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DOSSIER

Análisis de Thief de Michael Mann a 40 años de su estreno

LA POLIVALENCIA DE “LAS MOVIDAS”

Ya con una amplia formación como realizador televisivo, y tras dirigir un largometraje, emitido en el horario prime time de la ABC, Michael Mann combinó reuniones con todos sus contactos de especialistas en criminología hasta terminar de redactar el guion que se convertiría en la primera película suya estrenada en cines.

Desde entonces, sus asesores más recurrentes fueron Chuck Adamson, Dennis Farina y John Santucci, a quienes sumó en roles protagónicos secundarios de Thief, basada en la novela The home invaders, escrita por el ladrón de joyas John Allen Seybold (con el pseudónimo de Frank Hohimer).

Con la disposición de un co-productor de la talla de Jerry Bruckheimer, quien confió ciegamente en Mann a la hora de llevar a cabo sesiones de casteo muy prolongadas, el elenco contó con talentos poco o nada conocidos en aquellos tiempos, como Jim Belushi, Robert Prosky y William Petersen (en un muy breve cameo). También hubo otros ya consagrados, como Willie Nelson, Tuesday Weld y, por supuesto, James Caan, la gran estrella de turno.

Frank (Caan) es un ladrón de diamantes y especialista en la perforación de cerraduras. Pasó su juventud en prisión y tiene un local de ventas de automóviles en Chicago que emplea como coartada ante los ojos de la ley. Por supuesto que, con alguien reconocidamente obsesivo con estos aspectos como lo es Michael Mann, James Caan obtuvo su papel con la condición de que investigara exhaustivamente sobre estos estilos de vida. Además, lo enviaron a Arizona para aprender técnicas de disparos con Jeff Cooper, de quien Mann recibió una influencia inagotable: basta con notar que, cuando trabajaron con él, Don Johnson, Robert De Niro y Tom Cruise solían tomar sus respectivas pistolas de la misma manera que Caan, con el pulgar de la mano izquierda hacia adelante y ambos brazos flexionados con la misma posición.

Decíamos del personaje, Frank, el ladrón que opera siempre con su compañero Barry (Belushi). Frank, el protagonista que, como es común en estas figuras “mannianas”, se considera a sí mismo un trabajador autónomo, que está por encima del sistema y cuyo mayor temor es el de haber perdido todo el tiempo que le queda. Tiene una finalidad inmediata, la de sacar a su amigo Okla (Nelson) de la cárcel por medios “legales” lo más pronto posible, ya que es una garantía sus anginas lo matarán antes de cumplir los diez meses de condena que le restan. En parte por esto, contradice sus principios al convertirse en el empleado de Leo (Prosky) con su palabra de hacer dos o tres “movidas” para él: solo diamantes, nada de cosas de cowboys (“cowboy shit”), ni de invadir casas (“home invasions”). Cabe destacar que “moves” (movidas) es un término predominante en Thief, se lo prefiere antes que otros como “scores” o “heist”.

Frank mantiene una relación con Jessie (Weld) y es a través de este vínculo que podemos encontrar múltiples parentescos estéticos con Heat y el resto de la obra de Michael Mann. La conversación que tienen en el dinner es emblemática. James Caan la destaca como la escena de la que más orgulloso se siente al revisar toda su carrera. Tal vez lo dice por la soltura con la que interactúan él y Tuesday Weld, pero efectivamente es la que desencadena todos los eventos de la película, tanto argumental como poéticamente. Frank, siguiendo el consejo del amigo que quiere liberar antes de que muera, le confesa a Jessie todos sus deseos y los secretos de su persona. Nunca una pareja suya había conocido su pasado de encarcelado. Ella le comenta que también se dedicaba a hacer “movidas” con su compañero anterior. Él quiere formar una familia con ella, comprar una casa y tener hijos. Ella es estéril y, por lo tanto, solo pueden cumplir estas metas adoptando y con el sustento de estos últimos “trucos de magia” que Frank hará por encargo.

