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DOSSIER

20 años de Mulholland Drive: el camino del inconsciente freudiano

Esta semana se cumplieron 20 años desde que Mulholland Dr. se proyectaba por primera vez en el Festival de Cannes. Obra cumbre de David Lynch que además de valerle el premio al Mejor Director en el festival francés, sigue siendo, dos décadas después, aclamada por crítica y público, y tiene el honor de aparecer en casi todas las listas especializadas que rankean los mejores films de la historia.

Lynch, nos ofrece una estructura narrativa altamente compleja pero relatada de tal manera que hipnotiza mágicamente al espectador desde el minuto inicial hasta los créditos finales, casi sin entender lo que está pasando. Una película que ha sido expuesta a múltiples y distintas interpretaciones, y el psicoanálisis no puede quedar afuera de esta tarea, más tratándose de un perturbador thriller tan profundamente onírico que nos conduce en su recorrido al objeto central del marco teórico psicoanalítico: el inconsciente.

Es que el inconsciente lyncheano y el freudiano tienen muchos puntos de encuentro. Freud, comienza a pensar la cuestión del inconsciente, a partir de la hipnosis que realizaba a mujeres diagnosticadas como histéricas. Este proceso lejos de ser una curandería, era una técnica que hacía desparecer los síntomas, al sacar a la luz recuerdos que en la vida consciente se ignoraban. La abandona rápidamente porque su efecto era fugaz y los malestares reaparecían de inmediato. Pero siguió investigando como es que hay recuerdos y traumas desconocidos por el sujeto. Es así como llega a la conclusión que existe un inconsciente que por represión aloja contenidos que no tienen accesos a la conciencia, estos poseen una fuerte energía pulsional y todo el tiempo pujan por acceder a la misma.

Este neurólogo vienés, puede escuchar que no toda conducta se controla con la voluntad y la razón consciente. Hay otro lugar mucho más misterioso e irreconocible, que determina nuestras  angustias, inhibiciones y síntomas. Tiene que ver con eso que se nos impone, nos produce extrañeza, y no logramos entender porque nos pasa, porque tropezamos una vez más con la misma piedra, o a veces decimos lo que no queremos decir, o  soñamos de manera tan bizarra.

El método psicoanalítico puede captar los momentos en que eso inconsciente se cuela, de manera deformada, en el discurso consciente. Estas formaciones pueden expresarse a modo de síntomas, lapsus, actos fallidos, sueños. Es posible ubicarlas a través del discurso de sujeto, ya que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, según Lacan y lo podemos captar cuando pasa por la palabra significante. 

El texto del sueño fue para Freud la vía ideal para descubrir el contenido inconsciente, por la modalidad tan deformada y surrealista con la que se presenta y responde con ciertos mecanismos que el padre del psicoanálisis describió en La Interpretación de los sueños (1901). El soñar siempre fue un motivo de interés, no sólo para la ciencia, el ocultismo y la religión, sino para el séptimo arte también. La historia de la cinematografía mundial se ha ocupado bastante de la cuestión de los sueños, ya sea desde un enfoque surrealista, ciencia ficción, fantasioso, romántico, o para develar misterios policiales. Akira Kurosawa, nos regaló casi al final de su obra, el trabajo Sueños, un filme que consta de ocho cortometrajes, plasmados con absoluta belleza estética y cada uno está abierto a múltiples interpretaciones, de hecho se han realizado varios seminarios psicoanalíticos para desmenuzar tal obra. Richard Linklater, realizó una experimental película de animación llamada Despertando a la vida, que indaga cuestiones filosóficas, existencialistas, sociales, culturales, cinematográficas y hasta revolucionarias, a través de un sueño lúcido que tiene el protagonista, que son esos tipos de sueños donde uno sabe que esta soñando. Alejandro Amenábar en Abre tus ojos nos cuenta como la ciencia le ofrece a un joven soñar antes que soportar la traumática realidad que le toca vivir. Christopher Nolan en El origen aborda la posibilidad de entrar en los sueños de otros, para intervenir en sus psiquismos y poder extraer ideas.

