Viernes 18 de noviembre.
¿Es posible pensar en una ecuación mejor que mar + playa + cine? Una pista de la respuesta, en la nueva edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Siguiendo con la costumbre, la edición número 31 ofrece un gran número de películas (entre cortos y largometrajes), distribuidos en diferentes secciones. Además, charlas con maestros, seminarios, presentaciones de libros y más
La ceremonia de apertura se realizó a las 21 hs, en la Sala Astor Piazzola del Teatro Auditorium. Conducida por el carismático Andy Kusnetzoff, la velada incluyó un miniconcierto de la orquesta Hypnofón (con temas de películas, sin omitir una canción de Gilda que hizo delirar al público) y palabras por parte de autoridades, destacándose Alejandro Caceta (presidente del INCAA), y una cálida bienvenida por parte de José Martínez Suárez (director del festival) y Fernando Martín Peña (director artístico). También subieron al escenario los jurados de las competencias oficiales.
Concluida la ceremonia, fue proyectado el film Neruda (2016), de Pablo Larraín.
Neruda, de Pablo Larraín (Chile / Argentina / Francia, 2016 – Apertura), por Matías Orta
La figura del poeta chileno Pablo Neruda nunca le fue ajena al cine. Antonio Skármeta estuvo involucrado en dos exponentes: Ardiente Paciencia (1983), película que él mismo adaptó como novela corta en 1985, y que a su vez dio pie a El Cartero de Neruda (Il Postino, 1994), con Phillip Noiret. La obra de Skármeta muestra a Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto (tal es su nombre verdadero) exiliado en Italia por cuestiones políticas, pero el enfoque va por el lado del romanticismo. En Neruda (2016), Pablo Larraín profundiza en las cuestiones más ásperas en la vida del autor, y valiéndose de un tono que va de lo policial y pronto deriva en un relato distinto, arriesgado.
Estamos en 1948, Pablo Neruda (Luis Gnecco) es una figura de reconocida en Chile y en el mundo: autor de conmovedores poemas, senador y comunista asumido, detalle que comienza a acarrearle inconvenientes con los altos mandos de su país. Ante el encarcelamiento de varios de sus compañeros, las amenazas de secuestro y asesinato se vuelven palpables. Ahí entra en escena Óscar Peluchonneau (Gael García Bernal), un agente contratado para cazar a Neruda. El acecho es cada vez más intenso, de manera que el escritor, junto a su esposa, la pintora Delia del Carril (Mercedes Moran), emprenderá una huida a través de territorio chileno, con vistas a cruzar la frontera.
Larraín fue haciéndose de un nombre gracias a films como Fuga (2005), Tony Manero (2008), Post Mortem (2010), No (2012), por la que su país consiguió la primera nominación al Oscar como Mejor Película Extranjera, y El Club (2015). En Neruda también hay un personaje que debe tomar decisiones extremas en medio de una situación límite (por lo general, de corte político, o al menos en un contexto social turbulento), llevándolo a la obsesión. En Neruda toma una premisa clásica -individuo huyendo de un perseguidor incansable-, y más allá de vestirse de thriller, pronto revela varios niveles de profundidad. Para empezar, el narrador es Óscar, un representante de la ley de carácter romántico (cree ser hijo ilegítimo de una autoridad policial de antaño), que no tarda en obsesionarse con su presa. En el transcurso de su misión irá descubriendo pistas del fugitivo y también de sí mismo. El hecho de que vaya encontrando libros de la colección El Séptimo Círculo funciona como un vínculo fuerte con el espíritu de esas novelas y de la obra de sus compiladores: Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. El metalenguaje conseguido por Larraín va por ese camino. Por su parte, Neruda no vive escondido en una cueva: sigue saliendo a clubes nocturnos, recitando versos y coqueteando, a propósito, con quienes lo quieren muerto; como una necesidad de sentir adrenalina, como queriendo generar intriga en una trama que está construyendo sobre sí mismo. Allí reside otra diferencia con el Neruda visto en films anteriores: lejos de la idealización, se lo muestra como a un ser humano, con un amplio abanico de grises.
Luis Gnecco hace una soberbia interpretación del autor, mientras que Gael García Bernal está exacto a la hora de componer a un personaje más enigmático de lo que parece al comienzo. Ambos actores ya habían trabajado a las órdenes de Larraín en No.
De por sí, Neruda hubiera sido estupenda si sólo se conformaba con ser un policial y un fresco sobre la persecución política, pero la audacia de Pablo Larraín para indagar en la psicología de los personajes y en el metalenguaje literario la catapultan como una producción de rica complejidad.