A Sala Llena

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Una historia de Reyes

Una historia de Reyes

Y, ¿qué les trajeron los Reyes? ¿Todavía los esperan? El Chuchi y yo los esperamos todos los años. Es una tradición que nació durante nuestra luna de miel. Yo, como ya saben, soy fan de todos los festejos de las Fiestas y, en mi época (¡qué bajón ya ser lo suficientemente adulto como para decir “en mi época”!) los Reyes eran la gran ocasión. Incluso más importante que Papá Noel. Los regalos grandes los traían los Reyes. Así que, como el Chuchi y yo nos casamos un 28 de diciembre, cuando nos fuimos de viaje de bodas improvisado con la plata que nos regalaron para el casamiento, cayó Reyes. Y mi media naranja decidió hacerme un regalo. Recuerdo que hizo mucho ruido y yo me desperté. Cuando estoy medio dormida soy una persona muy violenta. Muy, pero muy violenta. Las cosas de verdad me perturban si estoy semiconsciente y me vuelvo una bestia del infierno, que alucina con los ojos abiertos, sacados y amenazantes. Así que, cuando lo vi al Chuchi agachado a un lado de la cama, haciendo mucho ruido con algo que yo no sabía lo que era, prendí la luz hecha un fuego.

_ ¿Qué hacés? ¡LPM! ¡¿Por qué hacés tanto ruido?! ¡¿Qué hacés ahí agachado al lado de la cama?! ¡Me querés asesinar! ¡Estás planeando mi asesinato! ¡Alguien que llame al Súper Ratón! ¡Mamá, traeme la mema! ¡Mamáaaaaaa! ¿Qué es eso, una polilla gigante? ¡Qué polilla gigante! ¡Es un dinosaurio! ¿Spielberg, es usted? ¿Por qué está tan oscuro? ¡Me quedé ciega! ¡Me quedé ciega! ¡Tapame con la colcha que tengo frío!

_ ¡Pero pará, tarada, que te estoy dejando el regalo de Reyes en los zapatos! ¡Dormí zombi!

Y cuando desperté, en los zapatos que había tirado al lado de la cama la noche anterior, había un regalito. Así nació nuestra pequeña tradición de Reyes. Y como no tenemos hijos, ahora dejamos los zapatitos nosotros.

Y esta mañana, no fue la excepción. Cuando desperté, mi bebi me había dejado el regalito y había uno para él también, cortesía de Melchor, Gaspar y Baltazar.

¿Ustedes recibieron algo? Un gran amigo de esta columna recibió nada menos que una hija. ¡Felicidades, Negro Acosta! Los Reyes se re portaron con vos y con tu chica. Una madraza atómica. ¡Qué buena fecha para nacer! Un gran presente de la vida. ¡Que sea maravillosa!

Pero con el Chuchi venimos de festejo corrido desde Año Nuevo. Ustedes saben cómo es esto, la comilona arranca el 31 y se termina cuando te engulliste la última garrapiñada de la casa. Y en esta casa hay muchas, pero muchas garrapiñadas. Por supuesto, una de las cosas infaltables que incluyen los festejos, es la gran echada en la cama a mirar películas y series. Días enteros vegetando, semi en pelotas, mirando un capítulo tras otro o alguna cinta maravillosa. En el medio algún ajetreo amatorio bien pulenta, algún vinito, algún chocolate, y a seguir el visionado con inagotable entusiasmo e ilusión. No creo que haya felicidad que se compare. Por lo menos desde mi perspectiva.

Y justamente de eso quiero hablarles hoy. De la serie que me eché al coleto durante las festividades.

He aquí que nos curtimos la primera temporada completa de la nueva serie de Netflix, Marco Polo. La crítica no la recibió demasiado bien, fue mixta por lo menos, tildándola de lenta y un tanto aburrida. Pero como por suerte no la habíamos leído, nos metimos con patitas y todo en la narrativa y en cuestión de dos días, nos liquidamos los diez capítulos de casi una hora de la primera temporada.

