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31º MDQ FILM FEST | Día 3 – Críticas

31º MDQ FILM FEST | Día 3 – Críticas

Domingo 20 de noviembre.

El festival está en plena marcha. Los films de las competencias suelen estar acompañados por su responsables (como Federico Godfrid, responsable de Pinamar), y las visitas internacionales cautivan al público, ayer fue el turno de Olivier Assayas, y hoy, del mítico director de fotografía Vittorio Storaro, quien brindo una charla ante un Auditorium repleto.

La 31º edición dio inicio con los pesos pesados, sin guardarse nada. 

 

Pinamar, de Federico Godfrid (2016 – Competencia Argentina), por Matías Orta

Las ciudades balnearias suelen ser un imán para el cine argentino. Y no sólo a la hora de servir como marco para alocadas aventuras pasatistas: ya desde Los Jóvenes Viejo (1962), de Rodolfo Kuhn, quedó claro que las playas también podían ser escenario de films de un tenor más melancólico y reflexivo. Más acá en el tiempo, Ezequiel Acuña hizo lo propio en algunos de sus largometrajes. Ahora es el turno de Pinamar (2016)

Pablo (Juan Grandinetti) y Miguel (Agustín Pardella), dos jóvenes hermanos, regresan viajan a Pinamar. La idea es arrojar en la aguas las cenizas de la madre de ambos y cerrar la venta de un apartamento en el que solían pasar los veranos. Allí se reencontrarán con objetos y lugares de la infancia, y también con Laura (Violeta Palukas), vieja amiga que reside en la ciudad. Los tres aprovecharán la recuperar tiempo perdido, que incluye jugar a los bolos, meterse en lugares abandonados, compartir cerveza y charlas íntimas. Pablo siente una atracción por ella, y sólo será una de las cuestiones que lo llevarán a replantearse su vida.

Federico Godfrid había codirigido, junto a Juan Sasiaín, La Tigra, Chaco (2009), historia sobre jóvenes que se reencuentran y se enamoran. En su debut en solitario vuelve a una premisa similar, pero demostrando una madurez como cineasta. Como su colega Sasiaín en Choele (2013), su primer film en solitario, demuestra que sabe ir de la ternura al drama, y de ahí al humor y a los climas románticos y la tensión sexual. También deja en claro su capacidad para dirigir actores, y allí están los puntos más altos de la película. Juan Grandinetti compone a un personaje estructurado y serio, que de a poco irá soltándose y revelando sus verdaderos sentimientos. Por su parte, Agustín Pardella representa a un muchacho más extrovertido, dispuesto para las bromas y la noche, pero con un costado cálido y lúcido. La frescura de Violeta Palukas funciona como el complemento ideal.

Pasado y del presente se conjugan en Pinamar mediante una sencilla y entrañable historia.

calificacion_3

 

 

 

Mañana a Esta Hora, de Lina Rodríguez (Colombia, 2016 – Competencia Latinoamericana), por Alejandro Turdó

Dinámica de familia

La colombiana Lina Rodríguez presentó su segundo largometraje Mañana a esta Hora (2016), en el marco del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, tres años después de su debut con la pseudo-autobiográfica Señoritas (2013).

En este caso, la directora oriunda de Bogotá nos mete en la intimidad de una familia compuesta por la mamá Lena, el papá Francisco y la hija adolescente, Adelaida. La estructura narrativa nos lleva por las subidas y bajadas de los tres: las risas, las peleas, los acercamientos y las tristezas.

Desarrollándose casi exclusivamente en el hogar familiar, el relato nos hace sentir una particular claustrofobia que no escatima en el nivel de crudeza al momento de retratar situaciones tan reveladoras como cotidianas.

Fiel a lo que podríamos denominar como su marca autoral, a Rodriguez no le importa tanto el qué sino el cómo, el devenir dentro de este universo situacional; en un film que explora aquello que el espectador percibe  como algo sumamente cercano y familiar, pero al mismo tiempo no deja de ser una experiencia movilizadora.

calificacion_4

 

 

 

Las Lindas, de Melisa Liebenthal (Argentina, 2016 – Competencia Argentina), por M.O.

