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CRÍTICAS - CINE

Aires de Esperanza (Labor Day)

(Estados Unidos, 2013)

Dirección y Guión: Jason Reitman. Elenco: Kate Winslet, Josh Brolin, Gattlin Griffith, Clark Gregg, James Van Der Beek, Tobey Maguire. Producción: Helen Estabrook, Lianne Halfon, Jason Reitman. Distribuidora: UIP. Duración: 111 Minutos.

El film trata sobre el encuentro de dos personas desesperadamente solas. Por un lado, Adele (Kate Winslet), una mujer deprimida y con trastornos de ansiedad que vive con su único hijo adolescente (Grattlin Griffith) tras haberse divorciado del padre (Clark Gregg). Por el otro, Hank (Josh Brolin), un hombre condenado a 18 años de cárcel por doble asesinato y fugitivo de la justicia, quien irrumpe en sus vidas buscando refugio de la intensa búsqueda policial.

Aires de Esperanza es el quinto largometraje del realizador de La Joven Vida de Juno (2007) y Amor sin Escalas (2009), Jason Reitman, quien es a su vez hijo de Ivan Reitman, director de Los Cazafantasmas I y II (1984/1989) y Un Detective en el Kinder (1990), entre otros títulos. Es la película menos personal en su filmografía y probablemente la más ambiciosa en cuanto a nombres propios e intenciones se refiere.

Mientras que los trabajos previos de Reitman se destacan por su particular sentido estético y una impronta narrativa desenfadada, en esta oportunidad lo que se distingue es una historia dividida genéricamente por capas bien distantes unas de otras. La proyección comienza con un pulso narrativo compacto y concreto que al pasar los minutos se acelera innecesariamente. El amor entre la pareja protagónica surgirá inmediatamente, como si ambos personajes ya hubiesen leído la sinopsis del relato que iban a protagonizar y decidieran omitir detalles por voluntad propia.

Las escenas más efectivas son aquellas que preceden al desenlace y que conforman los pasajes de tensión más acentuados. Lamentablemente, al momento en que este lapso de intriga finaliza, el film cae en las profundidades de una maraña de lugares comunes y recursos argumentales previsibles cuya única intención será la de brindarle un marco agradable y definitorio a cada una de las historias implicadas.

Apoyada en actuaciones cumplidoras pero no descollantes, Aires de Esperanza apela a recursos forzados dentro de una construcción demasiado artificial como para lograr emociones auténticas. Se aleja de la interesante línea cinematográfica que el director trazó en sus trabajos previos y brinda una trama empalagosa de personajes chatos que queda expuesta en la dramática instancia final de la obra.

calificacion_2

Por Cristian Calavia

 

Lo que el reo nos dejó.

Los primeros tres minutos de Aires de Esperanza demuestran la pericia de un gran guionista y realizador, pues no le hacen falta más de dos o tres escenas y una voz en off para pintar el cuadro de situación que viven esta madre depresiva (Kate Winslet) y ese hijo magnánimo (Gattlin Griffith) antes de que la trama se desarrolle. Jason Reitman, responsable de películas muy populares en los últimos años (La Joven Vida de Juno, Gracias por Fumar, Amor sin Escalas) y alejado esta vez del humor ácido y canchero, nos brinda aquí un drama que sin un poco de cuidado en lo formal o narrativo podría haber caído directo al infierno del estreno directo a DVD.

La separación a Adele (Winslet) no le pegó del todo bien y pese a que los años pasaron, cada vez se ve más temerosa del mundo exterior. Henry (Griffith) entiende fácilmente que hay un hueco en la familia y busca llenarlo a toda costa -conflictos edípicos mediante- aunque sin demasiado éxito. Esa falta será suplida de modo casual cuando Frank (Josh Brolin), un convicto que escapó de prisión, irrumpa en su casa buscando refugio.

La aparición de Frank y la manera en que ambos terminan por aceptarlo bajo su techo es otro gran acierto de Reitman, que logra mostrarnos una situación algo difícil de creer como si no lo fuera. Para ello, el director se vale de una elección de tono perfecta para el personaje y una ejecución sin exabruptos de Brolin: Frank logra que Adele y Henry los ayuden sin utilizar la violencia física, sin necesidad de levantar la voz y con una serie de amables amenazas y sinceros ruegos que resultan convincentes para ellos y para nosotros. Hay miedo en Adele y Henry cuando permiten que un asesino se quede en su hogar, pero también es claro para ellos que ese hombre representa algo más, una bella oportunidad.

