Anoche estuve pensando en hacerme la rata a la columna de hoy. No me siento del todo bien y ando muy nerviosa, por lo que mis niveles de ansiedad se han disparado a la estratósfera. Pensé en llamar al jefecito y pedirle una prórroga o algo así, debido a mi falta de energía, mi miedo y mi angustia que van acrecentándose, a medida que van pasando las horas.
Verán, estoy a un día y medio de comenzar a filmar un nuevo cortometraje. Algo tranquilo, con actores amigos, equipo reducido y producción pequeña. Nada demasiado pretencioso, ni pomposo, arrancando de hecho muy de a poco, con algunas escenitas y sin herniarnos ni desgañitarnos los primeros días de rodaje. Hace ya más de seis añitos que no ruedo como directora, así que podrán entender el fierro que me embarga. Para decorar este cuadro dantesco, no me siento demasiado católica estos días, estoy más bien debilucha, lo que me complica las cosas tanto física como mentalmente.
Para los que me conocen personalmente, esto no debe ser de ninguna manera, una novedad. Todos saben que, cuando estoy por hacer algo que es muy importante para mí, algo que me excita mucho o me ilusiona de manera desmedida; algo de verdad estimulante, algo que representa lo que quiero y lo que logro combinados, ¡pooom!, me enfermo o me parece que me enfermo. Y así ando por estos días, arrastrando las patas, preguntándome por qué carajo quise filmar en primer lugar, sintiendo que estoy muriendo de alguna enfermedad espantosa, con un grano en la pera que parece la casa de Papá Pitufo y sin ganas de salir ni a la puerta de mi casa. Anoche mismo me desperté gritando, sintiéndome miserable y aterrada, con la cabeza que me pesaba una tonelada y media y el estómago revuelto por las nauseas y el cagazo. Grité como una descocida, asustando a mi pobre chuchi que dormía plácidamente.
Así que hoy me quedé en la cama como hasta las diez y media de la mañana, durmiendo con los gatos alrededor, tratando de pensar que esta sensación horrible de que estoy enferma y me voy a morir, es solo psicológica y que, si no lo es, no hay nada que yo pueda hacer al respecto y por lo tanto, lo único que me queda por hacer es quedarme tranquila y tratar de filmar sin hacer ningún esfuerzo físico demasiado arrojado. En fin, como siempre, estoy de la cabeza…
Ustedes se preguntarán, por qué el hecho de filmar una peliculita pedorra me pone así de nerviosa. ¿Acaso vale la pena pasarla tan mal para terminar haciendo un cortometraje que va a ir directo a YouTube? La respuesta, mis queridos lectores, es un categórico SI. No hay nada que se compare, mis estimados y nunca bien ponderados, con la sensación intoxicante, con el frenesí abrumador y maravilloso, de filmar una película.
Estar en rodaje es comparable a estar en un pequeño pueblo, cerrado por murallas y fundado por uno mismo. Es algo así como una especie de microclima, de impasse, de suspensión en el tiempo que deja a la realidad afuera por unos cuantos días y que vuelve a las cosas y gentes externas, como borrosas y fuera de foco. Nada de lo que suceda en rodaje puede considerarse verdaderamente real. Es algo así como un “Las Vegas” portátil. Los sentimientos se exacerban, las decisiones se vuelven arrojadas y peligrosas, las rabietas y pataleos se salen de manera exorbitante de proporción y la idea de estar haciendo algo que está por encima de uno mismo, se vuelve increíblemente estimulante y viva. No hay nada señores, nada, como estar inmerso en el rodaje de una película. Tal vez sea por eso, que el solo hecho de pensarlo me vuelve tan loca…
A mí no me gusta demasiado trabajar como subordinada, así que, estar bajo las órdenes de otro director me cuesta un Perú. No es secreto que soy bastante inútil a la hora de hacerlo y que paso unos nervios y una angustia que me dejan, literalmente, al borde del brote psicótico. Pero estar en rodaje como directora es mi lugar en el mundo, es simplemente, lo que más me gusta hacer en la vida y, por Dios, tengo unas ganas criminales de volver a estar en esa posición. Es solitario el lugar del director, pero a mí no me asusta, jamás lo ha hecho, al contrario… Soy la persona más arrojada, más corajuda, mas sacada, más imbancablemente valiente del mundo cuando filmo y, debo decir, me vuelvo bastante demente cada vez que lo hago. Tanto que casi, pero casi, soy inimputable…
En rodaje la gente se enamora, se pelea, fornica, se emborracha, cambia de religión, se hace amiga de desconocidos, se vuelve increíblemente íntima y abierta con personas que jamás volverá a ver, se divorcia, se casa, se junta, se embaraza y enloquece una y mil veces, dejando la realidad y las responsabilidades del mundo real, afuera de manera tan rotunda como alucinógena. Y por eso, además de vivir un rodaje, vale la pena a veces, filmarlo también…
Hay muchas películas de las cuales podría hablar que transcurren en set de filmaciones, pero les voy a nombrar solo dos o tres, porque estoy medio hecha mierda. Espero que me disculpen e igualmente me acompañen con cariño.
