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CRÍTICAS - CINE

Transformers 3: El Lado Oscuro de la Luna (3D)

Transformers 3: El Lado Oscuro de la Luna (3D) (Transformers 3: Dark the Moon, EE.UU. 2011)

Director: Michael Bay. Guión: Ehren Kruger. Producción: Steven Spielberg, Michael Bay, Lorenzo di Bonaventura, Ian Bryce, Tom De Santo, Don Murphy. Elenco: Shia LaBeouf, Josh Duhamel, Rosie Huntington-Whiteley, Patrick Dempsey, John Tuturro, Tyrese Gibson, Ramón Rodriguez, Kevin Dunn, Julie White, Tony Todd, Robert Paul Taylor, John Malkovich, Frances McDormand. Distribuidora: UIP. Duración: 150 minutos.

Transformers 3, El Lado Oscuro de la Luna, como su nombre lo indica, es la tercera entrega hasta ahora de la saga Transformers y la guerra entre máquinas espaciales, Autobots y Decépticons.

La nueva entrega a cargo nuevamente de Michael Bay, como así también la adaptación en lo que a guión refiere, nos narra una nueva batalla, un nuevo enfrentamiento en donde interfiere la historia mundial como base, referencia y disparador para la lisergia de efectos especiales que sucede a la premisa: Aparentemente el primer alunizaje en 1969 no fue efectuado por la simple causa de expandir las fronteras y emprender la conquista del espacio, sino que una explosión (de por si complicada y dudosa, ya que la carencia de oxigeno en el satélite la vuelve poco verosímil) se registra en el lado oscuro de luna o, mejor dicho, aquel lado que no es visible desde el planeta Tierra.

La misión es llevada a cabo como investigación del curioso fenómeno para dar cuenta de que una tecnología superior y una existencia alienígena se avecinan y, tarde o temprano, cambiarán lo que se conoce por mundo. Es entonces que Estados Unidos incauta todo lo que encuentra en una especie de competencia con los rusos. El tiempo pasa y la génesis se desvanece, los Autobots conviven con la humanidad e ignoran aquello que han encontrado, pero los Decépticons tienen un plan en el cual, aquel elemento extraterrestre, es clave para la reconstrucción de Cybertron en nuestro planeta. Los Autobots, con Optimus Prime a la cabeza harán todo lo posible por develar aquello que les fue encubierto y evitar así la destrucción humana, pero (siempre hay un pero) no faltará espacio para presentar a la señorita bonita de turno y agregar esa desagradable cuota de falso sentimiento por parte de los humanos, opacando una vez más, a los Mecha, que son aquello que todos quieren ver.

El cambio, la adaptación, la tecnología y la destrucción: son las palabras claves en lo que respecta a la franquicia Transformers en la pantalla grande. De aquellas entrañables cuatro temporadas, 98 episodios, de 24 minutos de duración cada uno, a la hipercompresión de la trama en esta trilogía que promete seguir vendiendo. Esta entrega, en 3D gracias al apoyo del Fusion Camera System de James Cameron, despliega todo aquello que potencia la capacidad sensible del humano, haciéndolo vivir una experiencia por demás avasalladora que culmina con una cuasi-epilepsia a causa de tanto pero tanto trabajo superfluo y enfático.

En lo que respecta a la historia en sí, la aparición de nuevos personajes y una especie de long time ago introductoria, abre el juego a una nueva etapa de confrontación entre esos dos irreconciliables bandos de alta tecnología e inteligencia artificial. Si bien la relación humana-robot fue bien recibida en las dos primeras, en esta tercera, se deja un poco de lado aquello para situar el deseo y sentimiento dentro de la misma especie. No se puede pasar por alto lo que respecta a lo efectivo, a lo visual, a la puesta en escena: sin duda es de lo mejorcito, gráficamente hablando, que se haya visto, pero la decadencia viene de la mano del abuso de recursos, de la carencia de un centro de reposo, de la escasez de diálogos que no opaquen a la narración en imágenes.

