A partir de un texto de Ángel Faretta llamado “Tema del cine y del héroe”, parte de su maravilloso libro Espíritu de Simetría, vamos a realizar una reflexión alrededor de la figura del héroe y su destino.
Haciendo referencia a Borges, Faretta asegura que el tema capital de la épica es la busca, la cual antes era afortunada (El Vellocino de oro) y actualmente trae aparejado el infortunio (El Castillo, Moby Dick). La suerte del héroe cinematográfico también iría empeorándose en la historia del cine, teniendo en cuenta el arco que podemos elaborar entre La Diligencia, Vértigo y París, Texas (en este film en particular el héroe completaría su busca para luego iniciar otra hacia ¿la tumba?)
Centrándose en el héroe y esta manía que lo empuja detrás de un objetivo que parece imposible, Faretta escribe: “Hay un trayecto que va de la biología al destino. Nos aseguran que en el exacto medio de ese segmento acecha el sofá o, mejor dicho, la tentación del sofá.”
En esta frase, magistral, debemos detenernos. Faretta platea una triada difícil, y mucho, de eludir cuando se trata del héroe, en nuestro caso, cinematográfico. La triada es simple: la biología, el Destino y el sofá. Vamos a utilizar esta frase como un catalizador (nunca mejor empleado el término cuando de drama hablamos) para apuntar algunos concepto alrededor de la construcción de un personaje.
Pensemos ahora un poco en nuestras propias historias. Hay un punto, llegó el momento de la confesión, en el que sabemos que nuestros héroes están siendo empujados hacia donde nosotros queremos por puro empecinamiento nuestro. Si en verdad los dejamos actuar según sus propias naturalezas, ellos hace rato que hubieran renunciado a su búsqueda (que en estas condiciones es solo nuestra) y estarían echados muy cómodos en el primer sofá con el que se toparan. ¿Qué falla en este punto? Nuestra dotación de características biológicas.
Leemos de Faretta: “El destino, que inexorablemente tiene que ver con la finitud, puede ser – intuimos – una dilatada metáfora de lo biológico: al fin y al cabo, ¿Aquiles no muere por un ‘dato’ precioso de su constitución física?”
Perfecto. El arco del héroe se inicia necesariamente en lo biológico para completarse, sin ninguna clase de corte, en su Destino. No se puede pensar en un personaje y su constitución heroica como una desunión, un paralelismo o un encuentro posterior entre estas dos fases. No. Están unidas desde el momento en que el héroe nace. Con Aquiles el ejemplo está clarísimo. Aquiles fue sumergido por Tetis en las aguas del Estigia para volverse inmortal. Pero al ser tomado del talón, único lugar donde el pequeño no se pudo mojar, se volvió vulnerable en esa parte del cuerpo, sellándose así su Destino mortal.
Mencionemos ahora la utilidad de referirnos a lo biológico como nombre totalizador del origen del héroe, ya que si ponemos en su lugar a lo psicológico muchos héroes no serían considerados como tales y podríamos perder “lo corporal” y “lo divino” en su relación con el Destino, dejando todo en manos de la explicación meramente patológica y social, cuando en verdad por otros causes tratamos de andar. Cuando Shakespeare creó a Hamlet jamás pensó en su psicología ya que tal pensamiento no existía como lo entendemos hoy. Hamlet no tiene un Edipo mal resuelto con su madre, sino un simple y devastador amor de melancólico. ¿Pero donde sella su Destino? ¿Al nacer como melancólico, al sospechar de la muerte de su padre o al escuchar el pedido vengativo del fantasma? Al haber nacido con un humor inapropiado para su condición principesca en un mundo caótico. Ricardo III o Macbeth, en las mismas circunstancias, hubieran sido los protagonistas de una pieza demasiado breve.
Veamos ahora algunas señas biológicas que marcan Destino.
