Lejos estamos de la década del 70, en que el cine italiano aún brillaba con fortaleza con grandes nombres como Fellini, Visconti y Antonioni, para nombrar solo a los más notables. Todavía en la siguiente década hubo, aunque en menor cantidad, algunos realizadores trascendentes como Scola, Monicelli y los Taviani.
En la actualidad son pocos los directores italianos que generan expectativas (Moretti, Sorrentino) y quien ahora nos ocupa: Matteo Garrone. De su primera época, con una película cada dos años desde 1996, la que provocó cierto interés fue la cuarta (L’imbalsamatore), presentada en el BAFICI, aunque no estrenada localmente.
El gran salto lo dio con Gomorra (2008) que ganó el Gran Pemio del jurado en el Festival de Cannes. Tanto ese film como dos posteriores (Reality, Dogman) señalaron una característica de Garrone al utilizar mayormente actores no profesionales y presentar a personajes que se desenvuelven en medios donde reina usualmente la violencia y la corrupción.
Es también el caso de su más reciente producción que, a diferencia de las anteriores, transcurre casi exclusivamente fuera de Italia. Io capitano es la elegida para representar a su país en las nominaciones al Oscar internacional y por su temática, impactante contenido y calidad, debería figurar, por lo menos en la lista reducida, sobre casi cien películas extranjeras.
A diferencia de otras películas de similar temática, a menudo documentales, como la también italiana (coproducción con Francia Fuocoammare de Gianfranco Rosi, que ganó el Oso de Oro de Berlín en 2016), en esta oportunidad hay una dramática historia con actores (nuevamente) no profesionales.
El título del film y la locación inicial (Senegal), pueden desorientar al espectador, ya que Dakar está lejos del mar Mediterráneo, pero la confesión de Seydou a su madre de que “quiere irse” nos advierte de que pronto cambiará el escenario geográfico. El joven tiene apenas 16 años y es su primo, Moussa, de similar edad, quien le ha informado de la existencia de una posibilidad de llegar a Europa. Y por más que Seydou, ante el enojo de su progenitora, intente calmarla diciendo que “fue un chiste”, no pasará mucho tiempo antes de que ambos adolescentes estén viajando en un bus hacia la frontera con Mali, donde les venderán sendos pasaportes falsos, para seguir hasta otro país africano (Níger).
Cada traslado implica desembolsar dinero (dólar) ante promesas no siempre cumplidas de bandas corruptas que viven trasladando en condiciones casi infrahumanas a pobladores de diversos países africanos, de los que poco sabemos, pero cuya ubicación geográfica y la ruta elegida se muestran con los títulos finales del film.
Hay imágenes de gran belleza como las ondulaciones del desierto de Sahara cuando lo atraviesan en dirección a Libia, transcurso durante el cual ocurren algunas de las escenas más dramáticas de Io capitano, título que solo adquirirá sentido cuando el paisaje cambie por el mar que cobija a Trípoli.
La maestría de Garrone para transmitir, por un lado, la angustia, soledad y solidaridad de algunos personajes y, por el otro y en franco contraste, la codicia y perversidad de otros, generará situaciones límites que a este cronista le recuerdan a film como las de Expreso de medianoche, del recordado Alan Parker.
Uno de los temas que de manera simbólica ilustra la falta de comunicación y solidaridad de los seres mayormente marginales que pueblan la pantalla es la diversidad de lenguas que dominan los personajes. Van variando, al pasar de país en país, al inglés, francés (caso de Senegal) o italiano (Libia) y desnudan el origen habitualmente colonial de la mayoría de los países de África.
Entre tanta desolación humana, cada tanto, aunque esporádicamente aparece algún personaje que hace que no se pierda la esperanza de que no todos esos seres son malvados. El encuentro de Seydou en Libia con un habitante del sur de Italia (Caserta, cerca de Napoles) será uno de pocos los momentos donde se siente la importancia de que nunca se debe perder la esperanza de superar una situación adversa.
La película ganó varios premios en el último Festival de Venecia, incluyendo la de mejor dirección y el premio Marcello Mastroianni para Seydou Sarr (mejor actor joven).
(Italia, Bélgica, Francia, 2023)
Dirección: Matteo Garrone. Guion: Matteo Garrone, Massimo Ceccherini, Massimo Gaudioso, Andrea Tagliaferri. Elenco:Seydou Sarr, Moustapha Fall, Issaka Sawadago. Producción: Paolo Del Brocco, Matteo Garrone. Duración: 121 minutos.