El cambio pasa nuevamente al primer plano: Bumblebee, sin duda el Autobot más querido por el público queda relegado, para solo formar parte del filme en una escena donde su cabeza está en juego… Bay recordó recién allí que existía. Y Megatron, el malo más malo, aquel Decépticon que encabezaba la rebelión, aquel alienígena al que más prensa se le otorgó desde hace meses por su “renovada figura”, no tiene mayor participación que una sola batalla. Estética, detalle clave que denota la posición de Don Michael, por un lado el diseñó conlleva cada vez más a la desvirtuación de los personajes originales que, si bien poseen en el filme un realismo extremo, se alejan radicalmente de aquella idea original de Takara y Hasbro. Por otro lado, los colores remiten a una posición pseudo-racista donde “los buenos” poseen variedad de gamas y diseños, especialmente Optimus Prime, con los colores de la bandera de Estados Unidos, mientras que los “malos” poseen un gris gastado remitiendo mayormente al color negro. Detalle al margen y de color (¿de color?) se presenta de la mano de un nuevo Megatron con turbante, que si, lo dice todo.

Las referencias abundan en Transformers 3: El Lado Oscuro de la Luna, llevando obras maestras del celuloide a un nivel visual que impacta, pero abandona lo meramente cinematográfico, desde Matrix (The Matrix, EE.UU. 1999)  y sus gloriosos centinelas, hasta la genial Akira (Akira, Japón 1988), pasando por la cita obligada cuando se habla de ese Dark Side of the Moon a Neon Genesis Evangelion (Shin Seiki Evangelion, Japón 1995) y 2001: Una Odisea del Espacio (2001: a Space Odyssey, EE.UU. Inglaterra 1968).

El 3D de última generación a la orden del día, con un elenco que si bien no llega al nivel de la sobreactuación, se hace entender y hasta resulta verídico por momentos. El gusto por el plano se hace notar pero, y seremos reiterativos, se opaca ante tanto efecto.

Entretenimiento garantizado entre disparos, rayos láser, mechas y pochoclos por un Michael Bay que parece no terminar de entender que no siempre más, significa mejor, pero tal vez, si signifique secuela.

Por Uriel De Simoni

 

Ya sabemos qué esperar de las películas de Transformers y de las películas de Michael Bay en general: acción, acción, más de acción… y más acción todavía.

Y Transformers 3: El Lado Oscuro de la Luna no se aparta de eso.

Esta vez, la historia (aunque no lo parezca, hay una) se remonta a los ’60, cuando la NASA descubre en la Luna —en el lado, oscuro, por supuesto— una nave extraterrestre que resulta ser el Arca, perdida luego de la debacle del planeta Cybertron, antiguo hogar de los ya conocidos y multifacéticos robots. Allí se encuentra Sentinel Primer (voz del interminable Leonard Nimoy), líder de aquella civilización, mentor de Optimus Prime, líder de los Autobots. Y es justamente el alumno quien, ya en la actualidad, se encarga de traerlo a la Tierra para revivirlo. Pero todo esto es un plan de Megatron (voz de Hugo Weaving), que está dispuesto a hacer estragos nuevamente junto a sus fieles Decepticons. Una vez más, los bandos de vehículos transformistas lucharán ferozmente. Y en el medio, como de costumbre, Sam Witwicky (Shia LaBeouf), quien además debe lidiar con problemas personales mientras ayuda a sus queridos Autobots.

La película es más de lo mismo, demasiado de lo mismo, que sus antecesoras: persecuciones, explosiones, robots, militares, chicas sexies, chistes tontos, banderas estadounidenses, destrucción a granel… Una vez más, la creatividad no está puesta en el guión sino en el área de los efectos especiales y en lograr mayor espectacularidad. De hecho, la última media hora funciona como film bélico en una Chicago apocalíptica.

Michael Bay sigue siendo fiel a sí mismo. Su megalomanía y su obsesión por las emociones fuertes parecen no tener fin. Como una representación de lo que los cinéfilos más puristas detestan de Hollywood. Jamás abandonó la estética de cuando dirigía avisos publicitarios y videoclips. De hecho, una vez dijo: “No cambio mi estilo por nadie. Eso es de mariquitas”. Pero la idea aquí no es ensañarse con el pobre (¿pobre?) Michael. Para empezar, tiene un sentido cinematográfico envidiable. Recuerda un poco a Tony Scott, pero más manierista, épico y excesivo. En Transformers 3 también demostró que supo hacer una recreación histórica, mezclando imágenes de archivo con ficción, al mejor estilo de Forrest Gump. Bay ya había probado lo mismo en la fallidísima Pearl Harbor, pero aquí salió más airoso. Y no sólo eso: también es posible encontrar rasgos autorales en su filmografía. Es verdad que hay una fascinación por las fuerzas policiales y militares, y un nivel de patriotismo bastante cansador. Un detalle interesante: los protagonistas de sus films suelen ser outsiders que, contra todos los pronósticos, deben ponerse el traje de héroes, como Stanley Goodspeed (Nicolas Cage) en La Roca, los perforadores de Armageddon, Lincoln Seis-Eco (Ewan McGregor) en La Isla y Sam en la saga de Transformers. ¿Se sentirá Michael Bay un nerd con ganas de salvar el mundo?

