Viernes 22 de agosto
En su anteúltima noche, el Festival de Cine Leonardo Favio proyectó dos nuevos largometrajes de su programación: Caito, de Guillermo Pfenning (crítica ya publicada en el sitio, adjunta aquí debajo) y La Salada, de Juan Martín Hsu.
La Salada se presenta como una interesantísima propuesta de abordaje de personajes inmigrantes en la Buenos Aires actual. Una familia tradicional coreana, un joven y solitario taiwanés y un joven boliviano son los protagonistas de las tres historias que se entrelazarán a lo largo de la película.
La feria La Salada es el escenario ideal para mezclar estas historias y hacerlas dialogar. Un lugar donde convergen personas de distintas procedencias, con distintas experiencias de vida, pero con el mismo objetivo: el del intercambio comercial. Ese es el lugar donde trabaja Huang, un taiwanés que trucha dvds mientras mira películas argentinas. Huang es el personaje más argentino, sin dudas, o más porteño, quizás, con una cuota de ternura, un poco de nostalgia tanguera y tan solitario que alcanza con sus reflexiones un nivel de sutileza poética tan cotidiana como preciosa.
Por otro lado está Bruno, un joven boliviano que acaba de llegar y que es contratado (luego de un fallido intento de trabajar como mesero en un restaurante) por un comerciante coreano para trabajar en un nuevo puesto en la feria. Bruno tiene sólo diecisiete años, y el miedo, las ansias y todo un mundo por descubrir se le abren camino a partir de su llegada a Buenos Aires.
Y ese mismo comerciante que contrata a Bruno tiene una hija de tan sólo diecinueve años que está esperando para concretar su matrimonio, previamente arreglado entre familias. Un padre conservador (coreano-coreano, como ella lo define) y una hija que no necesita de poses rebeldes para posicionarse de modo firme y seguro ante la vida.
Una película de una estética cuidada, con imágenes de una fuerza poética contundente pero que no dejan de estar ahí para contar la historia de esas personas. Así, los personajes van encontrándose y desencontrándose, en escenas donde las barreras idiomáticas y culturales se diluyen y se rinden ante la voluntad inexorable de quebrar la soledad que los rodea.
Caíto, de Guillermo Pfening (2013)
En 2004, el actor Guillermo Pfening presentó el cortometraje Caíto, acerca de Luis “Caíto” Pfening, su hermano menor, que padece una distrofia muscular. El corto ganó el premio Georges Méliès y pasó por varios festivales.
Ahora llega el largometraje con el mismo título y protagonista, pero con una propuesta más ambiciosa.
Luego de ver los resultados del corto, Guillermo nota que todavía hay mucho más para decir sobre Caíto. Más allá de los tratamientos de rutina, su vida es normal, lo mismo que la relación con quienes le rodean. Y eso es lo que Guillermo quiere reflejar en una película (dentro de la película): las vivencias de su hermano, su relación con el padre y con la prostituta del pueblo, las salidas nocturnas, la amistad con una niña. Para lograr un producto sólido, se suman amigos y colegas de Guillermo: Bárbara Lombardo, Romina Ricci, Lucas Ferraro, Juan Bautista Stagnaro. Y, en el medio, los ensayos, los berrinches, las risas, la vida.
Podemos decir que su estructura es la de una obra de ficción, inspirada en hechos reales… dentro de un documental sobre ese hecho real. O podría tratarse de un backstage con la obra de ficción incluida. De cualquiera manera, Caíto es una pequeña gran obra y una muy linda demostración de amor de un hermano hacia otro.