos. Aunque no recurre del todo a golpes bajos, los momentos sentimentaloides son patéticos por culpa de una puesta en escena que pretende causar efecto lacrimógeno apoyándose en una banda sonora redundante que manipula e incrementa la emoción en forma forzada.

Por otro lado, los actores infantiles están completamente sobreactuados y tampoco logran conmover o caer simpáticos. Ni hablar de la forma en que Marisa Tomei se sigue ridiculizando, con su rol de adulta aniñada, que parece haber olvidado las magníficas interpretaciones que consiguió en los últimos años con El LuchadorAntes que el Diablo Sepa que estás Muerto. Esta no es una película ni para chicos ni para padres, sino para abuelos que no conocen el lenguaje infantil y caen en los mismos prejuicios que los realizadores de la película cuando llevan a sus nietos a ver obras tan retrógradas como S.O.S Familia en Apuros. Andy Fickman necesita recibir en forma urgente un DG: “Director Guidance”.

calificacion_2

Por Rodolfo Weisskirch

 

Pequeña reivindicación de un género olvidado.

Tuve que juntar coraje para escribir esta crítica. Antes de verla leí una serie de reseñas a este filme, casi todas negativas y en algunos casos -como el del colega y amigo Rodolfo que escribe aquí mismo- que la definen como “una apología de la estupidez”, entre otros agravios. Debo confesar que acudí a esta proyección escéptico, esperando algo tonto y carente de gracia. Mi primera sorpresa fue encontrarme con una película que no era tan mala como esperaba. Cuando llegó el final, entre emocionado y conforme, me asustó la idea de tener que ser sincero y contarle a todo el mundo por qué este filme me había parecido más que bueno.

El principal motivo que me atrajo y agradó de esta simple comedia fue su sinceridad desde dos frentes muy claros: en primer lugar, el hecho de que la situación que convoca a abuelos y nietos es abiertamente la menos esperada por todos. Los padres no quieren que sus abuelos los cuiden, los abuelos no quieren cuidar a sus nietos y los niños tampoco tienen el mínimo interés en que esto suceda. Los niños, extremadamente sobreprotegidos, viven en una casa inteligente que hace la mitad de las cosas por ellos y esta es una de las razones de que no puedan recibir un “no” como respuesta -tal es la la manera en que los padres han elegido criarlos, dándoles en cada situación la posibilidad del libre albedrío y de expresarse-. Sus abuelos, por otro lado, no se sienten demasiado cómodos ni con esa filosofía (que irán descubriendo a lo largo del metraje, posibilitando las situaciones cómicas) ni tampoco con el hecho de pasar tiempo con unos nietos a los que apenas conocen a pesar de que la mayor tiene 12 años.

El otro frente por el que discurre el filme está en la crítica permanente (más allá de que se exprese de forma algo torpe y con exabruptos por parte de sus protagonistas) a este tipo de pedagogía extrema en la libertad que propone para los niños y al mismo tiempo borrosa en la disposición de límites. Estos chicos no solamente no pueden ser regañados, no pueden comer azúcar y acuden a clases especiales, sino que son apañados aun en los caprichos menos respetables. Y el guión de Lisa Addario y Jon Syracuse se encarga constantemente de burlarse de esos métodos. Ese choque constante entre la educación moderna de libros y cursos encarnada por los padres (Marisa Tomei y Tom Everett Scott) y la de la vieja escuela aprendida con la experiencia, de los abuelos (Crystal y Bette Midler) se vuelve crítica ácida hasta cuando los chistes se vuelven más obvios y menos ingeniosos.

Las actuaciones probablemente sean el punto más alto de esta película, comenzando por los pequeños Kyle Harrison Breitkopf (Barker, el más pequeño y mimado, pero también sagaz y simpático, y de seguro con gran futuro en la industria), Bailee Madison (Harper, la más grande, de unos doce, obsesionada con su estudio de violín y llegando a la primera adolescencia) y Joshua Rush (Turner, el del papel más complicado, ya que debe interpretar a un niño con dificultades en el habla). La pareja protagónica compuesta por Midler y Crystal probablemente haya tenido mejores momentos, pero su química está intacta y logran destilarla en la mayoría de las escenas sin dificultades. Crystal es el protagonista de los diálogos más graciosos, imprimiéndole a su personaje el ingenio experimentado de un hombre con décadas de comedia encima. Marisa Tomei, por su parte, compone a una aniñada madre, con cierto resentimiento hacia sus padres y un incontrolable apego a sus hijos que no le permite separarse ni siquiera cuando todo está listo para que así sea. Su personaje, si bien lejos de papeles serios como los que ha hecho con Sydney Lumet o Darren Aronofsky, está bien compuesto dentro del papel que le toca en suerte y de verdad logra reflejar esa necesidad de cercanía con sus niños y esa desilusión que perdura para con su propio padre.

La película, curiosamente, tiene muchísimos puntos en común con Las Curvas de la Vida, aquel filme protagonizado por Clint Eastwood y dirigido por su amigo Robert Lorenz, en donde la trama giraba en torno a la relación entre el viejo cascarrabias y su hija dolida por haber sido semi abandonada por él cuando era pequeña. Acá tenemos el conflicto familiar entre padre e hija, la figura del béisbol (el personaje de Crystal es relator, los niños lo juegan e incluso el personaje de Tomei solía jugarlo de pequeña y llevar las estadísticas, tal como el de Amy Adams en el otro filme) y la búsqueda de comicidad a partir de la vejez de sus personajes. Y es precisamente en la comparación con este filme en donde SOS: Familia en Apuros se engrandece. Porque allí donde el film de Lorenz resolvía los conflictos con pases de magia, vueltas inesperadas y reacciones que no existen salvo en las películas (redondeando un final feliz al mejor estilo telefilm de sábado a la tarde en donde todos los malos pierden, todos los inexpertos aprenden y todos los buenos ganan todo lo que pueden ganar), este filme de Andy Fickman se da el lujo de proponer salidas más verosímiles a cada problema sin destruir el desarrollo de sus personajes y sin atentar contra la credibilidad del espectador. Aún así no permite que su película familiar termine sin su final feliz. Lo más respetable de todo es que al manejarse en un terreno más libre como el de la comedia, a Fickman no le hace falta -teóricamente- esforzarse por mantener un verosímil demasiado cerrado (como sí debería haber hecho Lorenz en su drama) y sin embargo lo hace. Y es por eso que SOS: Familia en Apuros termina siendo un filme más honesto y menos tontuelo que Las Curvas de la Vida, de por sí con más pergaminos y con más responsabilidades que esta comedia.

Este filme de Andy Fickman (responsable de Entrenando a Papá y La Montaña Embrujada) no es una maravilla: es el cuento clásico de la familia que aprende a quererse a pesar de las dificultades. Es verdad que tiene muchas falencias (escenas sin demasiado sentido en el contexto del filme, algunos chistes viejos, escatológicos o poco inspirados, secuencias con poco sentido -¿por qué patear una lata para enseñarle a los niños a pasar tiempo en el jardín y hacer deporte si uno de ellos juega al béisbol?- y alguna que otra exageración sobre el final), pero logra sin embargo un filme solvente en su crítica y en su emoción, con actuaciones correctas y con alguna que otra risa que vale la pena y que lo hacen ver muy bien dentro de un género prácticamente olvidado como lo es el de la comedia para toda la familia.

calificacion_4

Por Juan Ferré

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