En cuanto al elenco, vuelven los protagonistas de las dos anteriores… salvo Megan Fox. La candente actriz se peleó con el director (que la destruye con un chiste interno al principio de la película) y fue echada del rodaje. Por eso Sam tiene una nueva novia: Carly, interpretada por Rosie Huntington-Whiteley. Esta modelo inglesa es muy bonita, pero no tiene la actitud y el sex appel característicos de Megan. En cuanto a las demás incorporaciones, se destacan los veteranos: Frances McDormand como la directora de una agencia gubernamental y, sobre todo, John Malkovich, quien se roba sus escenas en el rol del extravagante jefe de Sam. Ellos, junto con John Turturro (repite su papel del agente Simmons) demuestran que no se puede vivir de los hermanos Coen. También aparecen Jen Jeong, el Mr. Chow de ¿Qué Pasó Ayer? y su secuela, y Patrick Dempsey, quien está decente como un humano aliado de los Decepticons. No podíamos dejar de mencionar la participación de Buzz Aldrin, el segundo hombre en pisar la Luna, haciendo de sí mismo[1].

Transformers 3: El Lado Oscuro de la Luna está a años luz de ser genial, pero puede llegar a disfrutarse si uno viene de ser sometido a maratones de Bergman, Antonioni y Tarkovski.

Y no, en ningún momento suena Pink Floyd.

Por Matías Orta



[1] Sí, Buzz Lightyear, el hombre espacial de Toy Story, fue bautizado así en su honor.

 

Destrucción Total (¿Y si Megan Fox no Estaba tan Errada?)

Según Michael Bay, la razón por la que Megan Fox no quedó seleccionada para participar de Transformers: El Lado Oscuro de la Luna, fue porque comparó al director con Hitler y Napoleón por la estricta forma de dirigir a los actores y el equipo técnico. Según Bay, la decisión la tomó Spielberg, productor ejecutivo, que lo sintió como una ofensa personal y antisemita. A Bay pareció no importarle, le molestaba más que la actriz esté todo el tiempo mandando mensajitos por el Blackberry.

¿Y si Fox decía la verdad? ¿ Y si la sex symbol en realidad no es tan estúpida como pensamos y la comparación tiene sus fundamentos?

La tercera parte de Transformers no hace más que demostrar que Bay tiene una ideología netamente socionacionalista y peligrosa, incluso.

Admito que la primera parte me había gustado. Creo que fue más bien la sorpresa de encontrarme con una adaptación bastante fiel a la serie animada y que los robots en cuestión eran sin duda asombrosos, al igual que sus transformaciones. Las interpretaciones humanas en cambio, eran de plástico (a pesar de que participaban Jon Voight y John Turturro entre otros). Pero había cierta nostalgia, fidelidad, cancherismo que le quedaba bien. Además era la primera vez que conocíamos a la hermosa moracha de ojos claros.

Pero en la segunda, Bay derrapó e hizo de las suyas como siempre: si Armageddon era una película grasosa que se regodeaba en la publicidad y video clip noventoso, con aires pretenciosos (pero el carisma del elenco la salvaba), Transformers 2 era una sobredosis de grasa. Grasa de autos, de transpiración masculina y femenina, cuerpos esculturales que parecen sacados de una película erótica mediocre, los peores fetichismos de los ’80 de Tony y Ridley Scott se acumulan en el cine de Michael Bay, pero sin la capacidad narrativa que tiene el cine de los hermanos británicos.

Bay es acción, explosiones y misoginia elevados a una potencia de vacío cinematográfico y narrativo. No importa si los guionistas son realmente malos, Bay se ocupa de destruir cualquier guión. No sabe contar con imágenes las palabras, entonces apela a una acumulación, sobrecarga de efectos especiales, persecuciones, acción desproporcionada e inverosímil. Y lo peor, es que no divierte, no transmite tensión, no se genera suspenso.