Grandes directores de la historia del cine, con clara influencia del psicoanálisis, han recurrido al recurso onírico en sus relatos para dar cuenta de los diversos conflictos inconscientes en sus personajes. En Cuéntame tu vida, Hitchcock utiliza un sueño para descubrir la trama secreta que perturbaba a su protagonista. Fellini arranca 8 ½ con un sueño del personaje principal, el cual daba cuenta del deseo de liberarse del estancamiento que le producían las presiones externas. Bergman, utiliza dos secuencias oníricas en Fresas salvajes que permiten a su protagonista, ya entrado en la vejez,  replantearse cuestiones vitales de su existencia; y la obra inaugural del movimiento surrealista a cargo de Luis Buñuel, Un perro andaluz, donde a través de imágenes oníricas nos sumergimos en el inconsciente mismo, gracias a un lenguaje cinematográfico que rompe con la narración lineal, y permite pensar los diversos contenidos reprimidos que hay en la psiquis humana, en tanto el sueño es un espacio en el que lo reprimido retorna hacia nosotros enmascarado, desplazado.

Casi el 75% de Mulholland Dr. es un texto onírico, por eso se hace tan difícil su comprensión racional a primera vista, la primera parte es un largo sueño, luego viene el despertar, seguido por un intenso flashback y algunas alucinaciones, para después volver a la realidad presente. Nada de esto está explicitado, solo se va deduciendo a posteriori. 

En muchos países de habla hispana, el título del film fue traducido como El camino de los sueños, y es este recorrido es un trayecto interesante para descubrir algo del inconsciente de la protagonista, tal como lo pensó la teoría freudiana.

Esta obra de Lynch tiene la particularidad de presentarnos un texto del sueño, casi tal cual como se sueña realmente. Muchas veces en las películas los sueños aparecen con poco contenido onírico y bastante de fantasioso, poseen una lógica y el relato del sueño es un estereotipo convencional, avisándonos que se trataba de esto cuando el personaje se despierta sobresaltado. Nada de esto pasa aquí, este film requiere de espectadores activos quienes tienen que inducir a través de las distintas señales la historia que se transmite. Lynch rompe con todas las convenciones del clasicismo y nos ofrece un relato cargado de onirismo, rupturas narrativas y un clima ominoso que anuncia lo siniestro inminente.

No es la primera vez que el realizador, aborda este tipo de relato, en un trabajo anterior, Carretera perdida, vemos como el protagonista luego de cometer un femicidio hacia su pareja, por celos constantes que lo invadían, recurre a la estructura de la fantasía, o a un fenómeno confusional para reparar el daño narcisista que le causaba la impotencia de no saber abordar a la mujer. Ya aquí nos relata que lo que habita en el inconsciente no es la realidad objetiva, sino la percepción subjetiva de la realidad fantasmática del sujeto, donde la distorsión suele ser tan inquietante que perturba tanto al personaje como al espectador.

El inconsciente es atemporal, por eso tanto en Carretera perdida, como en Muholland Dr., no contamos con una narración lineal, el pasado, el presente, la realidad y la fantasía tienen los mismos efectos psíquicos en sus personajes. Por tal motivo, a veces nos soñamos adultos, con la escenografía de nuestra infancia, o viceversa. También muchas veces en nuestros sueños aparecen nuestros cuerpos actuales pero viviendo un intenso flashback de situaciones vividas, aunque deformadas, hace mucho tiempo. 

Según Freud, todo lo que es alojado en la  psiquis, deja huellas, que hacen que nuestra vida parezca un constante deja vú, nada se borra, por más insignificante que parezca, ni con métodos experimentales, ni con drogas, ni con psicofármacos. Pero tampoco es un depósito de traumas y recuerdos reprimidos, sino que está en constante circulación y movimiento. Michel Gondry lo grafica en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, cuando un doctor intenta ingresar en la mente del protagonista para borrar de su memoria los recuerdos de un amor perdido y se encuentra con vivencias infantiles que tienen tanta eficacia en la realidad subjetiva presente y el deseo inconsciente del paciente,  se opone al consciente y se resiste a ser reseteado.

