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CRÍTICAS

Crítica: Papaíto piernas largas, por Diego Ávalos

La ilusión más linda del mundo

Papaito piernas largas, en el original Daddy-Long-Legs, es una reconocida novela norteamericana publicada en 1912 y clasificada dentro de ese dudoso limite entendido como literatura para adolescentes, o ahora “literatura juvenil”. El gran clásico de este tipo de libros es Mujercitas y sus continuaciones, de la siempre vigente Louisa May Alcott. Como en aquel, tenemos aquí a una joven protagonista que gracias a su esfuerzo y dedicación logra salir adelante en un contexto social duro, jamás amable. Será el trabajo, la formación y una férrea disciplina sus herramientas para desarrollarse. Podemos apuntar como dato reflexivo que de este optimismo de principios del siglo XX se llegará en los años sesenta a una novela como Rebeldes de Susan Eloise Hinton, donde la autora creando otro personaje adolescente se distancia de esa esperanza ingenua en el trabajo y el esfuerzo propio. Las guerras y la corrupción dejaron sus cicatrices.

Papaito… tuvo a partir de su publicación numerosas adaptaciones al cine, al teatro, al teatro musical y hasta incluso a los dibujos animados.  Quizás para cine sus dos versiones más famosas sean Curly Top de 1935 con Shirley Temple y Daddy Long Legs de 1955, de Jean Negulesco y la actuación de Fred Astaire y Leslie Caron, aunque alejándose de manera considerable en ambos casos del material original. En 2009 el autor John Caird junto al compositor y letrista Paul Gordon  presentaron en California una nueva versión musical de la reconocida historia, logrando en 2015 su estreno en el Off-Broadway. Esta versión es la que se presenta por primera vez en Buenos Aires.

Estamos en el orfanato Casa John Grier. La joven internada Jerusha Abbott, cansada de vivir entre unos muros que sienten la aprisionan, un día recibe la misteriosa carta de un benefactor que le promete pagarle sus estudios, siempre y cuando nunca intente ponerse en contacto con él de ningún modo. Jerusha, que es tan agradecida como rebelde, acepta la propuesta pero comienza a enviarle a su querido “Papaíto” extensas cartas donde le agradece su generosidad y le cuenta sus aventuras estudiantiles, sus nuevos amigos y sus nuevas ambiciones. Mientras, gracias a la lectura de estas cartas, conocemos a Jervis Pendleton, el generoso benefactor. Lejos de ser un anciano como imagina Jerusha, se trata de un hombre joven, solitario, casi amargado. Las cartas de su protegida pronto lo hacen interesarse más por ella, hasta comprender que se ha enamorado. Pero, temiendo romper la imagen idealizada de “Papaíto”, decide intervenir en la vida de la joven como un amigo casual. Cuando Jerusha comience a confesarle a Papaíto las dudas amorosas que siente por este inesperado amor, se iniciará el bello, lento y sutil melodrama.

Papaito piernas largas es un estupendo musical que sabe conciliar a la perfección lo clásico con lo moderno. Su historia se cuenta con la pausa de los relatos bien contados. Jamás aburre, pero tampoco intenta distraer con una catarata de eventos que solo tienen como fin simular un vértigo de sucesos. Se contempla como un film del gran y ya muerto Hollywood: cada escena tiene un propósito, los eventos van sucediéndose con plena naturalidad, sin apuros, con un preciso ritmo cada vez más tenso, doloroso. Y lo interesante se encuentra en que este relato tan tradicional pide al mismo tiempo desde su mismo texto una puesta que sea lúdica, riesgosa y eficaz. A la vez que brinda desde la música un lenguaje sumamente complejo, que no busca la melodía fácil sino que construye su propio código a medida que los eventos se suceden. No estamos frente a un rejunte de canciones pegadizas. Estamos ante una partitura que sabe transitar el mismo espíritu de los personajes.

Lía Jelin y Matias Strafe bien comprendieron que todo el riesgo y triunfo de esta obra estaría en poder llevar a cabo su difícil puesta a partir de dos cuestiones aquí esenciales: la dirección de actores y el juego escénico. Este último es sumamente complejo porque ambos personajes, si bien están siempre en escena, muy pocas veces se comunican de manera directa, ya que solo lo hacen por medio de las cartas. Aceptar desde la platea este código es un enorme riesgo, pero el juego es claro y está resuelto de manera impecable. La dirección bien supo que en esta gran representación que es el vínculo de ambos personajes, la misma puesta se presta para el juego de la ilusión. Así los baúles, ventanas y pasarelas bien puedan pasar a convertirse en un campo, una ciudad, una universidad o el más romántico de los montes nocturnos.

Juan Rodó compone su personaje brindándole toda su presencia y contención para un Jervis que triunfa en el gesto chico, la pasión contenida, la procesión de amor que va por dentro. Pero es sin dudas Ángeles Diaz Colodrero el verdadero centro de la obra. Su personaje es idealista, rebelde, romántico, triste y soñador. Construirlo necesitaba una actriz con suficiente sentimiento para que nos haga vivir su crecimiento como mujer, sin perder por eso el sentido de época y al mismo tiempo brindarnos humor y sensibilidad. Un personaje que le va perfecto a esta talentosa actriz, quién logra así una representación que se lleva todos los emocionados aplausos.

Destaquemos finalmente el expresivo y poético vestuario de Vanesa Abramovich y la dirección musical de Santiago Rosso, que bien supo construir un perfecto ensamble con pocos instrumentos para llevarnos de viaje a la plena y feliz tierra de la imaginación musical. La música de esta obra se siente en el corazón porque así la interpretan sus músicos. Y eso no solo se nota, sino también se agradece.

Papaito piernas largas es una celebración del teatro musical. Un juego donde con tiempo y serenidad, música y delicadeza, se nos invita a soñar con un mundo de ángeles protectores para nada perfectos, niñas que son mujeres y amores que seguramente durarán para siempre. ¿Iluso? Si, se trata de teatro.

Teatro: Centro Cultural San Martín – Sarmiento 1551. Sala Muiño.

Funciones: sábados 21 hs

Entradas: 200$. Estudiantes y jubilados con acreditación 160$.

© Diego Ávalos, 2018 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

Música y letras: Paul Gordon/ Libro John Caird. Orquestaciones: Paul Gordon, Brad Haak. Basado en la novela de Jean Webster. Producción: Julieta Kalik. Asistente de producción: Janina Levin. Elenco: Juan Rodó, Ángeles Díaz Colodrero. Escenografía: Vanesa Abramovich. Música: Santiago Rosso. Vestuario: Vanesa Abramovich. Iluminación: Matías Canony y Mario Gómez. Maquillaje: Carolina Maria Pesce.  Fotografía: Nacho Lunadei. Director vocal: Juan Rodó. Video: Matías Sanchez de Bustamante. Traducción y Adaptación: Rodrigo Rivero. Diseño Gráfico: Janina Levin.  Diseño de pelucas y peinados: Daniel Laurito. Prensa y difusión: WE PRENSA.  Dirección: Lía Jelín. Codirector: Matías Strafe.

 

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