Viernes 17 de abril.
En el umbral del primer fin de semana del 17º BAFICI, se intensifica la cantidad de oferta de películas y eventos. Las filas para ingresar a las salas, cada vez más extensas a medida que pasan las horas. Las imágenes de gente mirando grillas de programación vuelven a erigirse como postales de la estupenda repercusión del festival.
Por el lado de las actividades especiales, un seminario sobre restauración y preservación de películas, a cargo de profesionales de Cinecolor. También se realizaron las mesas Cine y Memoria, INCAA: Exhibición, Pantallas e Industria (con la participación de representantes del Instituto de Cine) y tuvo lugar la presentación de la primera parte del Work in Progress.
Uno de los momentos más emotivos se dio en la función de Cine de Pueblo, Una Historia Itinerante, tal vez el homenaje definitivo a José Martínez Suárez, hoy conocido por ser el director del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, pero también director de cinco grandes películas y figura fundamental del cine argentino. José estuvo presente en la sala y, fiel a su estilo divertido pero no menos serio, felicitó delante de todos al director Sebastián Hermida, para retirarse por un rato debido a un compromiso familiar.
El BAFICI 2015 ya pisa fuerte, recién está calentando motores.
Theeb de Naji Abu Nowar (Jordania, Reino Unido, Emiratos Arabes, Quatar, 2014 – Competencia Internacional), por Emiliano Román
Este film es una ideal ocasión para ver obra de esas latitudes que nos resultan prácticamente desconocidas. Ambientada en el desierto de Hejaz (Arabia Saudita) en épocas donde el mundo libraba la Primera Guerra Mundial y los descubrimientos industriales se expandían por el planeta. Theeb (“Lobo” en árabe), vive en una pequeña aldea en el medio del desierto, aparentemente aislada de un contexto bélico convulsionado. Esto es así hasta que llega un soldado británico que produce un cambio en la calma cultural vivida hasta entonces. Allí el pequeño, junto con su hermano, el inglés y otro amigo realizan una travesía por el árido desierto, donde los peligros de la naturaleza son hasta menores comparados con los riesgos humanos.
La película adquiere un profundo estado de tensión, cuando este niño tan curioso y valiente se las debe valer por su cuenta. Varios momentos de shock que funcionan como corte a lo que se viene desarrollando y el guión adquiere gran nivel de consistencia narrativa. El trabajo fotográfico es majestuoso, filmada completamente en escenarios naturales; el desierto se nos viene encima, el sol quema, las montañas nos impactan, la sed aumenta, las estrellas iluminan la pantalla, las moscas nos molestan y los camellos se convierten en tan protagonistas como sus actores.
Un verdadero viaje de descubrimiento y madurez personal a través de un relato sólido y con notable belleza visual.
From Caligari to Hitler, de Rüdiger Suchsland (Alemania, 2014 – Weimar), Por Matías Orta
Antes de que el Nazismo se impusiera primero en territorio teutón y luego en gran parte de Europa, Alemania fue el foco de una de las cinematografías más ricas, vibrantes, variadas e influyentes. El Gabinete del Doctor Caligari, de 1919, fue la punta de lanza para una industria que revitalizó la naciente República de Weimar luego de los horrores de la Primera Guerra Mundial. Había películas expresionistas, impresionistas; películas de entretenimiento puro, films con intensiones más intelectuales. Surgieron cineastas de la talla de Murnau, Fritz Lang, Ernst Lubisch, Josef von Stenberg, Billy Wilder; actores como Peter Lorre, Marlene Dietrich… Un cine no ajeno a la situación política y social del momento, que estaba a punto de colapsar.
Basado en el libro homónimo del crítico alemán Siegfried Kracauer, este documental cuenta el auge y la caída de un período cinematográfico y de una nación, con imágenes de clásicos –Nosferatu, Metrópolis y El Ángel Azul, por nombrar tres- y de perlitas todavía a descubrir. Acompañan testimonios de los directores Volker Schlöndorff y Fatih Akin, y de académicos especialistas en el tema, además del audio de una imperdible entrevista a Lang. Enorme y detallado trabajo de investigación, que también permite ver en pantalla grande clásicos de siempre, y en una calidad notable.
El Cine y los vaivenes de un país antes de una época nefasta, en un documental imprescindible para cinéfilos y para todo el interesado en historia a secas.
Citizenfour, de Laura Poitras (Estados Unidos/Alemania, 2014 – Panorama), por Guido Pellegrini
Citizenfour muestra los vertiginosos días en los que Edward Snowden, con la ayuda del periodista norteamericano Glenn Greenwald, destapó el intrincado proyecto de espionaje masivo llevado adelante por la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, con la connivencia de prácticamente todas las grandes empresas de la era digital. La entrevista se llevó a cabo en un hotel hongkonés, desde donde se difundió y viralizó lo discutido, y fue el resultado de innumerables mensajes y acercamientos encriptados entre los involucrados, principalmente entre Snowden y la directora de la película, Laura Poitras.