Aquella escena tan laureada no es simbólica. Si nos remitimos al rol de las confesiones que sostiene Eric Rohmer acerca de Mi secreto me condena -aquel al que ya hemos acudido en nuestro análisis de X-Men y Logan– y al pasaje del índice al símbolo desarrollado en El concepto del cine, la escena del dinner es icónica, porque nos vuelven a presentar un soporte, que es separado de su fin usual, para brindarle  un uso particular. Este soporte es, claro, el collage de fotos miniaturizado que porta Frank a lo largo del film y solo se nos es mostrado en tres oportunidades. 

Primero la vemos como un índice, una mera información. Esto es: una imagen montada que el protagonista guarda en su billetera por debajo de sus tarjetas de crédito. La segunda ocasión, de manera icónica, es la ya mencionada. No se reduce a la explicación de su significado. Sí, Frank le explica a Jessie los sueños que la imagen representa, pero en su intención de volverlos prácticos, es decir, cristalizando sus bienes –humanos o materiales- porque en la vida real estos mueren o se rompen. Las personas del collage están “heladas”. La palabra dicha verbalmente es “ice”, que es también la que usan para  referirse a los diamantes que Frank roba. Su confianza e idea del progreso,  así, están depositadas en una imagen tan petrificada como estos objetos que él obtiene, mediante “movidas” –de “moves”, o, si gustan, “movimientos”, “movies”, “películas”-, para cumplir sus objetivos.

La aparición simbólica de dicha imagen viene para culminar, de paso, una palabra que comienza manifestada como adjetivo y se convierte en sustantivo mediante las acciones. Nos referimos a la “magia”. Es con esta palabra que el amigo de Frank, apodado “Capitán”, clasifica al primer cielo mañanero que nos presentan en la película. Más tarde, en el dinner del ícono fotográfico, Frank habla de su destreza con las bóvedas como su “acto de magia” que lo mantiene vivo, la “magia”, así, se materializa en un recurso práctico particular y no se pierde en el aire crepuscular. Una vez realizada la gran “movida” de la Costa Oeste, nuestro ladrón recibe una paga reducida que él entiende como perversa y es le nombran el apodo de “Dr, Wizzard”, mago, una trascendida forma de hablar –nuevamente- de magia, con lo cual Frank solo siente que lo están tomando por tonto, que Leo tiene el resto de su dinero en el bolsillo y corta toda relación con él. Esta acción no se liberará de las consecuencias esperables y Barry es asesinado a modo de advertencia. 

De esta manera, se le revela a Frank que lo único que queda de sus proyecciones icónicas es un falso progresismo, por esto se libera absolutamente de todas sus vulnerabilidades. Le dice adiós a su esposa y su hijo adoptado, brindándoles todo el aporte económico posible. Quema sus tres propiedades, dejando a su local de autos para lo último y, antes de irse, extrae su collage de la billetera, une levemente los dos extremos, lo arruga y lo arroja al suelo: porque, si va a realizar una toma de poder política y cultural hacia el tirano que lo amenaza, es necesario que se organice simbólicamente, aplicando su habilidad con las cerraduras para entrar a la casa del enemigo por la cocina –si preferimos, ya que pasa primero por el lavadero, pero espera al secuaz cerca de la heladera y eso no es menor-, entendiendo que su condición de “home invader”, que tanto descartó, ahora es su aliada.

Para los 25 años de Heat, hemos asociado los usos de los colores azul, blanco y rojo con los tres gunas hindúes destacados en La traducción de la melancolía – La poética del tango argentino como forma lírica de la modernidad. Son colores muy recurrentes en el cine de Michael Mann y jamás los reduce a falsos significados patrióticos, como decir que solo alude a las banderas de Estados Unidos (lugar de nacimiento y residencia) y la francesa (locación indispensable para sus primeros pasos como director, recordemos que su primer registro, desaparecido, fue hecho en mayo y junio de 1968). 

