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CRÍTICAS - CINE

Stella

Stella (Idem, Francia, 2008)

Dirección y Guión: Sylvie Verheyde. Productor: Bruno Berthemy. Elenco: Léora Barbara, Mélissa Rodrigués, Laetita Guerard, Karole Rocher, Benjamin Biolay, Guillaume Depardieu. Distribuidora: Primer Plano Film Group. Duración: 103 minutos

La difícil transición de la infancia a la adolescencia se hace aún más compleja para Stella (en una interpretación impecable de Léora Barbara), quien vive junto a sus padres en la misma casa que oficia de bar y hotelucho en donde pernoctan ebrios, hombres desocupados y otros que viven de la ayuda social del estado. En ese ambiente a veces hostil y casi siempre incomprensivo, la niña debe rebuscárselas para salir adelante y abrirse camino sola.

El film está basado en la propia experiencia de su directora, Sylvie Verheyde, quien relata de un modo profundo y crudo la búsqueda en soledad de una adolescente que sufre la discriminación de sus pares por su baja condición social. La niña deberá arreglárselas para ser aceptada, para aprobar las materias del colegio de ricos en un ambiente al que no pertenece, y para superar las angustias que causan el crecimiento emocional, los desafíos, y hasta el primer amor.

A través de un relato rico, los personajes que componen Stella –entre los que se destacan el fallecido Guillaume Depardieu y Melissa Rodrigues, esta última en el papel de la amiga argentina de la protagonista- son un claro ejemplo del mundo al que deberá enfrentar Stella: las diferentes personalidades, los intereses, la honestidad y deshonestidad, y hasta los más bajos deseos. Las valiosas actuaciones construyen un mundo complicado que, aunque por momentos pareciera no permitir una salida favorable a la protagonista, muestra que el esfuerzo tiene sus frutos. En este caso, la oportunidad es única y Stella sabrá aprovecharla. El ritmo, a su vez pausado pero en su justa medida, marca in crescendo cada vivencia de la niña y su lenta pero segura maduración. Los planos son precisos; la directora hace un correcto uso de un lenguaje que le permite realzar detalles y construir significados, llevando a los espectadores a ver más allá de lo que muestran las escenas. Asimismo, Verheyde deja libertad para la propia interpretación.

Stella es realista, crudo, penetrante; es una realidad que moviliza a la vez que plantea la necesidad de analizar a fondo el papel de la escuela y del hogar como células fundamentales que deben trabajar de manera indisociada en la educación íntegra de los jóvenes y en su contención.


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Crítica previamente publicada con motivo de exhibición en ciclo “Les Avant Premieres”.

Stella tiene 11 años y entra en una prestigiosa escuela parisina. Su relación con el resto de la clase no es buena. Stella vivió todas su vida en un bar de alcohólicos y pandilleros. Sus padres tienen una relación distante, nunca le ponen obligaciones ni límites porque se dedican más a atender clientes que a criarlas, por lo que ella tuvo siempre que defenderse sola en la vida, inspirada por hombres rudos y borrachos. Pero los chicos de su clase vienen la mayoría de familias aristocráticas y finas. Ella no se lleva con este tipo de vida. No presta atención en clase, no le gusta estudiar y sus notas son deficientes hasta que conoce a Gladys, la representante de los alumnos, la mejor de la clase. Ella es inmigrante argentina, y se supone (porque nunca lo dicen) que los padres llegaron a Francia, escapando de la dictadura, ya que, aunque nunca lo aclaran, la película sucede a fines de los ‘70s. Uno lo puede denotar por la moda, la música y la escenografía.

Verheyde construye el diario personal de una niña que se siente diferente, que está creciendo, madurando, convirtiéndose en una adolescente. Eso conlleva el desarrollo del cuerpo, la primera menstruación, la curiosidad por el sexo opuesto y por experimentar el primer amor.

Filmada completamente con cámara en mano y una fotografía, y colores que realmente dan la sensación que se trata de una película de los años ’70 (como sucedía por ejemplo con Jacky Brown), la directora no se deja influenciar solamente por la estética, la magnífica y versátil banda sonora, para meterse dentro de la mente una chica, nunca subestimándola, y seguramente con muchos componentes autobiográficos.

Sin subrayados, ni obviedades, Stella es una película inclasificable genéricamente. No se trata de un melodrama ni de una comedia. Múltiples lecturas y discursos dan pie a la reflexión, pero nunca siendo redundante en el mensaje. Las situaciones son verosímiles, pero nunca llegan al extremo del grotesco o la farsa. El tono de actuación austero de todos los chicos intérpretes, especialmente de la pareja Barbara – Rodrígues es exacto. Ambas actrices auguran un prominente futuro.

La oscuridad en la mirada de los adultos contrasta con el esplendor de la inocente pero inteligente visión de las chicas.

El elenco adulto lo completan el cantante Benjamin Biolay en un sorprendente interpretación y el fallecido Guillaume Depardieu en una de sus últimas actuaciones, donde guarda un parecido físico que remite demasiado a su padre.

Una agradable película que no debería pasar desapercibida.

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