Desde la infancia, Melisa Liebenthal se fotografía y se filma con sus mejores amigas. Ahora, a los veintipico, usa lo mejor de ese registro de antaño, más grabaciones actuales para darle forma al documental Las Lindas.

Las imágenes muestran a las chicas hoy en día, rememorando la niñez y la adolescencia: actos escolares, vacaciones, coreografías de Britney Spears, los primeros novios… Pero lejos de permanecer en superficialidades, Liebenthal profundiza en dos cuestiones al mismo tiempo: por un lado, el retrato generacional de un grupo de chicas, de las denominadas millenials (que comprende los nacidos entre 1980 y 1995, ya que se convirtieron en adultos a comienzos del siglo XXI), con sus intereses y su punto de vista sobre belleza y chicos; y por otro lado, la propia exploración de la directora de sus propios complejos con su altura, su no sonrisa y sus rasgos lésbicos que invitan a confusiones de otros.

Valiéndose de un tono divertido y de un montaje dinámico, Las Lindas no deja de ser una reflexión acerca de cuestiones de las muchachas de la actualidad y de siempre.

calificacion_3

 

 

 

A Quiet Passion, de Terence Davis (Gran Bretaña, 2016 – Autores), por José Luis De Lorenzo

El cine de Terence Davies es único, de esos que contemplan estructuras cinematográficas ya poco empleadas para revisitarlas con completo entendimiento de su labor, tarea similar a la realizada por Todd Haynes en su reciente film Carol o a lo hecho por el fallecido Raoul Ruiz. En A Quiet Passion no se construye un drama de época con manteles bordados y opresión como en el cine de James Ivory, sino con diálogos punzantes que apelan a la comicidad, sin perder la seriedad en ningún momento. Aquí Terence Davies se detiene en una composición sobre la vida de Emily Dickinson (Cynthia Nixon), poetisa estadounidense que impuso una métrica y una puntuación muy personal en sus trabajos, a comparación con sus contemporáneos.

Son muchos los puntos en común que la biopic posee con la obra de Jane Austen o Emily Brontë (a las que se hace referencia en el transcurso del film). En este caso particular, existe una fundamental diferencia referida al aggiornamiento, especialmente presente en las charlas diarias que Emily entabla con su hermana Lavinia (Jennifer Ehle). Debido a que Dickinson rara vez visitaba exteriores y tenía fobia a las visitas, la mayor parte del metraje transcurre en interiores precariamente iluminados dentro de la mansión de los Dickinson; este uso de la luz nos reenvía instantáneamente a otros films en los que se empleó luz natural, como por ejemplo Barry Lyndon (1975). Hoy la tarea quedó a cargo del director de fotografía alemán Florian Hoffmeister, quien ya había trabajado previamente con Davies en la excelente The Deep Blue Sea (2011).

El clan familiar, compuesto principalmente por dos padres burgueses, no intenta ocultar las diferencias sociales de la época, como el avasallamiento masculino sobre la mujer. En cambio, los tres hijos del matrimonio dedican su tiempo a largas charlas en las que contemplan los desengaños amorosos, los bailes, la conquista, la soledad, las enfermedades, la ética y la moral contraídas.

Ante esta problemática, Emily plantea una postura y mirada feministas, con anhelo de equiparación en una sociedad muy desnivelada y batallando con solidez y extremismo, características que no le permiten concretar una relación amorosa a lo largo de su vida. El film está dividido en distintas etapas de la vida de Emily, partiendo de una joven que comienza rebelándose contra el fanatismo religioso y cuestionando la existencia de un Dios. Este puntapié inicial marca en gran medida todo lo que sucederá en el film: la demostración de templanza y dureza de Emily está siempre presente.

La performance de Cynthia Nixon (Sex and the City), en el rol de Emily, es increíble. Un trabajo sin reparos y de excelencia, que se amolda a la demanda física y a varios cambios de tono a lo largo del film: sin dudas es su mejor trabajo actoral hasta la fecha. Acerca de Terence Davis, sólo puede decirse que aquí ha creado una nueva obra maestra.

calificacion_5

 

 

Nuestra cobertura completa del festival.

Cobertura vía Instagram.

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