(Francia, 2010)
Dirección: Mathieu Amalric. Guión: Mathieu Amalric, Phillippe Di Folco, Marcelo Novais Teles y Raphaelle Valbrune. Elenco: Miranda Colclasure, Mathieu Amalric, Suzanne Ramsey, Linda Marraccini, Julie Ann Muz, Angela De Lorenzo. Producción: Yael Fogiel y Laetitia González. Distribuidora: Ifa Cinema. Duración: 111 minutos.
En Competencia Oficial, Tournée o “En Tour” trata sobre un grupo de mujeres que realizan shows de strip tease en salones a cargo de Joachim, una especie de representante, algo asi como el Ben Gazara de The Killing of a Chinesse Bookie de Cassavetes o el Willem Dafoe en Go Go Tales de Ferrara. El contiene a su grupo, es narcisista, cansado de las malas pagas, su fallida excursión en Norteamérica y ahora, su vuelta Europa en un tour por Francia para realizar su show.
Las “chicas”, escandalosas, deambulan por los hoteles baratos que Joachim contrata, sus vidas solamente están arraigadas al show, por fuera alegres, por dentro muertas. Joachim es padre, ha abandonado sus responsabilidades como tal, ésta vuelta lo tiene sin cuidado, no es el mismo por momentos, resurge un nuevo hombre de a rato, dejando su violencia de lado, algo quiere, algo busca y quizas la clave esté en su grupo de mujeres. Amalric dirige luego de ocho años, y actúa tambien, el resultado es, un Boogie Nights a la francesa.
Por José Luis De Lorenzo
Sensibilidad camp.
Mathieu Amalric realiza su segundo largometraje inspirado en el libro “El reverso del music hall”, escrito en 1913 por una novelista francesa conocida como Colette, que luego alcanzaría la fama por haber escrito Gigi. Esta mujer aparentemente escandalosa y liberal, durante su paso por el music hall se divorció de su esposo, tuvo aventuras con mujeres, y se dedicó a la escritura, a través de la cual reivindicaba a la mujer por encima del hombre y a los deseos de la carne por sobre los del espíritu, así como también destacaba la voluptuosidad de la mujer y la sensualidad manifestadas abiertamente.
Tomando sus escritos como referencia, Amalric nos relata la historia de un productor de espectáculos de burlesque -interpretado por él mismo- que llega a París con sus bailarinas americanas, dispuesto a terminar su gira en allí mismo, pero lo único que consigue es hacer presentaciones en salas de teatro de menor importancia. La película es una suerte de road movie, y el director filma con una cierta fascinación a sus protagonistas, deteniéndose en sus extravagantes y grotescas presentaciones, pero que no dejan de tener glamour. Allí, entre medio de las pestañas postizas, el exceso de maquillaje, las plumas y el glitter, se encuentran estas cabareteras trash, que si bien no son actrices, logran brindar interpretaciones muy sinceras. Hay una contemplación del cuerpo femenino, la voluptuosidad, el sexo y ese revival por el mal gusto extravagante que me recuerda al John Waters de los ’70 y también de los ’90 con Cry Baby.
El director consigue en cada plano comunicar esa sensibilidad camp, haciendo uso de un humor muy particular, y poniendo en evidencia lo bizarro en las presentaciones de sus chicas, que casi podrían denominarse “freaks” de circo. Sus shows se asemejan más al tipo de burlesque denominado travesty, proveniente del latín transvestite: el prefijo trans significa sobrepasar, y vestite significa vestir. Por eso existe la conexión directa con el cine de Waters, que fue el mejor representante de este tipo de personaje drag con Divine a la cabeza.
Resulta una película más interesada por la contemplación que por la narración y la técnica, a pesar de tener un desenlace emotivo. Al ser una película tan física, por momentos con utilización de planos muy cercanos a los rostros, y concentrados en las miradas de los personajes, también evoca a ese cine cassavetiano, tan físico, carnal y de planos que quieren meterse adentro de los rostros y los cuerpos. Sobre todo en Faces donde representa personajes grotescos y momentos reposados, que son puramente contemplativos donde el espectador deja de pensar en el argumento y se deja llevar por ese misticismo estético del cine, que hipnotiza.
Por Elena Marina D’Aquila