Al igual que en los sueños relatados en un análisis, en los films de Lynch hay que prestar notable atención a esos pequeños detalles, aparentemente insignificantes pero que son determinantes para su interpretación. Luego de unos pocos minutos, tenemos una toma subjetiva donde la cámara se va acercando a una almohada, ese plano efímero es vital para reconstruir luego el relato. Inmediatamente después, vemos un accidente de autos, donde una morocha despampanante (Laura Harring), con un look glamoroso, sobrevive, a lo que fue supuestamente un intento de asesinato. Algo extraviada se refugia en una casa aparentemente sin gente y ya sospechamos que esta mujer con curvas peligrosas va a traer más de un problema. Más tarde nos encontramos con Betty (Naomi Watts), una chica rubia y angelical que llega a Hollywood para probar algunos castings y se aloja en la casa que le presta su tía, una reconocida actriz. Ahí se encuentra a esta mujer perdida y amnésica, que se hace llamar Rita, por un cuadro que vio en el baño de la legendaria película Gilda. Ambas se proponen descubrir la verdadera identidad de Rita, las únicas pistas con las que cuentan son una cartera con un fajo importante de dólares y una llave azul. Mientras que Betty ayuda a Rita a reencontrar su identidad, asiste a unos castings de actuación, en donde ella es reconocida y admirada, pero desgraciadamente no es tomada para el papel, porque al director de la película, lo presionan para que contrate otra actriz, una tal Camilla. No obstante los ojos de Adam (Justin Theroux), el cineasta, quedan fijados casi hipnóticamente en Betty.

A medida que emprenden el camino detectivesco para recuperar la identidad de Rita, se encuentran un cadáver putrefacto de una tal Dianne, que las deja perplejas; a la vez que inician un apasionado romance, y luego de una noche de sexo, acuden al Club Silencio, donde nada de lo que ocurre ahí es real, hay música en vivo, pero sin músicos, una cantante interpreta de manera descarnada la canción “llorando”, que conmueve profundamente a ambas mujeres, luego Betty encuentra otra llave azul con un cofre, lo abre y es ahí donde hay un ruptura absoluta en el registro narrativo e interpretativo.

Betty, ya no es Betty, es Diane (también interpretada por Naomi Watts) tiene una tormentosa relación amorosa con Camilla (Laura Harring), que ya no es Rita, pero esta morocha no solo se apropió de un papel que la rubia deseaba interpretar en un film, sino que anuncia en una cena que se va a casar con el cineasta Adam. En medio de esa reunión, Camilla besa a otra mujer en la cara de Dianne, la cual queda muy perturbada y contrata un sicario para que la mande a matar. Ella le da una foto y el dinero al asesino a sueldo, y este le muestra una llave azul y le informa que cuando el trabajo esté terminado le va a hacer llegar este objeto. 

Es ahí cuando Diane tiene un sueño, y la reconstrucción que hacemos de la historia nos retorna al principio del film, donde Diane se llama Betty, esa muchacha naif, alegre y soñadora que encuentra a esta mujer extraviada que lo único que tiene en el mundo es esta relación con Betty. Los roles de estas mujeres se han invertidos, la dependiente en la realidad es el personaje de Watts, desde un lugar de mucha vulnerabilidad psíquica. 

¿Cómo hizo Diane para tener este sueño tan rebuscado? Seguramente todos recordamos algunos sueños propios absolutamente bizarros y surrealistas, bueno esto es así precisamente porque de eso se trata el mecanismo del soñante para que algunos contenidos inconscientes puedan acceder al relato conciente de manera distorsionada. 

Al relato del soñante, Freud lo llama contenido manifiesto del sueño, es el texto que el sueño nos deja y que el sujeto construye, es lo que la persona cuenta de su sueño. Denomina contenido latente, al sentido oculto que porta el sueño, al cual se accede a través de la interpretación y las asociaciones libres que se realizan en un análisis. El contenido manifiesto, por vía de la represión va sufriendo modificaciones a medida que avanzan las horas y los días, y el sujeto nunca lo recuerda tal cual lo soñó. Lynch nos ofrece un sueño en estado puro con las ideas latentes a flor de piel.

Los mecanismos que hacen que el contenido latente se distorsione y ofrezca como producto el contenido manifiesto, es a través de recursos psíquicos como lo son la condensación (varios objetos, personas o ideas se reúnen en una sola representación), el desplazamiento (se traslada la característica de un objeto a otro),  simbolismo (el inconsciente aparece mediante símbolos en el relato del sueño), y dramatización ( es la disposición visual del sueño relatada más o menos en una historia ficcional). Christian Metz hace una comparación entre el cine y el sueño donde homologa al espectador con el soñante en tanto estimulo visual que este recibe.

