Jueves 27 de noviembre.
Nos acercamos al desenlace del festival. Los cineastas y periodistas ya comienzan a experimentar cierta nostalgia. Pero el evento sigue su marcha, y aún quedan emociones fuertes.
Como la charla a cargo de los cineastas españoles Nacho Vigalondo y Carlos Vermut. Esta master class fue programada sobre la marcha, pero le dio alegrías a quienes vienen siguiendo la carrera del director de Open Windows y la del responsable de la reciente y premiada Magical Girl. Por supuesto, el humor y la pasión por el cine estuvieron a la orden del día.
Por las noches tampoco deja de haber magia festivalera. El spot de Esteban Sapir es proyectado en diferentes puntos de Mar del Plata, sobre edificios emblemáticos como el casino. Una excelente oportunidad para vivir en persona lo que sucede dentro de la pantalla.
Además, todas las medianoches hay fiestas en el ahora bautizado Club 29, justo en el muelle donde se encuentra el Club de Pescadores. Bandas como Los Utopians, El Mató a un Policía Motorizado y 107 Faunos le ponen música al cierre de cada jornada festivalera.
Quedan pocos días, y bien vale aprovecharlos al máximo.
Magical Girl, de Carlos Vermut (España, 2014 – Panorama Autores), por Matías Orta
El cine español cuenta con una buena cantidad de films que no le dan la espalda a lo más deforme y perverso del ser humano. Basta con revisar films de Carlos Saura, Vicente Aranda y Pedro Almodóvar. Pero pocos llegan tan lejos como Magical Girl.
La situación de Luis (Luis Bermejo) es complicada. No puede ejercer como profesor de literatura debido a un paro laboral y él solo debe criar a Alicia (Lucía Pollán), su hija de 12 años, quien padece de leucemia. No dispuesto a defraudar a la pequeña, y ante la posibilidad de que nunca llegue a los 13, decide cumplir su más anhelado deseo: conseguirle el vestido de Yukiko, protagonista del animé Magical Girl. Una prenda que cuesta un precio elevado, incosteable para un hombre que debe vender sus propios libros para sobrevivir. Entonces se cruzará con Bárbara (Bárbara Lennie), una mujer con problemas. Y será el comienzo de una serie de situaciones extrañas, impredecibles, peligrosas. ¿Psicópatas, villanos? Nada de eso: sólo seres humanos llevados al límite de la cordura.
Contar más sobre el argumento de la película (incluyendo la participación de Damián, interpretado por José Sacristán) implicaría revelar datos cruciales de la trama. Sí es posible decir que nos adentra en los deseos más tenebrosos de los protagonistas, quienes caerán en las actividades más prohibidas con tal que lograr sus propósitos.
De manera muy inteligente, como si fuera un mecanismo de relojería, el director Carlos Vermut cuenta la historia de manera no lineal –no es caprichosa la aparición de un rompecabezas que arma uno de los personajes- y hace un trabajo perfecto en el uso de la elipsis y a la hora de ocultar determinada información; igual que en las mejores narraciones, que no se muestra queda para que el espectador lo complete con su imaginación. En cuanto al tono, un potencial drama íntimo y social (la crisis de España, una punta de iceberg) deviene en un thriller con algunos elementos de comedia negra.
Luis Bermejo, Bárbara Lennie y José Sacristán conforman un trío protagónico exacto, arriesgado, capaz de transmitir las aristas de sus roles con trabajos sobrios, sin caer en exageraciones, sin levantar la voz. Personajes que actúan según sus impulsos, pretendiendo hacer el bien (o protegiéndose de determinadas cuestiones), cuando en realidad van en un camino repleto de dolor y locura. Mención especial para la joven Lucía Pollán: Alicia es la única gota de ternura en medio de una tormenta de podredumbre.
Ganadora de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, Magical Girl es refinadamente perturbadora; un cuento sobre lo siniestro que emerge de lo cotidiano. Y además, le pregunta al espectador qué tan lejos sería capaz de llegar con tal de ser feliz.