Transformers 2 era básicamente un almanaque de taller mecánico y no mucho más. Ni siquiera se disfrutaban los efectos especiales, ni las transformaciones, ni las peleas, que eran ininteligibles para el ojo humano (quizás sí para el robótico).

Con Transformers 3 tenía expectativas de que haya aprendido de sus errores (como dijo en una entrevista), y haya mejorado algo, regresando a la aventura inicial.

Los primeros 5 minutos me entusiasmaron. Un prólogo que sucede durante la carrera espacial de Estados Unidos por llegar a la luna. Una truca en la que se mezclan personajes históricos con los actores ficcionalizados me dio pie a especular que esta tercera parte, podría ser un poquito mejor al menos que la secuela.

Lamentablemente no fue así. Empeora. Esos primeros 5 minutos son un engaño en todos aspectos. De hecho, tampoco es novedoso. Zemeckis lo hizo mejor en Forrest Gump y Contacto (hay varias similitudes narrativas con esta) y Zack Snyder, que, de hecho no es un director que me cae demasiado simpático fue mucho más meticuloso con el comienzo de Watchmen. Pero Michael Bay filma más rápido y le importa un bledo que el montaje final quede bien. No es meticuloso. Y esta vez se nota más que nunca. No es casualidad que firmen tres montajistas. Es horrible la edición. Hay errores de continuidad muy groseros. O quizás los noté porque la acción en cierto punto ya me aburría tanto que tenía que pensar en otras cosas. Además la idea de que el cine puede cambiar la historia o darle una explicación fantástica a ciertos hechos reales de la historia, ya fue mejor realizada en Hombres de Negro  I y II de Sonnenfeld, Bastardos sin Gloria de Tarantino, las ya mencionadas Gump y Watchmen, y últimamente en la comedia de Woody Allen, Medianoche en París.

Pero más allá del absurdo, pretencioso, incoherente argumento inicial de Ehren Kruger, un especialista en malograr adaptaciones (fue el irresponsable del guión de Scream 3, lejos la peor de la saga), tenemos un detalle fundamental y es que toda la película es inconexa e incoherente y no hay un solo plano que lo admita. O sea, incluso hay cierta conciencia en Roland Emmerich, de que está haciendo un film clase B sobre la destrucción del mundo. Sí, miren que malo que es el cine de Bay, que un film mediocre, como 2012 sale bien parado a comparación. Sin ser lo más interesante del holandés (me quedo con Stargate y Día de la Independencia, e incluso con algo de Godzilla), el último film tiene una gran secuencia de destrucción que todos los medios aplaudieron: cuando se destruye Los Angeles.

Transformers 3 es destrucción total, desprejuiciada, y completamente idiota, sinsentido. No hay rastros de que Bay pida perdón con alguna cita cinefila. Si Michael Bay parece que solamente vio publicidades y video clips en su vida. Quizás la única película que vio fue Top Gun, y basa toda su filmografía en eso. Y vamos a admitirlo, aunque sea de culto, no es lo mejor de Tony Scott, ni una gran película. Solamente un hito, lo que hizo realmente famoso a Tom Cruise. Una lástima que la cinefilia Spielbergriana no dice presente. Aunque hay un obvio homenaje a Jurassic Park, que me despertó la única risa durante los eternos 154 minutos que dura la película.

Michael Bay logra algo que parece imposible: abrumar con las escenas de acción, aburrir, tan repetitivas, tan monótonas son que todo el resto carece de imaginación. Y los efectos ya no causan novedad. Es un pecado, un crimen comparar estos efectos con los de Avatar, incluso. El CGI ya no sorprende. Al menos como lo usa Michael Bay. Los giros narrativos son los mismos de la antecesora. ¡Ya sabemos todos que los Autobots no se van a morir en la mitad de la película! ¡Hiciste lo mismo en la 2! ¡BASTA! Y no me importa que sea un spoiler. Me abruman los cameos humorísticos. Me encantan Turturro y Malkovich, pero esta vez me saturaron también. El nivel de estupidización a los que los somete es humillante. Al principio me caían un poquito simpáticos sus personajes, pero el resto de las participaciones me terminaron cansando también. Sí, tanto la humanidad como los robots me parecieron insoportables.

A favor puedo decir que la ausencia de Fox le dio excusas para evitar caer en la grasada esta vez. Cambió a la morocha rebelde y mecánica por una fina modelo rubia, Rosie Huntington – Whiteley, a la que sacó de una catálogo de Victoria’s Secret. Y no es mentira. El resto de las mujeres (excepto la gran Frances McDormand) corren la misma suerte. No me sorprendería que el casting femenino lo haya hecho, dando vueltas en una limo con las más atractivas mujeres que identificaba en los boliches top de California.