La realizadora no es una simple retratista sino una partícipe activa. Fue la primera en saber lo que Snowden quería revelar: cuando el famoso whistleblower no logró establecer una línea de comunicación segura para contactarse con Greenwald, acudió a la documentalista, a quien conocía por sus obras polémicas sobre la invasión de Iraq y Guantánamo. Las imágenes que vemos, entonces, no son un acercamiento a un hecho histórico: son el hecho histórico. No solo registran lo que hicieron Snowden, Greenwald y Poitras –junto a una red, tan extensa como frágil, de colaboradores, abogados de derechos humanos y diarios aliados– sino que la película misma es una de sus armas mediáticas para divulgar sus hallazgos.
Más allá de lo que la película nos dice sobre el espionaje estadounidense, que no será sorpresa para quienes hayan seguido el caso, no hay que ignorar este costado performativo del documental: el film proyectado en pantalla es una pieza esencial de la misma estrategia de filtración de datos que se organiza y planifica en frente de la cámara. Citizenfour es a su vez registro y manual de uso. No en vano termina con la aparición de otra fuente que, como Snowden, está dispuesta a desnudar nuevos secretos de Estado. El tema profundo del film no son necesariamente los datos revelados (que ya dieron a conocer las notas de Greenwald) sino el proceso de cómo transmitirlos sin terminar en la cárcel. O sea, cómo ser el próximo Snowden.
Transeúntes, de Luis Aller (España, 2014 – Comp. Int.), por E.R.
Un proyecto experimental que resulta abrumador y aturdidor por los más de siete mil planos que utiliza, los cambios vertiginosos de montaje, las multiplicación de historias, y la interminable variedad de recursos cinematográficos, requiere de una adaptación visual y auditiva que no la hace disfrutable sino que la vuelve anárquica.
El intento es tratar de transmitir lo caótico de vivir en una gran urbe, como lo es Barcelona, pero que puede ser cualquier gran ciudad del mundo. Ambientada en los años noventa, no hay un plano, ni una escena que dure más de cinco segundos. Las historias se van superponiendo unas con otras, pero todas se centran en el desencuentro estructural de los vínculos dentro de una sociedad que invade y apabulla. Robos, prostitución, desempleo, desamparo, poder, desesperación, alcoholismo, capitalismo salvaje y un sinfín de relatos que no terminan de desplegarse acompañados de noticias radiales que dan cuenta lo mal que estaba el mundo en esa época (y sigue igual).
Un intento novedoso, arriesgado e innovador pero que narrativamente sucumbe por ser demasiado pretencioso y acotado a la vez, a los quince minutos ya se vio todo y habrán muy poco aportes interesantes en el resto del metraje; Un exceso innecesario de
sobre-estimulación de sentidos que culmina por agotar al espectador y suplicar que se termine lo antes posible.
El Crazy Che, de Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi (Argentina, 2015 – Panorama), por Martín Chiavarino
Atrapado sin salida.
El Crazy Che es un documental argentino sobre Guillermo Gaede, un empleado de una empresa de sistemas en Estados Unidos que a principios de los años ochenta ofreció información de valor comercial al Gobierno Cubano y al soviético por cuestiones ideológicas. El asunto se complica aún más cuando los propios cubanos quieren traicionar al régimen en crisis ya sin el apoyo de la desaparecida Unión Soviética a principios de los noventa e intervienen los servicios de inteligencia norteamericanos, por lo que Gaede se ve envuelto en una intriga de contraespionaje desopilante.
El documental de Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi recorre la vida de Gaede a través de sus inicios como subdelegado gremial y afiliado comunista en Entel para construir el perfil de un argentino que falsificó sus documentos para trabajar en Estados Unidos y logró implicar al FBI y a la CIA en un juicio que inspiró la ley de espionaje industrial sancionada en Estados Unidos en 1996.
Con animaciones que reconstruyen algunas escenas y con gran parte del material de audio y video que Gaede prudentemente grabó implicando a la CIA y al FBI en el robo de los secretos corporativos de las empresas de sistemas y entrevistas al mismo Gaede, su esposa, sus hermanos y distintos protagonistas El Crazy Che logra reconstruir el contexto de la Guerra Fría y diagramar el perfil de un espía convencido de estar ayudando a un bloque soviético moribundo en su lucha contra el capitalismo. Más allá de las entrevistas al divertido protagonista que relata su extraordinaria vida, el documental investiga con rigurosidad todo el affaire Gaede con una narración ágil respaldando la información y dejando un testimonio muy valioso sobre este particular episodio que influyó sobre la legislación norteamericana.