Cavalo Dinheiro, de Pedro Costa (2014, Portugal, Comp. Int.), por Carlos Federico Rey
Pedro Costa y su cine seco, ríspido, acético, como una carga de peso muerto cayendo sobre tu hombro durante mucho tiempo, molesto, lúgubre. Los adjetivos no alcanzan para referirse a la incomodidad, a la aspereza que provoca la épica caboverdense en el barrio demolido de Fontainhas, donde el viejo Ventura es héroe, un épico personaje tembloroso que representa la memoria colectiva de un pueblo, un pueblo perseguido, cazado y matado (Costa se ocupa de mostrar el fascismo a los que son sometidos los caboverdenses en las únicas dos secuencias de exteriores de la película). La película trabaja en un registro estético expresionista, con oscuridades y sombras deudoras de Robert Wiene y apuesta a la fuerte denuncia política; allí donde fuimos felices con Juventud en Marcha también el suelo se regó de sangre y muerte, y Costa pone la cámara ahí, en lo urgente, para recordarnos que no todo es felicidad.
Camino de Campaña, de Nicolás Grosso (Argentina, 2014 – Comp. Arg.), por M.O.
Por un lado, Agustín (Agustín Rittano), quien vuelve a su pueblo natal, esperando la sentencia por el asesinato de sus padres. Por otro lado, Leila (Valeria Blanc), una fugitiva que llega al mismo poblado. Será inevitable que ambos terminen conociéndose.
Tras La Carrera del Animal, su ópera prima, Nicolás Grosso vuelve con su segundo largometraje. Aquí se centra en dos personajes que huyeron de su entorno (en el caso de Agustín, de una manera más extrema) y que ahora deben quedarse allí y esperar. Una espera que producirá momentos incómodos, de tensión, aunque sin que se genere un clima de peligro. La búsqueda del director pasa más por crear un pequeño drama contemplativo, en donde el pasaje serrano de Córdoba funciona como una especie de Purgatorio.
El nivel actoral es interesante, ya que logra una empatía con el espectador pese a que no es demasiado lo que sabemos de ellos. Otro logro del director y su enfoque.
Camino de Campaña podría haber sido un thriller, o un drama combinado con thriller, pero Grosso opta por un enfoque menos convencional y más íntimo. Podrá gustar o no, pero la búsqueda es clara y lograda.
Los Muertos, de Santiago Mohar Volkow (2014, México, Comp. Lat.), por Elena Marina D’Aquila
El segundo largometraje de Mohar Volkow, de 24 años, filma el vacío a través de una noche de fiesta, drogas, sexo y alcohol seguido de un día en una casa de campo en el que continúa el descontrol de un grupo de cinco jóvenes adinerados mexicanos.
Filmada sin pulso ni dinamismo, los personajes -extremadamente apáticos- no generan la más mínima conexión con el espectador y la música en vez de colaborar para que se produzca un acercamiento, lo que hace es distanciar aún más mediante sonidos estridentes que no parecen encajar dentro de esa propuesta. En el medio de todo esto, el título de la película hace referencia –además de los adolescentes muertos en vida- a una muerte concreta, que pasa sin pena ni gloria
Una idea estirada durante 88 minutos con pretensiones reflexivas y diálogos que buscan algún tipo de profundidad pero a medida que pasan los minutos se va diluyendo esa esperanza para dejar a la vista nada más que un lugar común y frívolo que ya ha sido filmado y mejor.
El Hijo Buscado, de Daniel Gaglianó (Argentina, 2014 – Comp. Arg.), por M.O.
Cuando el trámite definitivo para adoptar un hijo vuelve a fallar por cuestiones de papeles, Álvaro (Rafael Ferro) y Ana (María Ucedo) optan por una alternativa: buscar un bebé en la provincia de Misiones. Para allí viajará él, y sabe que no será una tarea sencilla. Logra dar con Anahí (Sofi Brito), una joven a punto de dar a luz, que incluso en ese estado trabaja en un cabaret y no cuida su salud. Será la mejor oportunidad de que Álvaro pueda conseguir lo que tanto anhela. Pero alrededor de la muchacha merodea el peligro.
