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CRÍTICAS - CINE

Amor sin Límites

 

Amor sin Límites (Ondine, Inglaterra / Irlanda 2009)

Dirección y Guión: Neil Jordan. Producción: Neil Jordan, James Flynn, Ben Browning. Elenco: Colin Farrell, Alichja Bachleda, Tony Curran, Alison Barry, Dervla Kirwan, Stephen Rea. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 111 minutos.

Ponyo a la Irlandesa

“Bajo del mar, bajo del mar. Vives contenta, siendo sirena eres feliz. Sé que trabajan sin parar y bajo el sol para variar. Mientras nosotros siempre flotamos. Bajo el mar”.

Los griegos decían que cuando navegaban, escuchaban canciones de mujeres, provenientes del mar, que tenían la mitad superior, cuerpo de humano, y la otra mitad, cola de pez. Las canciones hipnotizaban a los navegantes, y los griegos le echaban la culpa a las “sirenas” cada vez que chocaban sus barcos.

Los irlandeses, en cambio creen en las selke o mujeres foca. Según el mito de Ondine, una mujer foca va a salir a la superficie y vivir durante siete años con un hombre común, si se enamora de él, perdiendo sus vestimentas hasta que su marido la venga a buscar y la regrese al mar.

El ecléctico Neil Jordan, que siempre fue fiel a sus raíces irlandesas, tiene una extensa trayectoria mezclando fantasía, política y romance. Sus mejores trabajos suelen ser aquellos que no hace por encargo, que él mismo escribe, que puede conjugar y jugar con los géneros cinematográficos. Su cine tiene elementos transgresores, oníricos, discutibles, pero lo que es indudable, es que siempre fue un gran narrador.

El IRA, la crítica hacia la iglesia católica, mezclado con los miedos de la niñez, la forma en la que la violencia genera mayor violencia, y apuntados aportes de humor negro distinguen su filmografía.

Tras la relativamente polémica Valiente (que acá salió directamente en DVD) con Jodie Foster, Jordan regresa como pez al agua, a su Irlanda natal con una vieja fábula que rememora un poco los cuentos de Hans Christian Andersen, pero con una vuelta de tuerca. Así como en 1984 realizara, una macabra versión de Caperucita Roja con En Compañía de Lobos, ahora manifiesta su propia mirada del mito de La Sirenita.

Syracusse (un Colin Farrell sólido, sin excesos. Volver a Irlanda también le hace bien a él, se nota) es un pescador solitario que un día tira la red al agua y saca una mujer hermosa. La misma no tiene nombre (se hace llamar Ondine, como el mito local). Syracusse le da un hogar a cambio de su compañía. Ondine le pide que la lleve a pescar, pero que la esconda de la visión del resto de la gente. Ella le trae suerte con la pesca y Syracusse se enamora de ella. Al mismo tiempo, aparece Annie, la hija. Annie se traslada en silla de ruedas mientras espera que le hagan un transplante. Entre Ondine y Annie nace una buena amistad, y Syracusse mejora su carácter gracias a la compañía de ambas. El problema surge, cuando un misterioso hombre viene a buscar a Ondine.

Jordan construye una comedia romántica con algo de drama, pero que nunca se convierte en una telenovela. Todo lo contrario, se puede decir que es la obra más optimista de Jordan en mucho tiempo. Más interesado en el retrato de la comunidad pesquera y en la relación entre los personajes, profundizando en las ironías sobre el destino, el azar, la vida y la muerte, el realizador de El Juego de las Lágrimas y Entrevista con el Vampiro, crea una fábula en donde la realidad social se introduce de forma mágica.

Seductora y elegante, acaso como Mona Lisa, Un Buen Ladrón, El Ocaso de un Romance o Desayuno en Plutón (una película subvalorada si las hay) Amor sin Límites no será la GRAN película de este gran realizador, pero al menos sostiene su estatus autoral. Humor, romance, nostalgia navegan alrededor del barco de Syracusse.

Como ya dije, Farrell está cómodo en el rol, bien acompañado por la bella cantante mexicana Alicja Bachleda y por el actor fetiche de Jordan, el excelente intérprete Stephen Rea, a quien esta vez, le reserva un rol secundario que encara con la naturalidad que lo caracteriza.

En los límites del absurdo y el realismo mágico, Jordan realiza este trabajo sin fisuras, que además cuenta con una hermosa banda sonora a cargo de Kjartan Sviensson (que también aporta con una canción en 127 Horas) y la maravillosa fotografía de Christopher Doyle, aprovechando al máximo la geografía irlandesa.

A través del canto de su sirena, Neil Jordan lleva a un buen puerto Amor sin Límites, un cuento de hadas fiel a su estilo, que va a provocar el derrame de algunas lágrimas. Solo que esta vez no será un juego, y las sirenas no traerán sorpresas, de la mitad de la cintura para abajo.

