Juego y aventura
Borges inventó una forma de narrar que podría resumirse en la idea de referir los hechos de la historia simulando que todavía no se la está narrando. Muchos de los cuentos de Borges, sobre todo cuando entra en juego la posiblidad de la épica, son como el anuncio de un relato que el narrador se resiste a contar, aduciendo pereza o incapacidad para el detalle en la descripción de las peripecias. No se trata de resumir la historia, de contar la sinopsis de una posible novela y así convertirla en un cuento. Es algo bastante más complejo. Ese referir los hechos casi sin narrarlos se incluye en el propio relato no tanto como un procedimiento económico sino como una disimulada estrategia para poner en crisis la transparencia narrativa y agregar una capa de complejidad en la construcción del punto de vista y el lugar del narrador. Cuando más simples parecen ser los cuentos de Borges, más se evidencia la sofisticación de este procedimiento. Borges simula clasicismo para terminar siendo el más moderno de todos.
En Concierto para la batalla de El Tala, la última película de Mariano Llinás, se procede de forma similar. Llinás refiere los hechos de una historia poderosísima, con ingredientes que sugieren la épica histórica, permiten las connotaciones políticas y la cruzan con el género fantástico. Llinás se refiere a estos hechos, pero no los filma; apenas los escribe. Y ese relato escrito ni siquiera es muy extenso, ya que la prosa es escueta y evita la digresión y las descripciones detalladas. Es curioso, porque efectivamente se trata de la película más borgeana de todas las que Llinás filmó, pero el texto evita todo el tiempo la recurrencia a construcciones gramaticales usuales en Borges y la posible influencia de su particular forma de adjetivar en la prosa de Llinás, algo que sí suele ser evidente tanto en sus películas previas como en sus textos escritos o incluso en los guiones en los que colabora.
Lo notable es que este procedimiento de sustracción visual e incluso descriptiva, que se hace extremo en la negación de toda imagen que remita directamente a la batalla que se narra, es sin embargo fuertemente cinematográfico. Tanto en Historias extraordinarias como en La flor, Llinás planteaba la idea de que las palabras también podían ser cine, si es que evocan imágenes y acción. Pero esas palabras requieren el poder de la sugerencia y nunca deben intentar sustituir por acumulación o exceso descriptivo el poder virtual de esas imágenes que se están evocando. En una crítica muy lúcida de Moby Dick, la película de John Huston, Rohmer sugiere que el principal problema de esa adaptación es no haber entendido que en la novela de Melville ya estaba implícito el cine. Moby Dick, la novela, ya era cine en 1851. Rohmer no está diciendo que la novela es lo que se suele llamar una “novela cinematográfica”; es decir, que evoca o sugiere imágenes y escenas visuales, sino que su propia naturaleza expansiva es ya la que conocemos como cine. Convertida en película, en 1956, se limita a la grandilocuencia y al énfasis, que no son otra cosa que la evidencia de una falta, de una incapacidad para producir imágenes que nos convenzan. Los dos textos que Llinás cita en su película, transcribiendo a veces párrafos enteros, “Facundo” y las “Memorias” de Lamadrid, en cambio evocan un cine posible pero no funcionan como una anticipación ilusoria de un lenguaje que todavía no había sido inventado. Son cinematográficos en el mejor sentido de la palabra, porque nos permiten imaginar escenas llenas de acción, podemos oler la sangre, sentir el coraje casi enloquecido de Lamadrid, intuir el miedo a morir de los soldados, estar abrumados por la fiereza de Quiroga.
El otro elemento que incorpora Llinás, con insistencia pero sin abrumar, son los sonidos aislados de la batalla: el desenvaine de una espada, los cañonazos, el galope de los caballos. Y este recurso funciona en el mismo sentido de evocación. Como si Llinás llevara al extremo lo que bien había descubierto Bresson: “un sonido evoca siempre una imagen, una imagen nunca evoca un sonido.”
Alguien podría argumentar que esto no es cine, porque no es mucho más que la conjunción de la grabación de un concierto y la inclusión de unas placas que van dando cuenta de un relato escrito. Pero estarían olvidando que una de las grandes tradiciones del cine moderno es la de dar cuenta de la existencia de otras disciplinas artísticas no para adaptarlas al lenguaje del cine sino para incluirlas dentro de su dispositivo formal, como si lo que se estuviera sugiriendo es que el cine no es menos (ni es más) que otra forma de dar cuenta del mundo a través de símbolos, como lo hace la música, como lo hace la literatura. No se trata de registrar un concierto o filmar las palabras, sino de sugerir que al fin y al cabo todo es parte de lo mismo, de eso que lleva el nombre pomposo de “arte”, pero que en realidad se parece más a un juego o a una aventura.
© Juan Villegas, 2021 | @JuanVillegas19
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0 comentarios en “[22] BAFICI | Concierto para la batalla de El Tala”
Dejate de hinchar las bolas.
Si este loco fuera un director debutante le meten un boleo en el ojete a él y al ppt ese falopa.
Una nerdiada y todos sorprendidos ooooo lo que hizo Llinás.
Que vuelva el de Balnearios, La flor etc. Esto es falopa paraguaya.