Batman y Clarice Starling sellan su Destino cuando pierden en manos de la injusticia a sus padres. Esta herida los marca biológicamente, la búsqueda hacia su Destino está impulsada a partir de ella. Con los padres de Bruce Wayne y Clarice mueren también ellos. Batman y la agente Starling son seres marcados que salen a buscar, mediante la justicia, un encuentro con la unidad perdida. Los Destinos de ambos son trágicos, están condenados a buscar lo que saben que nunca van a encontrar pero lo siguen buscando. En ellos actúa nuevamente lo biológico: sintieron con tanta furia en todo su ser el peso de la injusticia que su único alivio es saber conjurarla del mundo, aunque ella siempre vuelva. La madre del doctor Víctor Frankestein muere en un parto y él jura encontrar la forma de vencer a la muerte. El Joven Manos de Tijera queda marcado cuando destruye sus futuras manos al mismo tiempo que su creador muere. Esto lo impulsa a buscar la aceptación. El premio que se lleva de esta aventura negativa es comprender y aceptar que nunca será como los demás, cosa que lo deja solo pero con el conocimiento del amor verdadero. En La muerte le siente bien Madeline Ashton ve ante un espejo las arrugas que comienzan a poblar su rostro y sella su Destino en busca de la eternidad. Romeo ve a Julieta y la tumba los aguarda.
Entonces vemos que la marca biológica inicial del héroe es la búsqueda de una unidad quebrada, en ocasiones sobre el cuerpo mismo, en otras sobre seres, objetos o estados que hacen simbiosis con sus propios miembros y espíritus.
Si comprendemos la relación entre lo biológico y el Destino, llegó el momento de completar la triada: el famoso sofá. El sofá es la tentación a la cual solo lo biológico puede imponérsele. Si el personaje no está construido con una marca que haya sido infligida con la suficiente fuerza sobre su cuerpo, caerá ante la tentación del sofá, abandonará la aventura, preferirá la vida ordinaria antes que completarse a si mismo. ¿Nunca les pasó con sus guiones que los personajes los miraran con cierta lástima y les dijeran?: “Está bien, lo hago, pero yo hace tiempo estaría mirando la tele en mi casa, nada me empuja a meterme en esa cueva y matar a semejante dragón. Todo este riesgo no lo necesito para seguir viviendo.”
No es tan difícil encontrar ejemplos de personajes con esta vagancia natural. Creo que el protagonista de El hombre de al lado no tiene la suficiente fuerza biológica para dejar morir a un hombre, (quizás por eso los dioses le resuelven parte del problema con un inesperado tiro por la espalda). Creo que el periodista de Zodiac no tiene la fuerza biológica necesaria para apasionarse con ese caso. En cambio el Jake de Avatar tiene, en sus propias palabras, un gran vacío y dos piernas muertas, fuerza necesaria para salir corriendo detrás de su insospechado Destino.
Para los héroes que no se hayan sentado nunca a descansar les aguarda de igual modo, cuando posean el tesoro y descubran que está conformado por oro o serpientes, un reposo final. El joven manos de tijera vuelve a su arte, solitario, pero en paz. El doctor Victor Frankestein muere dormido entre el hielo, sabedor de que hay fuerzas contra las cuales el hombre no puede actuar. Madeline Asthon no puede dormir en paz, jamás se lo ha permitido, pero cuando ya todo terminó para ella, va a contemplar el descanso heroico del doctor Melville. Batman descansa durante el día o en una palabra amistosa o contemplando la ciudad que reposa aliviada. Romeo y Julieta viven juntos y felices, pero en el cielo, donde reina el orden. Y por último, Clarice Starling duerme gracias a haber conseguido el silencio de los inocentes.
Los héroes parten a su destino y eluden el sofá durante el tiempo que tienen que hacerlo gracias a su marca biológica. Nosotros, sus creadores, somos los dioses que debemos herirlos. Para ponerlos entonces en movimiento, incluso antes de que hayan caminado por el mundo, debemos calentar nuestro atizador en el fuego de la crueldad dramática y darles un golpe que les deje suficiente huella y ánimo de revancha. No debemos sentir lástima por ellos. Al final del recorrido solo los aguarda la inmortalidad.