Como algunas otras cosas de cine referidas a géneros y a tendencias, “cine negro” deviene del francés “film noir” y fue un gambito comercial de la casa Editorial Gallimard, cuando en 1945 lanzó su colección de novelas policiales titulada “Série Noire”, y que periodistas avisados –avisados por Gastón Gallimard- extendieron a films producidos en Hollywood en los años comprendidos -cambiando lo que haya que cambiar- a lo largo de la década del cuarenta.
Para este tipo de relatos literarios los propios norteamericanos habían optado por literatura “tough” “dura” o, más culinariamente como “hard boiled” –“duro de hervir” o “de pelar”- que se aplicó a los escritores como Hammett, Burnett, Chandler y un largo y a veces confuso etcétera.
Se trata más que nada de una tendencia anímico-espiritual formalizada; es decir arte. Su peculiaridad es la incursión en territorios imaginarios y en derivas espirituales donde aflora lo instintivo por sobre o directamente contra la civilización; o, dicho de otro modo, lo arcaico (agrario) sobre la ciudad. De allí que un autor epónimo de esta corriente -como W. R. Burnett- cifrara algunas de sus obras en la nostalgia agraria y campesina frente a la cosmópolis caótica. Tales los casos de High Sierra y La jungla de asfalto, llevadas al cine por Raoul Walsh y John Huston respectivamente.
Podría sintetizarse también esta dirección estética como aquella que muy norteamericanamente opone anarquía a cultura; claro está que si entendemos o comprendemos a esta última como la forma de educación formal nacida con el iluminismo y vuelta obligatoria casi urbi et orbi para todo occidente. A esa cultura libresca o más bien enciclopédica, ilustrada en el más pleno sentido de la palabra, y del modo de vida cotidiana que se desprende de aquella, la deriva anímica negra opone una forma de anarquía polimorfa.
En la obra cumbre de esta tendencia estético-espiritual, Out of the Past de Jacques Tourneur tenemos esa misma dialéctica entre campo como locus amoenus y de paz por separado, y gran ciudad como protervo lugar de laxismo y movilismo sin fin. La dialéctica trágica que Baudelaire llamara como “modernité”, tiene en el cine negro su campo de operaciones simbólicas por excelencia; así como su puesta al día, dado que la diégesis norteamericana era desaforadamente capaz de proveer caos urbanos y cosmópolis tentaculares más que ninguna otra parte de occidente. Algo que repetidamente supo aprovechar el concepto de cine para su operar. Por ejemplo: posición de la mujer en el mundo del trabajo, estratificación social, tráfago céntrico en contraste con extramuros…
Como los otros films que también participan de lo negro –el fantástico terrorífico, sin más- en el thriller policial o más bien criminal -puesto que es el crimen y no la policía lo que mueve dramáticamente a estos relatos-, un motivo formal que sostiene sus tramas y representaciones es la frontera y lo fronterizo. Si en el fantástico se trata del alter mundus como lugar de una
otredad patológica, invasiva o extraña, en el thriller criminal, y según hemos adelantado, se trata de la dialéctica entre campo-ciudad. Claro que ésta tiene a su vez pliegues expresivos y representativos que vuelven todavía más complejos sus relatos.
En Out of the Past el héroe, Jeff Bailey, vive en un pueblo que todavía es en buena medida campo y que se encuentra rodeado (o protegido) por bosques y lagos, pero mantiene como trabajo diario una estación de servicio y taller mecánico; con lo cual una fracción apendicular de lo urbano-industrial ya ha invadido su refugio-emboscadura.
Precisamente el concepto de “La emboscadura” que formulara Ernst Jünger por esos mismos años o -como puede traducirse su original alemán-, “el recurso del bosque”, tiene en los films negros una marcada resolución trágica, agónica. Tales los respectivos finales de High Sierra, La jungla de asfalto y la misma Out of the Past. Aunque se alcanza en parte una paz por separado valedera y operativa en On Dangerous Ground de Nicholas Ray; film que en su finale hace pendant con Johnny Guitar. En otros films de este autor, el jardín privado, de un Epicuro de apuro, es finalmente una trampa con interiores parquizados, como en In a Lonely Place. Antes que en eso en la epónima Laura de Otto Preminger, es el escenario rural el que parece haberse contaminado ya de la rutina urbana; tal la casa de fin de semana de la protagonista que adelanta los barrios privados que se extienden como termiteros de lujo serial y banal en las últimas décadas.
El segundo motivo, concomitante al primero, del film negro es el peso específico del pasado sobre sus héroes. La cuenta impaga, el amor traicionado, la amistad estrujada en la billetera de un socio o camarada, la obsesión lisa y llana.
En Out of the Past el motivo temporal se acerca tanto a Karl Marx como a la lírica del tango argentino. El pasado, o la repetición de ese pasado, se vuelven parodia, mala y apurada copia, directamente befa. De allí como nota al pie territorial, podría argüirse el éxito que tuvieron estos films y novelas en nuestra ciudad. Puesto que su moral individualista, su culto religioso a la amistad, el considerar a la traición como mal supremo, así como una relación entre agónica y melancólica con el pasado, lograron que el argentino porteño entablara una relación amistosa, fraterna y sentimental con estas historias y sus protagonistas. Bioy afirmaba rotundamente que Philip Marlowe era no sólo un personaje entrañable sino que podría tratarse de un porteño más.
Así el epos tanguero tuvo al barrio como su mundo particular y locus amoenus, mientras que el Centro –dicho no en sentido cartográfico sino simbólico- fue el alter mundus por excelencia. Y también Out of the Past muestra en su recorrido una panoplia topo y tipológica que la lírica del tango frecuentó con obstinado rigor crítico. El cabaret, la clase alta decadente, la alternadora, el matoncito a sueldo y hasta el candidato a guapo que se queda en mero alcahuete. Mientras que el campo es la novia fiel, la pesca en los lagos rodeados de bosques milenarios, y hasta el doble filial y mudo como la propia naturaleza que los rodea. Claro que la noviecita fiel es rodeada por el “otro” puritano y por padres tiránicos, y hasta el mudo destino necesita haber aprendido signos subrogantes para expresarse.
El campo (el barrio) también está cambiando…
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