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CRÍTICAS - CINE

Mi Gran Noche

(España, 2015)

Dirección: Álex de la Iglesia. Guión: Álex de la Iglesia y Jorge Guerrica Echevarría. Elenco: Raphael, Mario Casas, Pepón Nieto, Blanca Suárez, Carlos Areces, Luis Callejo, Carmen Machi, Jaime Ordóñez, Santiago Segura, Enrique Villén. Producción: Enrique Cerezo. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 100 minutos.

A reír que se acaba el mundo.

Con Mi Gran Noche vuelve el Alex de la Iglesia que muchos de sus fanáticos estaban esperando: ese cine tan característico del director español, llevando el absurdo al extremo máximo, la comedia bizarra por excelencia, actuaciones bordeando lo delirante, logrando un resultado inmejorable, para lo que uno espera del director de las exitosas Muertos de Risa, La Comunidad y Crimen Ferpecto, entre otros geniales títulos.

La historia transcurre en un plató de televisión, donde desde hace una semana todos los actores, presentadores, figurantes y equipo técnico, se encuentran encerrados grabando un especial de Año Nuevo. La razón por la que no pueden salir es debido a despidos continuos y una crisis del canal: fuera del estudio se encuentra una turba de gente armadas con palos, que a toda costa quiere entrar y boicotear el show.

La escena a desarrollar en el set trata sobre una fiesta de Fin de Año, con dos presentadores celosos uno del otro por quién tiene más líneas de diálogo, dos estrellas de la música tales como Alphonso (Raphael, de quien haremos una mención aparte porque realmente su actuación es fuera de serie) y Adanne (un muy caracterizado Mario Casas) como un cantante latino por el cual mueren todas las mujeres, y muchas de ellas buscarán tomar ventaja de él. Ambos disputan ser la figura que haga su show luego de las doce campanadas, sin saber que hay sobre ellos otros intereses. Alphonso, un personaje repleto de violencia para con su hijo/asistente, recibe amenazas de muerte (estas escenas son de un lujo actoral, con referencias delirantes a Star Wars y su famoso personaje Darth Vader); Adanne, por su parte, será chantajeado por sus fanáticas y tendrá que lidiar con un representante, de lo más argentino que se pueda ver en el cine español.

Entre los figurantes, destaca Pepón Nieto, al cual llaman a último momento para ser reemplazo de un accidentado extra. Su relación con una de las mujeres en la mesa dará paso a escenas y diálogos repletos de sátira y lucidez.

Nobleza obliga, imposible no mencionar lo fantástico que está Rapahel en su rol de Alphonso. Dicho papel, contó el director, fue escrito pensando exclusivamente en el cantante español, con lo cual si no hubiera aceptado ser parte de la película, posiblemente no se hubiese llevado a cabo. Por suerte para todo el público, dio el sí para personificarlo y logró un personaje inolvidable.

El guión, con un latiguillo tras otro, no da respiro, el montaje lleva la historia a una velocidad vertiginosa, donde cada personaje brilla en lo suyo, y la historia nunca decae.

No hay dudas: tome el género que tome, las películas de Alex de la Iglesia, siempre nos dejan con ganas de ver la que sigue.

calificacion_4

Por María Paula Putrueli

 

Bailando por un sueño mongo.

El tema principal de Mi Gran Noche es la felicidad impostada de la televisión; la falsedad deliberada de risas tensas y eternas deseosas de transmitir una alegría de manual. En el universo de De la Iglesia, el espectáculo que la TV ofrece -en este caso, el festejo de un fin de año apócrifo pero también podría ser el noticiero de la cadena JQK de Acción Mutante o una entrevista a Nino y Bruno en Muertos de Risa– es siempre traicionero, demente, vigilante u opresor. Tras bambalinas sólo importa que la maquinaria demencial continúe produciendo a toda velocidad para que el espectáculo consiga la perfección de una gran farsa. Por ello el director nos sumerge en una narrativa hipertensa, con taquicardia, para que podamos sentir la presión de los engranajes del gran show.

De la Iglesia introduce lo político también de manera explícita. En las afueras del estudio donde se graba su fiesta inolvidable, se desarrolla una manifestación de empleados despedidos que es brutalmente reprimida por las fuerzas policiales; un espejo de la criminalización de la protesta en la España de los últimos años (basta recordar las denuncias de la IU por el aumento de la represión a la protesta social durante el gobierno del PP); De la Iglesia más allá de filmar su comedia más pura en relación a sus últimos trabajos (sobre todo si pensamos en las amargas La Chispa de la Vida, Balada Triste de Trompeta o los Crímenes de Oxford) no le resta protagonismo al peso político de su propuesta; lo descerebrado de la fiesta impostada de la TV indefectiblemente va de la mano con la opresión.

En los extraordinarios primeros 40 minutos de Muertos de Risa ya habíamos asistido a la anfetamina visual que acá se intenta, claro que en aquella el torbellino narrativo contaba el ascenso de casi toda una vida, mientras que en Mi Gran Noche la libertad de Nino y Bruno muta a la noche profunda de una jaula filmada donde las bestias empiezan a impacientarse. La bestia mayor es Alphonso, un Raphael tremendo a lo Darth Vader o cualquier otro villano ridículamente genial del cine de género, que tiene de némesis a un cantante pop tan imbécil como garchador; además de la rivalidad que mantiene con su hijo, representado por Carlos Areces y su extraordinaria mueca genética de sufrimiento. Otro de los protagonistas principales del extenso elenco que se nos presenta es el “tío común” José (Pepón Nieto), que llega al festejo de nochevieja una semana y media después de su inicio y que deberá lidiar con sus consecuencias decadentes.

De la Iglesia es un cachondo que suele trabajar con minas canónicamente lindas (y se casó con una: la guapa Carolina Bang, también presente en esta sátira), así como suele introducir pequeñas escenitas que recuerdan la larga tradición de España con el sexploitation (aunque a veces las más picantes eran para exportación y en casa se quedaban con las versiones censuradas); en Mi Gran Noche no faltan los minones ni la sexualidad, las guapas son parte del ballet de enajenados adictos a la fama donde no se salva casi nadie; tal vez el menos afectado por el pesimismo y el odio del director sea el tío común José, que llega al circo medio de casualidad, como nosotros.

calificacion_3

Por Ernesto Gerez

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