La primera que me viene a la mente es, La Amante del Teniente Francés. Esta película es una de mis favoritas de la vida. Cuando la vi me quedé extática. A parte de ser protagonizada por la más grande actriz de la historia del cine, Meryl Streep (la nombro aunque no haga falta), es una joya que sabe mantenerse viva a través del tiempo y de las épocas. La película es, básicamente, una historia contada en el seno de otra. La historia de un film acerca de un hombre y una mujer en la Inglaterra Victoriana, que se involucran sentimental y escandalosamente y la historia de cómo se rueda eso y cómo sus actores protagonistas (él era Jeremy Irons) se enamoran entre sí mientras hacen la película, aún cuando los dos están casados y en situaciones completamente desaconsejables para el romance. La cinta, dirigida por Karel Reisz, se estrenó en 1981 y obtuvo 5 premios de la Academia, entre ellos Mejor Actriz y Mejor Dirección de Arte.
La segunda peli que quiero recordarles es La Noche Americana, de François Truffaut. Este film francés de 1973, está considerado una de las obras supremas del director, quién además lo protagonizó, junto a Jacqueline Bisset y a Jean Pierre Léaud. En la cinta, veíamos las peripecias de un director y su equipo, tratando de filmar una mala película y de entregarla a tiempo al estudio. Las historias iban desgajándose, protagonizadas por la gente que compone un equipo de rodaje. Actores, técnicos, director, actrices, guionistas, productores etc. Todos iban trenzándose en historias jugosas que los ponían en el centro del desarrollo dramático de la historia. Así, los protagonistas de la película, eran tanto quienes estaban detrás como delante de las cámaras y todos querían su porción de atención de manera voraz. En cine, se llama “noche americana” a la simulación fotográfica y lumínica de la noche en el set. Ese recurso, completamente artificial, le dio nombre a la cinta, metaforizando por completo el artificio y a sus componentes. Un film inolvidable, de visión obligatoria, para quienes están emparentados de alguna manera, con el universo cinematográfico.
Por último y sin demasiados preámbulos, una de las mejores películas de la historia: 8 1/2. Solo diré que la cinta narra la crisis emocional y creativa de un talentosísimo director de cine, que acaba de rodar su último film y que se siente completamente vacío, a la hora de encarar, falazmente, el rodaje de una nueva película. Estrenada en 1963 y protagonizada por Marcello Mastroianni, Claudia Cardinale y Anouk Aimée, entre muchos otros, esta película representa lo mejor de la cinematografía mundial de todos los tiempos y es, sin lugar a dudas, una de los mejores reflejos de lo que es el mundo y la vida, detrás de la gran pantalla. Recreada en su versión musical, tanto en teatro como en el cine por la pieza Nine, aquellos que no se le animen a Fellini por estos días, pueden alquilarse el musical de Rob Marshall, no del todo olvidable, que se estrenó en 2009. Protagonizado por Daniel Day Lewis, la peli se deja ver, si se la acompaña con pochoclos y buena voluntad.
Así que, mis amigos queridos, habiéndoles ya contado mis penas, traumas y terrores de estos tiempos y habiéndoles también recomendado un par de películas bien grosas para desempolvar este fin de semana, me retiro ahora a descansar un poco, con la esperanza de mejorar y de estar más tranquila. Me tomo la libertad de pedirles que, aquellos que sepan curar el empacho me lo curen y que me tiren la mejor de las ondas para estos días en los que se me viene el rodaje encima. Los mantendré al tanto de cómo viene la mano, de la trama de la película y de mi estado general de salud. Les envío sendos besos y les pido que se sumen con sus comentarios, sus buenos deseos y sus recuerdos de películas y de rodajes, a esta columna de jueves, un poco enferma y un poco loca…