La acertada renovación de una franquicia…
Como es frecuente, la maquinaria de Hollywood no para tras conseguir un éxito rotundo de taquilla sobre un film individual. El siguiente paso a este fenómeno es el de continuar con la premisa inicial, parir secuelas e intentar en el mejor de los casos buscar un mínimo giro para no aburrir al público cautivo de la saga y retenerlo por cuantas continuaciones sean posibles. Esto es así siempre y cuando que la maquinaria no se detenga con una secuela que no reditúe económicamente. La franquicia de Rápidos y Furiosos empezó a convertirse en un éxito tardío (tanto económico como en la calidad del producto) gracias a dos factores bien marcados.
Uno, el cambio de locación, al igual que en los arcades de corridas de autos donde al pasar de un nivel a otro te encontrás con un escenario completamente distinto al anterior. Esto ocurrió a partir de Tokyo Drift, y el traslado a Japón tras la bochornosa primera secuela encomendada a John Singleton, el director de la maravillosa Boyz ‘n the Hood. Luego se sucedieron las escapadas a México, Brasil y Londres. En Rápidos y Furiosos 7, paseamos por Los Ángeles, Tokio y Abu Dabi, apuntalando de esta manera una búsqueda de carácter internacional que ya ha sido explotada en franquicias como las de James Bond, Indiana Jones o Jason Bourne. Dos, menos original pero efectivo: sumar figuritas en cada nueva secuela. Dwayne “La Roca” Johnson, Jason Statham y Kurt Russell, líderes individuales en sus propias producciones, aquí a merced de trabajar en conjunto.
Todo este soporte sirvió para erguir aun más alto el producto final deseado: cuanto más recargados estén los efectos y el extremismo de las escenas de acción, directamente proporcional resultará la espectacularidad del entretenimiento. Hay temas que son incuestionables en Rápidos y Furiosos 7, y el principal es la credibilidad de lo que ocurre en pantalla, que poco o nada importa. Si compraste el boleto en las primeras escenas, todo lo que ocurra a posteriori resultará creíble.
Rápidos y Furiosos 7 posee dos polos más a desarrollar fuera del festín automovilístico, el de una relación amorosa (Vin Diesel- Michelle Rodríguez) y el de una relación familiar (Paul Walker). Como consecuencia del reciente fallecimiento de Walker, se desprenden dos escenas que podrían haber funcionado mejor por separado y no juntas, seguidas una de la otra como se las ve en el film. Una de las secuencias en cuestión funciona como una pequeña conmemoración del fallecido y la otra aporta la vuelta de tuerca que tuvieron que darle al guión para que la franquicia pueda continuar, desligando responsablemente la ausencia de Walker. Sin lugar a dudas, en estas dos escenas descubrimos el mejor momento del film.
Por José Luis De Lorenzo