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Cine

Un completo desconocido (A Complete Unknown)

Desde sus inicios, Bob Dylan fue no solo canción y voz, sino también imagen privilegiada de la fotografía (mucho más que cualquiera de sus contemporáneos) y el cine (como actor, protagonista o personaje aludido). Tenía apenas veintitrés años y cuatro de carrera profesional cuando el cineasta D.A. Pennebaker lo registra durante su gira por Inglaterra para el documental Dont Look Back. Es 1965 y la película, filmada en blanco negro, presenta un contraste que toma carácter protagónico: por un lado, el Dylan que sale al escenario en su piel de trovador, solo con su guitarra y su armónica frente al silencio reverencial de la audiencia; por el otro, la incipiente estrella de rock, arrogante y filoso, de fiesta insomne en el backstage y la habitación de hotel con su corte de músicos, poetas y llenavasos. El primer cortocircuito (prácticamente literal) entre el público, cierta élite musical progresista y esos dos avatares dylanescos en proceso de integración sucede el mismo año y se recrea, seis décadas después, en el clímax del “drama biográfico”, biopic o película musical Un completo desconocido.  

Estructurada en dos partes, la película completa se organiza en escenas que se resuelven o giran alrededor de una canción. En la primera parte, se retrata al artista adolescente que llega a Nueva York en 1961, establece como acto inaugural de identidad ir hasta los pies de la cama de hospital donde está internado su ídolo Woody Guthrie, se integra al ambiente de músicos de genero folk de la ciudad, se enamora, consigue representante, discográfica y, entre gallos y medianoche, prácticamente reinventa la canción moderna. La segunda parte lo encuentra en ese 1965, tras un hiato de dos o tres años, convertido en una celebridad, montado a una moto Triumph, con permanentes anteojos oscuros, agobiado por la fama y las demandas de atención y amor. En la secuencia final, Un completo desconocido se concentra en el momento (Festival de Newport) en el que Dylan pone en escena su nuevo “sí mismo” y en las reacciones que provoca con esta osadía. 

James Mangold armó con prolijidad obsesiva el cuadro de época, la lista de temas y los datos conocidos de vida y obra de Bob Dylan: parece haber contado con un ejército de asistentes solícitos que durante la elaboración del guion y el rodaje fueron tildando en una lista detalles de recreación e “ítems” a no perder: el color y modelo de la gorra con la que llega a la ciudad, cada uno de los objetos del departamento, las camisas a lunares, el largo de las uñas, la mención a Little Richard, la novia negra, el vino tinto, y cientos de etcéteras, incluida la reproducción de muchas de las fotografías conocidas de su carrera. Con la misma prolijidad, Timothée Chalamet ha estudiado movimientos, gestos y mirada gatuna, e interpreta las canciones con respeto y solvencia, como el resto de los impersonator que integran el elenco. Pero ese fervor mimético no resulta suficiente para evitar que el personaje supere la función de un musicalizador instantáneo, que en el momento indicado abre la boca y canta una canción (¡por suerte están las canciones!). 

Se da por sentado que es parte de las reglas de juego del género que el director moldee a su gusto hechos, lugares, situaciones y fechas; se aceptan como licencias poéticas, o como exigencias del guion, aunque, al mismo tiempo, la reconstrucción realista haya sido buscada hasta el agotamiento. Tal vez por esa fricción irresuelta entre la biografía falsa y la fantasía, el hilo más interesante de la película es el de las visitas de Dylan al hospital para ver a Guthrie; esos encuentros, no anclados en imágenes o relatos previos, logran un peso dramático del que carece el resto de la trama.  

En ese péndulo difuso entre documento y ficción, allí donde Dont Look Back, acompaña a un Dylan esquivo, multifacético e imprevisible, Un completo desconocido, lo retoma y lo reduce a estampa pop, lo formatea y lo encaja como un rebeldón más en el estante del entretenimiento familiar. 

En un posteo reciente en su cuenta de la red social X, Bob Dylan, sin especificar si había visto o no la película, alabó al actor, pero se detuvo especialmente en Dylan Goes Electric!, de Eliajh Wald, el libro sobre el que se basó el guion. “Cuando terminen de ver la película, lean el libro”, escribió. Y escuchen los discos, agregamos.

(Estados Unidos, 2024)

Dirección: James Mangold. Guion: James Mangold, Jay Cocks. Elenco: Timothée Chalamet, Edward Norton, Monica Barbaro, Toe Tippet, Boyd Holbrook, Elle Fanning. Producción: Fred Berger, Bob Bookman, Timothée Chalamet, Alan Gasmer, Alex Heineman, Peter Jaysen, James Mangold, Jeff Rosen. Duración: 141 minutos.

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