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FESTIVALES

3º Festival de Cine Polaco: Dioses

Cuando nos sentamos a ver una biopic sobre algún personaje reconocido, lo primero que se nos viene a la cabeza es el modelo hollywoodense de películas oscarizables, solemnes y respetables. Películas como El Código Enigma, del año pasado: bien hechas, competentemente actuadas, pero finalmente insulsas, conservadoras. Dioses podría haber seguido este esquema, pero por suerte no lo hace.

Cuenta la historia del cirujano polaco Zbigniew Religa, el primero en su país en realizar exitosamente un trasplante de corazón. Hazaña que logró en pleno período comunista, ante el escepticismo del establishment médico, a pesar de varios fracasos anteriores y en una clínica que casi no alcanza a financiar. Al director Łukasz Palkowski no le interesan la delicadeza y mesura de otros ejemplos del género biográfico. Parece inspirarse más bien en el clima caótico y bizarro de El Reino, de Lars von Trier (o incluso en MASH, de Robert Altman). Si bien la película de Palkowski obviamente ignora el trasfondo sobrenatural de la miniserie danesa, sí comparte con ella la figura de una clínica u hospital donde prevalecen las irregularidades, las improvisaciones, las incertidumbres, las discusiones entre doctores y un constante humor negro. En ambas, la cámara se desplaza de una sala a otra y recorre los pasillos en planos secuencia que componen coreografías de médicos en movimiento. Tomasz Kot, en el papel de Religa, se instala en el ojo de la tormenta, su cuerpo estirado, erguido, como un árbol vapuleado por el viento; su rostro congelado en una eterna mueca entre burlona y amigable.

El mismo dinamismo de la película a veces le juega en contra. El final es abrupto, como si se les hubiera acabado el tiempo o el presupuesto a los realizadores. La operación de 23 horas que selló la fama de Religa apenas se ve, y antes de que nos demos cuenta que estamos ante la última toma, aparecen los créditos. En otros tramos del film, Palkowski se preocupa más por sostener el ritmo frenético que por ahondar en sus protagonistas. Todo, hasta la relación ambivalente de Religa con la dirigencia comunista, es funcional a la estructura tragicómica. Los integrantes de la precaria clínica comparten algunos datos personales, a modo de presentación, y luego son devorados por el vertiginoso avance de la trama. De los personajes femeninos sabemos menos aún. Hasta la esposa de Religa se esconde en los márgenes del guión. Más que individuos, lo que vemos en la pantalla son relaciones entre habitantes de un espacio, engranajes en una maquinaria médica.

Pero detrás de tanto apuro hay una visión de la vida, como en Blanc, del también polaco Krzysztof Kieślowski. En una sociedad donde las cosas no funcionan como deberían, donde reina la cultura del rebusque, del atado con alambre, donde escasea el dinero, donde la modernidad siempre está en el extranjero, donde se hace lo que se puede, no hay tiempo para la reflexión. Hay muchas cosas para hacer y pocos recursos para hacerlas. Solo se puede seguir adelante, con una mueca irónica y una risa ambigua.

calificacion_3

 

 

Guido Pellegrini

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