Qué puedo decirles, a mí me gustó muchísimo. Es verdad que si estás acostumbrado a ver Game of Thrones, la cosa se te puede poner un poco más densa. Pero la historia se cuenta sola y con un contenido por demás atrapante, jugoso y pletórico de aristas interesantes. El elenco es maravilloso. Lorenzo Richelmy y Benedict Wong, como Marco Polo y el Kublai Khan, respectivamente, llevan a cabo composiciones de remarcable talento. La llegada de ambas performances es poderosa y muy prometedora para las temporadas que vengan. Hay una química innegable entre ellos, que los vuelve verdaderamente atractivos y los empalma orgánica y vívidamente. La verdad acerca de Marco Polo, y también su leyenda, sean tal vez la cosa más alucinante de todos los tiempos. Un muchacho de veinte años, dejado como rehén en la corte del hombre más poderoso del mundo: el Kublai Khan, quien se hallaba en los albores de conquistar China y por ende, en plena obsesión. Un hombrecito italiano que prácticamente se vuelve un hijo para el Khan y que termina trayendo a occidente todas las cosas que cambiarán el curso de su historia. Pero que antes de volver, mucho antes, es testigo de maravillas y atrocidades voladoras de boina. Cosas que abrieron los secretos de oriente y los revelaron de manera luminosa, pero también cegadora. Y todo esto, toda esta fascinación está muy bien puestita dentro de la serie.

Viendo material adicional, sobre todo el que está disponible en las redes, pude adentrarme en lo que fue la producción. John Fusco, creador de la serie y escritor, contestó a la pregunta acerca de cuánto había de ficcional en el material, confesando que todo el asunto rueda en torno a los últimos días de Marco Polo, ya viejo y vuelto a Venecia. En su lecho de muerte y descreído de la veracidad de sus aventuras, el cura que estaba por darle la Extrema Unción, lo instó a que confesara y se sacara un peso de encima. Marco Polo, con las últimas fuerzas le contestó: “No he contado ni la mitad de lo vi”. Fusco dice que, si bien la historia es rigurosa en su respeto por las narraciones del aventurero veneciano, también abreva en la imaginación y la ficción para narrar esa otra mitad que Marco se llevó a la tumba. Y así, por supuesto, agregarle sabor a todo el asunto…

Si fuera cierta la aseveración de estos días, acerca de las intenciones de Netflix de que Marco Polo sea su Game of Thrones, cabría decir que van mal rumbeados. Esta serie es más para los que aman la historia, valoran los grandes esfuerzos de reconstrucción de época y tienen un particular gusto por las artes marciales. Si bien abundan escenas de sexo, el show tiene un ritmo diferente, menos atroz que el del producto de HBO y un poco más básico y menos refinado. La magia no tiene, por lo menos todavía, ningún lugar en el argumento y las batallas no han llegado a un desarrollo de verdadera envergadura. Pero aun así, es muy hermosa y creo que va a ir creciendo en intrigas, interés y despliegue de tramas.

Abunda la belleza en el cast, tanto en mujeres como en varones. Y concerniente a esto, vale un párrafo aparte el maravilloso Remy Hii, en su rol del príncipe Jingim, hijo y heredero del Khan. Este hombre magnífico, está muy cerca de transitar los dos géneros, con una belleza resplandeciente que parece extraída de un sensualísimo animé. Su pelo largo, sus labios infernales, su cuerpo esbelto, delgado y grácil y sus ojos increíbles, lo vuelven magnético e irresistible tanto para el espectador, como para la historia. Si me preguntan, es mi favorito lejos. Y sí, aun teniendo una gran competencia de facha con el protagonista, que tiene un par de faroles azules haciendo las veces de supernova en la pantalla.

El diseño de producción es formidable, el vestuario magnífico; la secuencia de títulos merece una columna entera. Tal vez, lo más clásico y menos jugado, sean el uso de la luz y la puesta de cámara. Pero aun así, la historia atrapa y atenaza, como debe ser.

Si me preguntan a mí, la recomiendo ampliamente. NO SE LA PIERDAN. Hay un profundo y potente contenido en todo el producto. Una verdadera gema por descubrir.

Y no podía ser de otra manera porque, después de todo no es otra cosa, que una historia de Reyes.

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