Frank es la clave para cautivar a Adele y a Henry y al mismo tiempo a todos los espectadores, que veremos una escena tras otra de clases de cocina, de cómo batear una bola de béisbol, de reparación ligera de automóviles, de baile, hasta que, como quien no quiere la cosa, confiamos en él. Y mediante los flashbacks que nos narran esporádicamente su pasado, podemos llegar a comprender su triste historia y hasta reflexionar sobre las preguntas más antiguas de la filosofía universal, la esencia del hombre, la redención o la posibilidad de que un asesino y un hombre bueno convivan en un mismo ser.

Habrá un primer amor para el púber Henry y en ella se hará presente el único atisbo de picardía que podíamos encontrar en las otras obras de Reitman, pero el personaje sirve en realidad para poner de manifiesto los conflictos edípicos de Henry, en particular la posibilidad de ser desplazado permanentemente de la familia por otro hombre.

Aires de Esperanza cuenta con algunos momentos de tensión, particularmente al comienzo, y se desarrolla como un drama familiar con el peligro latente de que el “buen asesino” sea hallado por la policía durante todo el metraje. Los más ansiosos le objetarán su cansina narración, algo repetitiva en los recursos, y los más cínicos las cantidades industriales de edulcorante que decoran el desenlace de la historia.

calificacion_3

Por Juan Ferré

 

Historias para edulcorar las tardes.

Si existe una característica que defina las obras del director Jason Reitman, es un desarrollo narrativo original, el mismo que pudimos observar en La Joven Vida de Juno y Gracias por Fumar, dos obras que fueron masivamente acogidas por el público internacional. No podemos decir lo mismo de Labor Day, o en su traducción al castellano Aires de Esperanza, ya que la película rebosa de un romanticismo rosa aptó para televidentes de novelas mexicanas.

La trama, que se muestra desde un principio bastante predecible, nos lleva a Estados Unidos a fines de los ochenta con la historia de Adele, una madre soltera que -abandonada por su marido hace varios años- cae víctima  de una depresión que se acentúa año tras año, desmejorando su salud. Adele vive acompañada por su hijo Henry, un niño inteligente y condescendiente con su madre que, en sus 13 años, comienza su despertar sexual. El primer giro en la historia se da con la aparición de Frank Chambers, un ex convicto herido que pide que lo auxilien y escondan en el hogar.

El espectador podría pensar, una vez aparecido en pantalla Frank, que -víctimas del síndrome de Estocolmo- los protagonistas se irán rindiendo ante el delincuente. Pero no, Reitman no solo nos muestra un ex convicto amable y humanitario que no desea hacerles daño a los protagonistas, sino que quiere también, huyendo de un pasado trágico y de los horrores de la cárcel, formar una nueva familia. Es relevante resaltar el cuidadoso trabajo de imagen al que nos invita Aires de Esperanza, que transforma un pie de duraznos o la transpiración de una piel enamorada en todo un acontecimiento para los sentidos.

La narración esta descuidada en el sentido de que nunca  terminamos de conocer la historia detrás de los dolores que convirtieron a los protagonistas en quien son ahora, incluso la aparición de una intrépida y madura niña de 13 años que irá enamorándose de Henry parece construida entre hilos. Más extraña todavía es la sensación anticuada y sexista que nos deja la película: hoy Reitman, que supo realizar un escaneo profundo de la sensibilidad e inteligencia femenina en Juno, nos invita a observar la vida de una mujer que fue desmoronándose sin una presencia masculina.

Finalmente asistimos a un desenlace edulcorado, que deja baches en la narración y que parece más bien un “final feliz” improvisado por falta de tiempo. Todos estos detalles que reposan más en la construcción dramática que en la imagen convierten a la película en un drama soso no recomendado para amantes de las tramas complejas y los personajes profundos. Estamos ante un romance apto para edulcorar los mates en una tarde de lluvia… y hablo de edulcorante y no de azúcar porque la historia se muestra bastante inverosímil.

calificacion_2

Por Sofía Lara Gómez Pisa

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