(Chile-Argentina, 2018)
Dirección y guion: Che Sandoval. Elenco: Antonella Costa, Patricio Contreras, Dindi Jane, Pedro Campos, Héctor Morales. Producción: Florencia Larrea, Gregorio González, Hernán Musaluppi, Natacha Cervi. Duración: 95 minutos.
Es difícil hablar de Dry Martina sin referirse a las dos anteriores películas del Che Sandoval, director mimado del festival y que por segunda vez participa en la Competencia Internacional en el [20] BAFICI. Las películas del cineasta y guionista chileno, que ahora componen una trilogía, se caracterizan por la verborragia sexual de sus personajes, con la cámara enfocada en un único protagonista que, guiado por su tendencia a escapar, siempre está en movimiento físico, pero a la vez suspendido en sus emociones. La calle es el lugar favorito, donde el cruce con otros personajes hará a la historia. El sexo es una obsesión, aunque la personalidad impetuosa, soberbia y un tanto desagradable que caracteriza a estas criaturas suele malograr tales objetivos. En Te creís la más linda (pero erís la más puta) (2010) y Soy mucho mejor que voh (2013) esto resulta una constante, pues son films más simples en cuestiones argumentales, que prácticamente se desarrollan en exteriores y transcurren en el mismo día. Dry Martina, por el contrario, incluye más tramas, más espacios y progresión temporal, lo que da lugar a integrar otros personajes que adquieren vida propia fuera de la del rol principal. También conforma un cambio de paradigma respecto de los personajes misóginos característicos del director (aunque lo que odian en realidad sea a ellos mismos): ahora la protagonista es una mujer. Amén del género, los tres comparten el estatus de antihéroes natos.
En los títulos de las películas de Sandoval, que sintetizan satíricamente la trama, queda muy clara otra diferencia, como se puede leer a simple vista: en los dos primeros casos está en primera persona y en interpelación contra la mujer, mientras que en Dry Martina describe la situación de la protagonista desde afuera, refiriéndose mediante un juego de palabras a la falta de excitación que padece. Tres fases del recelo, entonces: en la primer película, ella se la cree; en la segunda, ella es más talentosa. Ahora nos hallamos en la tercera instancia, donde será ella la que transite un camino lleno de guantes de box pegándole a su ego. Pareciera como si el director en esta película vengara a sus dos anteriores protagonistas hombres y entre los tres hubiesen puesto el título.
Apenas comenzado el relato, Martina (una impecable Antonella Costa) huye en un taxi después de haber cantado solo medio tema en lo que iba a ser su retorno musical, interpretando no ya sus melodías pop-adolescentes que la llevaron a la fama, sino el repertorio de su madre que parece decirle desde la tumba Soy mucho mejor que voh. Así comienza su escape permanente: de su profesión, de la sombra artística de su madre, de su padre en coma, de su gata en celo, de su representante-esclavo, de su vida aburrida tras haber perdido el mojo desde que su novio la abandonó por una simple empleada de oficina. El sexo también es una válvula de salida y es en lo único que parece pensar Martina para recuperarse de la última década, que no la trató tan bien como la anterior. Entre la desesperación sexual y las frustraciones que se irá acumulando, esta comedia hunde progresivamente al personaje en su decadencia como diva.
Dry Martina concibe su humor también desde el choque cultural entre el argot argentino y el chileno, (recuerdo ver en BAFICI las películas de Sandoval, sobre todo la primera, y no entender prácticamente nada de los diálogos por el modismo cerrado y veloz, que bien puede quedar como documento lingüístico-histórico del país vecino). Esta vez, con varias ventajas para el espectador tanto en cuestiones formales como narrativas, el film se vuelve for export con un modelo de producción en evidente evolución. Su narración es más concisa, aunque presente baches en la primera parte. Promediando la mitad del metraje, sin embargo, se vuelve más sólida (quizá por las colaboraciones de guion, entre ellas la de Martín Rejtman). Esto se torna notorio cuando se reafirma la interacción de Martina con su presunta hermana, papel muy bien interpretado Dindi Jane, y el padre de ella, un bien elegido Patricio Contreras que oficia de alguna manera como mediador entre ambos países. Acaso dicha segunda mitad confirme la calidad del próximo trabajo del director, que a partir de Dry Martina posiblemente sea muy esperado.
© Soledad Bianchi, 2018 | @soleddub
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