Crítica previamente publicada con motivo de exhibición en el 25º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Aunque no lo parezca, hay varias y buenos exponentes de westerns argentinos. Desde La Guerra Gaucha hasta Juan Moreira, pasando por la paródica Los Irrompibles, el cine nacional supo utilizar códigos del que fuera considerado el género estadounidense por excelencia, y que tan exitosamente supieron adaptar en Europa.
Este año llegó un nuevo exponente, y uno de los mejores: Aballay, el Hombre sin Miedo.
Basada en el cuento de Antonio DiBenedetto, posee la esencia y la fuerza de los clásicos de Far West, como los film de John Ford y hasta los spaguetti westerns, principalmente los de Sergio Leone. Allí están los planos generales (ya no de Monument Valley, pero sí de los hermosos Valles Calchaquíes tucumanos, donde se filmó la película); allí están los atracos a diligencias; allí están los personajes intentando sobrevivir en una tierra sin leyes, pero donde subsisten los códigos… hasta cierto punto. También hay elementos de tragedia, ya que Julián está al borde de convertirse en lo que más odia.
Fernando Spiner vuelve a demostrar que es un conocedor de los géneros cinematográficos y que sabe reinterpretarlos de un modo argentino. Ya lo había hecho con la ciencia-ficción, en La Sonámbula y Adiós, Querida Luna.
En cuanto al elenco, además de Cedrón y Casero brillan Claudio Rissi como El Muerto, temible y amoral gaucho, otrora esbirro de Aballay. Moro Anghileri se luce como Negro, el interés romántico de Julián, la única que evita la deshumanización del muchacho. En roles secundarios pero interesantes aparecen Luis Ziembrowski (matón aliado de Aballay), Gabriel Goity (un sacerdote español) y Horacio Fontova (curandero cordobés).
La película demuestra que las historias gauchescas no murieron con Martín Fierro y Don Segundo Sombra (por nombrar algunos gauchos de la cultura popular), y que el cine de género en Argentina está pasando por un momento más que interesante.
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