Además no hay un solo personaje que no tiene un bronceado californiano perfecto. Desde Malkovich hasta Shia LaBeuf, todos parecen haber pasado por el mismo solarium que George Hamilton. ¿Así es la vida allá? ¿allá son las mujeres allá? Es insultante al género femenino sin duda, la visión misógina de Bay. Comparable a la de Santiago Segura en Torrente, pero destaco, el español es mucho más simpático.

Siguiendo con las interpretaciones, (porque hablar de los efectos, la trama, las transformaciones es impúdico) se podría decir que esta tercera parte tiene las mejores y las peores actuaciones de la saga: dentro de lo peor podemos citar a los ya mencionados Malkovich y Turturro (los prefiero junto a Adam Sandler o los Coen para eso), la novata Huntington – Whiteley (Megan Fox queda como Meryl Streep en La Decisión de Sophie a comparación de la inexpresividad de esta chica. Igual no es su culpa, es su primer rol y está mal dirigida) y Shia LaBeuf que ha firmado un pacto con el demonio con esta saga, derrochando quizás una promisoria carrera tras la última Indiana Jones. Entre los desaprovechados (en punto neutro) aparecen Josh Duhamel, Tyrese Gibson y Kevin Dunn. Y lo mejorcito viene del lado de los que nunca fallan y quizás no tienen tanto renombre: los comediantes Ken Jeong (con pequeñas similitudes con el personaje de ¿Qué Pasó Ayer?), sus cinco minutos son brillantes; el maravilloso Alan Tudyk, reconocido por Muerte en un Funeral y la serie Firefly, y la gran Frances MacDormand, que logra hacer verosímil cualquier cosa. Incluso sorprende Patrick Dempsey en el inusual rol de villano. Es bastante capaz el actor de Grey’s Anatomy cuando lo sacan de su rol de carilindo solamente. Sino fuera por esas actuaciones me habría escapado de la sala, porque el tedio de la última hora me pareció insoportable.

No hay mucho que destacar en las voces. Peter Cullen con Optimus Prime ya no causa nostalgia, Hugo Weaving como Megatrón es irreconocible, y es una lástima que Leonard Nimoy como el ambiguo Sentinela Prime no adquiera más personalidad (aun cuando se lo ve en una tele como el Dr. Spock y se hace cita varias veces a la serie clásica).

Los diálogos son infumables: una sarta de estupideces explicativas y discursivas, falso patriotismo sin límites. Es una frase incoherente, anticinematográfica tras otra. Lo peor que ha escrito Kruger.

Y el discurso ideológico: los Autobots destruyendo bases en Irán, apoyando al ejército estadounidense; Optimus Prime reivindicándose como un asesino despiadado (“ya no seremos más pacíficos, ahora queremos la guerra”, anuncia en un momento), al igual que el personaje de Sam Witwhiky. Todos terminan siendo ejemplos del estadounidense promedio que apoya la venganza por mano propia. Según el nivel cultural de Bay, los rusos siguen estando en la Perestroika y son unos atrasados e ingenuos por eso. ¿Dónde se ha quedado este tipo?

Claro, no pasó de mediados de los ’90. Miren como filma. No cambió su estética, no se renovó. A pesar del 3D, sigue filmando video clips y publicidades con la estética Baywatch de mediados de los ’90. Horrible.

El retraso mental (en sentido ideológico, se entiende) de este hombre no hacen más que confirmar las acusaciones de Megan Fox. Sí, es nazi y facho. Pero si quieren un ejemplo más concreto, no hace falta más que juntar al personaje de Dempsey y Malkovich. Los dos jefes de la película: ambos toman conciente o inconcientemente, el comportamiento y la actitud que Bay transmite y de la que se habla en sus obras.

Sí, llegue a odiar a este pretencioso autor de talento mediocrísimo, hipócrita, anticinematográfico. Ha destruido una de mis series animadas favoritas de todos los tiempos, y por eso mismo merece este linchamiento público. Ya que le gusta, disfruta, se relame morbosamente destruyendo el mundo y vidas humanas, acá tenés esta destructiva crítica. Tomá un poco de tu propia medicina, ¿a ver como te cae?

Mirá, si la va a leer…

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