Con el documental Solo de Guitarra como antecedente, Daniel Gaglianó presenta en su primer largometraje de ficción una historia sobre el amor y la esperanza en un contexto de corrupción y miseria. Temas como la trata de mujeres y la venta de bebés dicen presente, pero el director no hace un trazo grueso al respecto ni tampoco funciona como un panfleto de denuncia: la historia está contada desde el punto de vista de Álvaro, de modo que el público también lo acompaña en esta riesgosa empresa y se identifica con su búsqueda. Se sabe que no está procediendo de una manera legal, pero resulta imposible juzgarlo.
Y la empatía que genera el protagonista se debe principalmente al trabajo de Rafael Ferro, en otra actuación valiente, siempre tan convincente desde lo físico como de lo introspectivo. No se queda atrás Sofi Brito, en su segunda participación cinematográfica luego de Los Salvajes.
El Hijo Buscado es un drama, que genera una tensión y un clima de paranoia dignos de un thriller. Pero, ante todo, es una historia sobre encontrar la felicidad y jugarse entero por ella.
Los Hongos, de Oscar Ruiz Navia (Colombia / Argentina, 2014 – Comp. Lat.), por M.O.
Ras (Jovan Alexis Marquinez) y Calvin (Calvin Buenaventura) son jóvenes, amigos y graffiteros. Hacer graffitis en los muros de la ciudad de Cali actual puede traerles problemas con las autoridades, pero ellos siguen fieles a sí mismos. A la par de que se expresan en cada pared, ambos experimentan vivencias típicas de la edad (fiestas, chicas), deben lidiar con temas familiares y pensar en el futuro; un futuro incierto, con cambios políticos y sociales.
El colombiano Oscar Ruiz Navia venía de hacer ruido con El Vuelco del Cangrejo, su ópera prima, que triunfó en festivales como el de Berlín. En Los Hongos sigue a estos muchachos caleños y cómo tratan de ser ellos mismos en un entorno con fuerzas policiales vigilando cada esquina, donde la asunción de un nuevo alcalde no es garantía de mejoras. El director habla de Rad y de Calvin, y también habla de una ciudad, de un país.
Con un estilo dinámico y fresco, dramático sin caer en golpes bajos, Los Hongos presenta una nueva visión de la actualidad de una parte importante de Latinoamérica.
Pistas Para Volver a Casa, de Jazmín Stuart (Argentina, 2014 – Comp. Arg.), por José Tripodero
El opus dos de Jazmín Stuart (el primero solista) cuenta el viaje de dos hermanos al borde de los cuarenta años, en la medianía de sus vidas, hacia el interior de la Provincia de Buenos Aires por la internación de su padre (el inoxidable Hugo Arana). Como sucede con las narraciones clásicas, esas que tienen las clavijas de las estructuras bien ajustadas, el viaje es la excusa para desenterrar asuntos no resueltos, aquí entre Dina (Érica Rivas) y Pascualino (Juan Minujín), hermanos que acarrean esos nombres por el capricho de un padre, admirador de unos cantantes de italianos sesentosos. Lo que parecía ser un peso inesperado se transforma en una posibilidad para reencausar la vida de estos dos personajes, y es nada menos que la existencia de un bolso cargado de dinero, ocultado en un bosque por el padre de ambos, mientras se dirigía al encuentro de mamá (quién abandonó a la familia décadas atrás). De repente en sus monótonas vidas tienen una expedición 2×1.
La búsqueda del tesoro los lleva a un viaje de reparación, de rompecabezas familiar. Stuart en contraposición al auto destartalado de Dina hace avanzar su vehículo narrativo con paso firme, sin recurrir a los golpes bajos ni a los momentos de catarsis que causan vergüenza ajena. Pistas Para Volver a Casa es una road movie y comedia dramática a la vez, influencia por ecos temáticos del cine de Wes Anderson, todo contorneado por una música celta que nos transporta mentalmente a otras geografías. Es, en definitiva, un relato de héroes grises topados con peripecias extraordinarias, las únicas –al parecer- potables de resolverles los conflictos. Una historia que se nutre de la sobriedad (en todos los aspectos del lenguaje cinematográfico) y de la brillantez actoral del cuarteto compuesto por la gran Érica Rivas, Juan Minujín, Hugo Arana y Beatriz Spelzini.
Hill of Freedom, de Hong Sang Soo (2014, Corea – Autores), por E.M.D’A.