Siempre hay una confrontación de azules y blancos, y el rojo es siempre una tercera posición. En el caso de Thief, Frank tiene una preferencia por el azul en todos los aspectos y un constante rechazo por el blanco. Por citar algunos ejemplos, aparte de vestirse con ese color, se refiere a sí mismo como un “true-blue kind of a guy” para decirle a Jessie que ya no está casado, que está libre de ataduras. El ejemplo de oposición al blanco por excelencia está en su visita a la fundidora, donde trata de bobo al metalúgico y hasta destaca que está vestido con un saco blanco. El blanco está en un hombre que diseña el mismo material que Frank tiene que penetrar para realizar su gran “movida”: si queremos, el blanco está en representación de la ciencia, para contrastarse con el azul de la magia que ejecuta el ladrón.

El rojo se reserva para las pasiones. El rojo es la sangre de Barry que se salpica en el blanco de la furgoneta, un rojo sobre blanco que evidencia el estancamiento del progreso de Frank que nunca fue tal cosa. El rojo es los asientos del restaurante en el que Jessie propone que su hijo adoptado sea bautizado con el nombre de pila de Okla, tras su reciente fallecimiento. Hablando de las pasiones y de ese gesto, podemos vincularlo con la ironía euripidiana recuperada por Ángel Faretta con las palabras del mismísimo Douglas Sirk en La pasión manda – de la condición y representación melodramáticas, al referirse a Magnificent Obsession: alguien muere para abrirle paso a otra vida y, justamente, a Frank le garantizan su paternidad minutos antes de que vea a su amigo en sus últimos suspiros.

Los elementos crísticos están notablemente latentes a lo largo de Thief. Se nombra cuatro veces a Jesucristo de manera blasfema. Lo hace Attaglia (Tom Signorelli), cuando Frank le apunta con la pistola en su oficina; lo dice el compañero de Urizzi (John Santucci), al enterarnos de que –fuera de campo- la policía investiga al protagonista; después lo hace Jessie, una vez que Frank le propone una relación seria; por último, lo repite Frank en la mesa del dinner. 

Sin embargo, hay un sentimiento de complementariedad cuando Leo le ofrece un hijo a Frank como obsequio. El tirano de cabello plateado susurra “chrissake” (“Christ Sake”, “por el amor de Cristo/Dios”) haciéndole entender que son todos amigos y que hay algo mágico en lo sagrado de la familia, mientras que Frank dice “Jesus” en el momento que este le comenta sobre las madres a las que le puede comprar hijos. El dinero genera amistades, familias, propiedades. No hay límites para el dinero.

Thief opone estas pseudo enunciaciones para poner en escena las acciones de su héroe protagónico. Precisamente en la mitología hindú los dioses luchan para establecer un orden en la Tierra en un “tiempo sin tiempo”, es decir, un tiempo antes de la creación de la humanidad. Frank es un ser que anuncia, icónicamente, haberse quedado sin tiempo, pero esto no es así hasta que, “transhumanadamente”, se convierte en esa autoproclamada “flecha recta”, en esa “verdadera clase de tipo azul”. Sin ligaduras, que no es lo mismo que responsabilidades. Derrama la sangre de Leo en el living de su propia casa. La música de Tangerine Dream es sustituida por la de Craig Safan. Se hace un intercambio de plomo en el patio de la propiedad del difunto. Frank sobrevive, camina por la vereda. La grúa de la cámara se eleva. En la mitad del encuadre se visualiza una cruz de cemento por la que nuestro ladrón camina verticalmente, hacia la oscuridad. Michael Mann corta a los créditos finales y las notas de Safan no se silencian.

© Lucas Manuel Rodriguez, 2021 | @LucasManuel94
Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

2 comentarios en “Análisis de Thief de Michael Mann a 40 años de su estreno”

  1. Grandiosa Crítica, soy un gran admirador del trabajo de Mann. Lamentablemente no he tenido la suerte de encontrar esta pelicula por ninguna parte. ¿Sabes donde puedo encontrarla?
    slds

  2. Darío Valdez

    Espectacular tu análisis , me gusta pensar que MM recoge el guante con le JC y su personaje de Sony en el padrino y le da una nueva oportunidad, donde sobrevive al tiroteo

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