(Argentina, 2017)
Guión y dirección: Tomás Espinoza. Elenco: Germán de Silva, Nina Suárez, Ana Celentano, Marcelo Melingo. Producción: Martin Aliaga, Juan Luis Fermín, Roxana Ramos, Daniel Ruiz Hueck. Distribuidora: Primer Plano. Duración: 82 minutos.
Relatos de soledad
A diferencia de años anteriores, este mes conviven en cartelera un abanico de alternativas para el público cinéfilo que apueste por encontrar en el cine además de entretenimiento un espacio de debate y reflexión. Tal es el caso de Arpón (2017), el thriller del director venezolano Tomás Espinoza que se anima a dejar extender su labor de cortometrajista al largometraje, centrando la premisa en revelar el rol que ocupa el colegio y los docentes en la vida de alumnos con padres ausentes que los depositan allí, en ese espacio-tiempo de escolaridad, y se desentienden de sus vidas por completo. ¿Cómo actuar frente a un problema que traspasa las aulas y atenta contra la vida del alumnado? ¿Qué posición y responsabilidad debe tomar el director de la escuela que vela por hacer de ese espacio un territorio crucial de desarrollo, contención y construcción? Estos hilos delinean el mapa del film y lo posicionan como instrumento válido para abordar una temática tan compleja y discutida en la actualidad sin caer en el cliché: la educación. Sin embargo, el director de la institución, lejos del estándar, es un cincuentón altanero que consume prostitución y está obsesionado por encontrar en sus alumnos situaciones de peligro para alejarlos del narcotráfico circundante y detona cuando encuentra en la mochila de una alumna una jeringa con un líquido inyectable peculiar.
Así, la trama sitúa desde la primera escena al espectador en un clima de suspenso donde opera como detective para saber qué ocurre y quién es quién. El universo se reduce a la dimensión donde se gesta el conocimiento: el aula. Desde esta locación, a cargo de Manuel Rebella, alumnos y docente debaten en un ping-pong de preguntas y respuestas la identidad de América Latina, cómo fue la época de la conquista por parte de los españoles en territorio nacional hasta que Argentina se convirtió en el territorio del que forman parte y prima el narcotráfico, entre otros males. Al unísono se observa como la tecnología juega un doble rol e interviene el saber. Por un lado, gracias a los buscadores de Internet los estudiantes cuestionan la veracidad de los relatos que inscriben la historia mundial y, sobre todo, de la Argentina: el rol de quienes poblaron, de la noche a la mañana, la tierra y condicionaron a libre arbedío la vida humana y su accionar. Los más rebeldes de la clase sostienen e imprimen el sentimiento de bronca contra el adoctrinamiento, lo traspolan a la clase y buscan promover ir contra las normas de la institución mientras los docentes en una reunión coinciden que el debate es sano porque en esta transgresión se diferencian de los robots. Sin embargo, por otro lado se ve el cómo la techné afecta e invade sus vidas, a tal punto que con tan solo 14 años condicionan su accionar a partir de los likes que reciben, o no, en una simple red social. Bajo este paradigma algo pasajero y efímero para un adulto, se instalan las bases adolescentes que determinan la aceptación o bullying de sus pares a través de un dispositivo móvil que reduce la esencia de lo bello y estético en un objeto que todo lo filma y registra. En este marco impulsado por el consumo donde el celular smartphone es la estrella de la post-modernidad, llegará el inspector para determinar si la escuela sigue o no los patrones para que continúe el equipo que la dirige o la precedan nuevos profesionales.
Hasta aquí el guión se tiñe de gris minuto a minuto. Redobla la apuesta cuando se desata un accidente en el lago que compromete aún más a alumnos y docentes hasta la escena final. La música a cargo de Nascuy Linares, compositor del film colombo-venezolano nominado al Oscar El Abrazo de la Serpiente (2015), es el elemento vital del relato repleto de aristas que encauza y no cierra, como la prostitución. No obstante, el horizonte de la narración es correcto: refleja el descontrol de la presente sociedad, la marginación y los excesos de todo tipo que parecen no tener fin. Al elenco lo integran Germán de Silva en la piel del Director del establecimiento (Germán) y la joven actriz Nina Suárez encarna a Catalina. A ellos se suma Ana Celentano como la docente Sonya.
Arpón reduce al microclima del colegio la soledad en todas sus facetas y colores. Espinoza apunta, cual arpón, a revelar que este estado atraviesa y lastima a todos por igual. No distingue edad ni estatus social: el docente busca la motivación en sus alumnos; ellos se sienten solos y depositados por sus padres en esas paredes que padecen cual sistema carcelario a transgredir normas, y el Director, que debe interceder, convierte a estos individuos en motor de su vida, llevándose los problemas a su casa a punto tal de no poder dormir y reducirse en ese espiral que le cuesta resolver.
© Luciana Calbosa, 2017 | @LulyCalbosa
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