Narrada a través de una serie de cartas que Mori le deja a su amada Younsun, el director surcoreano va uniendo las piezas de este rompecabezas de flashbacks que es Hill of Freedom. Bajo la aparente sencillez de siempre, que esconde una puesta en escena con precisión milimétrica, Hong despliega su reconocido arsenal de recursos: el zoom, situaciones cotidianas y largas conversaciones –siempre alcohol y comida mediante-, las estructuras circulares, el cine dentro del cine, elementos claves como el azar y el vagabundeo de los personajes y mujeres bellas y fuertes –además de misteriosas- que provocan amores intensos, obsesivos y cambiantes como la vida misma y el presente continuo por el que transitan los personajes.
La esencia del cine de Hong está en la escena en la que a Younsun se le caen las cartas por la escalera y así, desordenadas como las levanta del suelo, no tiene forma de organizarlas porque no tienen fecha; entonces la única opción para ella es ir armando el orden del relato libremente, así como viene, en fragmentos constituidos por momentos.
El cine de Hong es eso; encuentros y desencuentros que exhiben nada más –pero nada menos- que la experiencia de vivir; el simple y tan complejo a la vez, hecho de relacionarse con otros, como si el único conflicto o acción que quisiera contar fuese la de existir en un determinado tiempo y espacio.
Un cine hipnótico que explora de manera exhaustiva la anatomía de las relaciones humanas como ningún otro.
Los Monstruos, de Juan Schmidt (Argentina, 2014 – Las Venas Abiertas…), por M.O.
Cada rincón de la Argentina es pródigo en cuanto a mitos y leyendas. La provincia de La Rioja no es la excepción. Como es el caso de la ciudad de Famatina, cuna de historias sobre extrañas apariciones.
Juan Schmidt (director de la aún no estrenada Polvareda) armó este documental en base a entrevistas a los lugareños. La gran mayoría tiene anécdotas que incluyen criaturas de la noche, empezando por una que se destaca por encima del resto: Mikilo, al que se lo describe como un violento enano peludo de patas chuecas y cabeza como de toro. Cada testimonio permite conocer un punto de vista distinto de este ser (no pocos piensan que se trata del mismísimo Diablo), y queda evidente cómo el folklore más fantástico está más propio de los habitantes veteranos -quienes ya vivían ahí antes de la llegada de las nuevas tecnologías- y los más jóvenes, no tan afectos a las viejas tradiciones.
Los vecinos de Famatina se expresan con la jerga de la zona (por momentos, tan difícil de interpretar que se recurre a subtítulos), y hablan con cierto pintoresquismo que puede resultar cómico, incluso cuando narran un episodio terrorífico. Sin embargo, esta comicidad involuntaria nunca atenta contra el interés de la temática.
Con narración a cargo del actor Cutuli, Los Monstruos permite conocer algunas de las tantas fábulas que le siguen otorgando al país una cuota indispensable de misterio y fantasía.
Santiago Violenta de Ernesto Díaz Espinoza (2014, Chile, Panorama/Sentidos del Humor), por E.M.D’A.
El director de Tráiganme la Cabeza de la Mujer Metralleta y Mandrill –entre otras-, continúa homenajeando a Quentin Tarantino, pero ahora además de hacerlo a través del tributo a las temáticas y las formas del cineasta, lo pone –literalmente- en un altar desde el cual le reza uno de los protagonistas de la película, arrodillado ante pósters de sus películas y velas, para que el cine que él desea hacer se parezca al de su ídolo.
Con espíritu clase B y mucha cinefilia -desde el cine clásico hasta el exploitation-, Espinosa cuenta la historia de tres amigos que se conocen desde la secundaria y sueñan despiertos con ser personajes de un policial setentoso mientras reviven sus épocas de juventud tomando piscolas. Al igual que su mayor referente cinematográfico, el cine de Espinoza demuestra a esta altura marcas autorales bien definidas como las constantes referencias a la cultura pop, personajes femeninos fuertes e histriónicos –como en este caso lo es la Tía Marilyn- la estilización de la violencia desbordada e influencias de lo más variadas.
La quinta película de este digno exponente de la generación del videoclub, es una declaración de amor al cine y una aventura de piscolas y pistolas como lo anuncian los títulos en ese amarillo chillón, festivo y rabioso.