Además de esto hay que aclarar que en el sueño participan restos diurnos que son acontecimientos o impresiones vividas por el soñante, que ocurrieron horas o días antes del dormir y que prestan su material en el texto onírico para que los citados recursos psíquicos los desfiguren. Por último es necesario aclarar que para Freud el sueño acarrea una realización de deseo, por más que sea una pesadilla y para Lacan tienen que ver con tramitar mediante lo simbólico aquello real que resulta insoportable. Infancia Clandestina de Benjamín Ávila, nos ofrece un par de sueños que tiene el niño para elaborar pérdidas absolutamente traumáticas para ese psiquismo en plena construcción.

¿Qué es lo que tiene que elaborar el personaje de Watts? Por condensación y desplazamiento en el sueño ella es Betty, saludable, emprendedora y talentosa, y no la Diane oscura y desquiciada. Laura Harring ya no es Camilla, esa mujer ambiciosa sin escrúpulos, ahora como Rita, es un ser perdido e indefenso. La realidad de Diane es desesperante, además de ser abandonada y humillada por la mujer que ama, la mandó a matar y es investigada por la policía. Hay un real insoportable, del cual ya no existe el retorno y con muy pocos recursos para elaborarlo. En el sueño se vale de los restos diurnos, para perder su identidad, comenzar de nuevo. Alivia su culpa, invirtiendo el crimen, ahora es Rita la sospechosa de haber asesinado a Diane. Ella necesitó matarse, para reencarnar su vida en una nueva mujer, Betty, despojada de toda experiencia traumática.

Inducimos que en la primera parte se trata de un sueño vivido por la rubia, ya que hay varios datos que nos tira su director, a lo largo del desarrollo fílmico para llegar a esta conclusión. Para comenzar tenemos ese primer plano subjetivo de una almohada que nos induce al dormir. Luego que Rita abre el cofre que parece contener el secreto, aparece el cowboy que le dice a Betty/Diane: “Hola chica hermosa, es hora de despertar”. Una bruja que golpea la puerta de Betty y descree todo lo que ella le dice, aseverando: “acá alguien está en problemas”.

 La escena más intensa del film es cuando Betty y Rita acuden al Club Silencio. Allí hay un presentador que afirma: “Silencio. Aquí no hay banda, todo es una grabación, pero aun así escuchamos a una banda”, aduciendo que toda la música que sonará es irreal porque es playback, nada es lo que parece, aquello que se ofrece a los sentidos es engañoso e ilusorio, No obstante a pesar de ser falso, sigue siendo absolutamente estremecedor, como las vivencias que tenemos en los sueños. 

Hay varios restos diurnos que aportan su material al sueño y son desfigurados por medio de los mecanismos de condensación y desplazamiento. Diane adopta el nombre de Betty, por una mesera muy parecida a ella, que vio unos días antes de dormir. El cineasta en ascenso que se va a casar con Camilla, ahora es un director de cine sometido a los imperativos de la industria. Muholland Drive es la avenida donde se realizó la cena, mientras que en el sueño es el lugar donde se dirigía Rita, pero no sabe para qué. 

“Esta es la chica” es la frase que expresa Diane cuando le muestra una foto de Camilla al sicario. Esas mismas palabras con la foto son las que le pronuncian unos mafiosos a Adam en el sueño, para imponerle su protagonista. Cuando el asesino culmine su trabajo le dejará como muestra del hecho, una llave azul, la misma llave que aparece en el sueño y se presenta como un símbolo totalmente enigmático. El facón de dinero que Diane lleva en la cartera para pagarle al sicario, reaparecen en el bolso de Rita cuando esta se encuentra refugiada en la casa de la tía de Betty.

El simbolismo aparece por la aterradora figura de un vagabundo que metaforiza la siniestra realidad que intenta tramitar el sueño. El cowboy y la bruja también simbolizan el traumático presente de Diane, al anunciar condenas y amenazas muy penosas. Un tipo que mira a Diane en la cafetería cuando está contrata al asesino, es el que en el sueño relata a otro hombre, pesadillas repetitivas que tiene con el vagabundo. Esta es otra pista que Lynch nos ofrece para decirnos implícitamente que esto se trata de un sueño.

