(Argentina/ Uruguay, 2014)
Dirección y Guión: Enrique Buchichio. Elenco: César Troncoso, Abel Tripaldi, Martín Rodríguez, Néstor Guzzini, María Victoria Césperes, Mónica Navarro, Ana Rosa, Carlos Vallarino. Producción: Natacha López. Distribuidora: Aura Films. Duración: 100 minutos.
Persiguiendo la zanahoria.
Dada la cantidad de films sobre el tema, ya es hora de considerar a las películas sobre la dictadura como un género más dentro del cine, al menos en la región. El caso de Zanahoria es particular, porque si bien su historia nos toca de cerca al centrarse en esta temática, está basada en una crónica periodística real y nos cuenta sobre los crímenes sucedidos durante el gobierno de facto en Uruguay, en donde pareciera que la historia permanece más oculta que en nuestro país.
Zanahoria cuenta la historia de dos periodistas de un semanario incipiente que son contactados por un exmilitar que les ofrece entregarles información sobre crímenes de la dictadura, incluida la “Operación Zanahoria” (la exhumación de cuerpos enterrados clandestinamente) a la que hace referencia el título. Sin embargo, las reuniones secretas se van sucediendo y la información clave no aparece, envolviendo a los periodistas en una duda incómoda: ¿Vale la pena dedicar tanto esfuerzo, trabajo y tiempo en un informante secreto para descubrir esa verdad oculta?
Zanahoria, segundo film de Enrique Buchichio (El Cuarto de Leo, 2009), es técnicamente despareja, tan capaz de sumergirnos en climas oscuros e intrigantes y de una corrección formal admirable (las escenas de las reuniones dentro de los coches están muy bien logradas, especialmente sus aciertos en la iluminación) como de desconcertar con una notable falta de ritmo en la consecución de los diálogos en las escenas más sencillas, como en los primeros 15 minutos de metraje, que ocurren principalmente en la redacción del semanario. Esa falta de ritmo, esa escasez de tacto en la dirección de las escenas, termina por sepultar el trabajo de algunos actores, que parecen por momento marionetas leyendo parlamentos.
Sin embargo, el fuerte de Zanahoria está en la historia que cuenta, en la intriga bien llevada que propone desde la aparición del informante (un convincente César Troncoso, el mismo que actuó en la genial Infancia Clandestina) hasta el desenlace, a pesar de poner en el camino algunas escenas repetitivas y algún cliché demasiado visto (la mujer embarazada de uno de los protagonistas). Crímenes aberrantes, engaños, ambición, simulación, y dos periodistas persiguiendo su zanahoria. Suficientes condimentos como para disfrutar de una película que, curiosamente, fue estrenada en varias cadenas de nuestro país.
Por Juan Ferré