 

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Horror sin Límites

(Advertencia por si te interesa verla: cuento el final)

Érase una vez una joven muy muy linda que queda atrapada en las redes de un pescador muy muy sucio quien cree que la joven es una sirena o una foca; ambos se enamoran, entablan una relación, hasta que, un extraño y maléfico hombre comienza a perseguir a la damisela y ahí el pescador muy muy sucio descubre que la sirenita era en realidad una joven traficante de drogas rumana que escapaba de la ley. Igual la perdona, se casan y viven felices. Y colorín colorado, esta interesantísima historia se ha terminado.

Con esta película me ocurrió lo que pocas veces me había ocurrido en mi vida: estuve a punto de levantarme e irme en la mitad. Pero, con el afán de disponer de más material para propinar una adecuada destrucción retórica, opté por torturar a mi cerebro el tiempo que fuese necesario y asistir a esa regurgitación cinematográfica hasta el final.

Ondine es una especie de enmascaramiento de otra cosa. Es como una suerte de película para niños, con un guión paupérrimo -por ser extremadamente suave- y con un giro de tuerca final que resulta una tomada de pelo. Todo es un pretexto para mostrar dos cosas: a la chica/sirena/dealer en ropa interior, con actitud exasperantemente naif y aniñada, mientras seduce a Colin Farrel, y los paisajes de Irlanda. Muy linda fotografía, eso sí. El resto, puro humo. Es una historia torpe, tonta, aburrida, con actuaciones malas, pobretonas y carentes de cualquier tipo de emoción. Lo de Colin Farrell es tremendo. No es que este actor no haya tenido desaciertos garrafales en su filmografía (recordemos Alejandro Magno, El Nuevo Mundo, Daredevil), pero en esta película se va al pasto como nunca antes, derrapa por completo. Primero (y esto no es un tema que lo incumba directamente pero igual lo menciono acá), todos estamos de acuerdo con que los pescadores son sucios pero Colin en esta película te da un soberano asco, unas ganas de vomitar increíbles; parece que en su vida vio otro agua que no fuera el del mar en el que pesca. Así y todo, logra conquistar a esa princesita frágil, hermosa e impoluta. Segundo, estamos en Irlanda, en Cork, en un pueblo de pescadores; todo bien Colin pero, ¿es necesario tener un acento tan exageradamente forzado e incomprensible incluso para los propios irlandeses?

Me resulta curioso que Neil Jordan, director de grandes películas como El Juego de las Lágrimas y Entrevista con el Vampiro, haya sido el responsable de semejante guión y de semejante película. No solo el guión es torpe y descuidado, con baches y situaciones traídas de los pelos y forzadas, las actuaciones no ayudan en absoluto a dar algo de coherencia y atractivo a esta historia.

Como dijo mi colega Rodolfo arriba, el actor fetiche de este director es Stephen Rea y, en esta película, es el único que se luce un poquito, aportando cierta cuota de humor a la historia. De todas formas, me resulta triste que buenos actores formen parte de películas tan patéticas. Para mí, es como el principio de la pendiente cuesta abajo, el principio del final de una carrera digna.

La hija de Colin Farrell, una nena que va a los chapasos de acá para allá por toda la isla en su silla de ruedas, es un ser precoz, con una percepción y una sensibilidad superior a la de los adultos (y sí, los adultos son una manga de incompetentes e incapaces), y para que no nos queden dudas de ello, nos refriegan de manera iterativa lo inteligente que es. ¿Por qué será que algunas películas nos tratan como idiotas mentales y repiten hasta el hartazgo cosas obvias y redundantes? Cuando se abusa de un recurso para mostrar algo se cae en el ridículo, en el extrañamiento, y eso ocurre con la actuación de esta nena, que termina por fastidiar y generar el efecto contrario al deseado. Y el hecho de que repitiera constantemente “curioser and curioser” (porque es muy viva y leyó “Alicia en el País de las Maravillas”) me puso muy nerviosa.

Ondine, la chica que da nombre a la película, canta lindo (es una cantante polaca en la vida real), al estilo Enya, y así atrae a los peces, y tiene una belleza realmente increíble. Pero solo está ahí para eso, para que la observemos y nos deleitemos ante su belleza. A pesar de esta cualidad singular, no logra ni un ápice de química, piel o erotismo con Colin, que en esta película parece estar en piloto automático, totalmente inmutable, preocupado más por lograr el dialecto de Cork que por brindar una actuación mínimamente digna. Increíble viniendo del actor que encarnó una de las historias de amor más eróticas e intensas de la historia del cine en Miami Vice junto a Li Gong.

Eso si, el lugar es hermoso y la fotografía se encarga de capturarlo, con largos planos generales del océano y de la geografía verde y campestre.

En lo que hace a la historia, uno se queda con la sensación de haber visto una película que empieza como una especie de cuento de hadas, con un elemento sobrenatural, que de golpe y porrazo, sin verlo venir y de prepo, deviene en una especie de policial mediocre con un final feliz paupérrimo, romanticón y barato.

Por Cecilia Martinez

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