Si uno le presta bien atención, la primera parte onírica está dotada del dramatismo que tienen los sueños vívidos: planos detalles, acentuación en objetos, movimientos enlentecidos, silencios que aturden, experiencias surrealistas, muy poca música extradiegética, iluminación con un rojizo oscuro.

Freud decía que todo sueño es una realización de deseo, y este caso no es la excepción. El dolor y la frustración amorosa también es solucionada: Betty recupera toda la felicidad que Diane tiene absolutamente perdida. La mala de Camilla se transforma en una mujer débil, está muy lejos de aquella mujer que humilla a Diane, ahora, como Rita, está desprotegida, sin posibilidad de tener a nadie, excepto a Betty, quien que con esto se reasegura, poseerla exclusivamente por la extrema dependencia que tendrá su enamorada hacia ella. Además como Rita corre el riesgo de ser acusada de asesinato, la viste y la camufla como un doble de ella, acto que se realiza frente al espejo satisfaciendo de esta manera tendencias narcisistas precarias.

En cuanto al narcisismo, puede también subsanar sus heridas, mostrando a Adam como un pobre tipo que le digitan la película, queda en bancarrota. La chica que besó a su amada en la cena, y es una actriz sin talento, acomodada por mafiosos de la industria.

 Al contrario de lo que le ocurrió a Diane en la realidad, Betty goza de talento, es admirada, reconocida, deseada y necesitada, tiene un gran futuro y el director Adam, quedó fascinado cuando la miró. Diane confiesa que no fue tenida en cuenta en el casting que eligieron a Camilla. En la vigilia su querida y admirada tía ha muerto; en el sueño, no solo vive sino que además le presta su lujosa casa para que ella triunfe en Hollywood.

Así es como Diane encarnando a Betty se reasegura una vida más feliz, plena de deseo, viviendo una romántica historia de amor. Cuando la llave azul abre el cofre, la sumerge directamente en lo traumático, y cuando cualquier soñante se acerca a esa franja del trauma es cuando se despierta. La llave azul representa para Diane el asesinato y el fin del sueño.

Con la interpretación de los sueños, Freud desarrolla cuales son los mecanismos que predominan en el inconsciente. Esto fue el punto de inflexión en su obra, que marca el nacimiento del psicoanálisis y le ofreció un nuevo esquema teórico de la psiquis humana, e indagar las pulsiones y mociones que se ocultan en la vida anímica.

Pero el recuperar a Camilla y ser reconocida como actriz no es para Diane, el deseo reprimido, eso es más un anhelo consciente. Según Freud, la realización de deseo en el contenido latente del sueño, siempre remite a etapas infantiles relacionadas con el complejo de Edipo. Para pesquisar algo de esto, una vez más debemos ir a lo que puede pasar desapercibido. Se puede inferir a partir de una escena donde Betty ensaya un guión en un casting, en el cual tiene una relación prohibida con un amigo del padre, al cual quiere matar pero corre el riesgo de ir presa.

Al parecer alguna pulsión edípica de asesinato al padre, y un deseo incestuoso con el mismo que por vía de desplazamiento sería el amigo se le podría estar jugando en este sueño, y esto mismo se repetiría en su historia amorosa con Rita.  Pero tampoco tenemos demasiados datos para forzar una interpretación más acabada. Es solo una hipótesis, ya que cualquier interpretación de un sueño se puede hacer sola y exclusivamente en transferencia, esto es en el vínculo entre analista y analizante. Tampoco la idea es hacer interpretaciones forzadas del texto cinematográfico. Una ficción es solo un recorte, para repensar algunos conceptos teóricos. Una  construcción más profunda de las ideas latentes que se despliegan en cualquier soñante, se hacen en la experiencia psicoanalítica.

Siempre que haya un sueño que interpele y tal vez demande en el sujeto algún tipo de interpretación, es una buena oportunidad para iniciar un análisis, es ahí cuando el inconsciente algo nos está queriendo decir.

© Emiliano Román, 2021 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

1 comentario en “20 años de Mulholland Drive: el camino del inconsciente freudiano”

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