Cine de Pueblo, Una Historia Itinerante, de Sebastián Hermida (Argentina, 2015 – Panorama), por M.O.
En 2009, el director José Martínez Suárez volvió a su Villa Cañás natal con motivo de una muestra de cine itinerante, para que chicos de escuela primaría puedan disfrutar en pantalla grande –y en el reabierto cine del pueblo- de películas y cortos animados. No será una parada más de esta muestra, ya que el reencuentro con lugares y personas de su infancia invitarán a recordar grandes momentos de la niñez, cuando ya comenzaba su amor por el séptimo arte.
Sin duda, el homenaje cinematográfico definitivo a Martínez Suárez. Mientras retoma, por unos días, los lazos con amigos y vecinos de aquellas épocas de inocencia y de sueños, una muy tierna entrevista por parte de alumnas, que José responde con la sinceridad y el buen humor que ya son su marca registrada. Por supuesto, También hay fragmentos y detalles de las filmaciones de las cinco películas que dirigió: El Crack, Dar la Cara, Los Chantas, Los Muchachos de Antes no Usaban Arsénico y Noches sin Lunas ni Soles; películas que aunaban una impronta clásica, propia del período dorado del cine argentina –en el que M.S. se formó detrás de cámara- y el estilo de la Generación del ’60, que abandonaba las filmaciones en estudios para salir a las calles. Lo acompañan en este emotivo regreso los directores Mario Sábato y Cristian Bernard.
Tan accesible y cálido como la figura a la que está dedicada, Cine de Pueblo, Una Historia Itinerante permite descubrir el lado más íntimo y creativo de un artista cuyo talento y humildad son un ejemplo para las nuevas generaciones.
American Interior, de Dylan Goch y Gruff Rhys (Inglaterra, 2014 – Música), Por M.C.
Los exploradores obscuros.
El músico Gruff Rhys, vocalista de la mítica banda galesa Super Furry Animals, y el documentalista Dylan Goch emprenden su segundo proyecto en conjunto después de Separado (2010), su primera película. En esta oportunidad, la nueva odisea surrealista y de sutiles rasgos psicodélicos, aún más inusual que la anterior, se centra en la figura de un explorador y agrimensor gales del Siglo XVII, John Evans, quien viajó a Estados Unidos poco después de su independencia para seguir los pasos de una legendaria tribu de galeses descendientes del príncipe Madog -quien según el folclore gales habría descubierto América en 1170-, que vivían entre los indios norteamericanos.
Para homenajear a Evans, Rhys viaja de Gales a Estados Unidos con una muñeco que representa al explorador en una especie de gira en la cual el músico presenta el disco conceptual American Interior, a la vez que expone ante un público confundido y cautivado por la presentación más histórica que musical sobre este obscuro personaje gales que imbuido por las ideas del anticuario y experto en literatura medieval galesa Iolo Morganwg, partió hacia el continente americano y terminó abrazando la causa española para lograr adentrarse en el territorio indígena.
Con un gran humor, Rhys indaga a través de historiadores, bibliotecarios, empleados públicos, amigos y descendientes de los indios en una aventura absurda y hermosa, que suma incluso al baterista de la banda psicodélica Flaming Lips, Kliph Scurlock, en una parte de su gira, para recuperar el valor de salir en busca de lo desconocido, ya sea para escudriñar en un mito o para buscar inspiración musical. Nuevamente la historia tiene mucho para decirnos y quien mejor que Gruff Rhys y Dylan Goch para aventurarse en ella.
La Vida de Alguien, de Ezequiel Acuña (Argentina, 2014 – Panorama), por M.O.
Nada Solo, Como un Avión Estrellado, Excursiones. Tres películas que convirtieron a Ezequiel Acuña, en el vocero cinematográfico de una generación.
En la misma línea que sus anteriores trabajos -principalmente Nadar Solo, con el que tiene varios puntos en común–, La Vida de Alguien tiene como protagonista a Guille (Santiago Pedrero, fetiche del director), un músico que reúne a su vieja banda para sacar su primer disco, que habían grabado hace años pero que por diferentes motivo quedó en una nebulosa. La idea es salir a tocar nuevamente, retomar aquello que los hacían tan felices cuando iban a la secundaria. Pero debido a algunas bajas, se suman nuevos integrantes, como Luciana (Ailín Salas), una joven y fresca estudiante de música, de la que Santiago terminará enamorándose. Pero en ese contexto de giras, notas y amor surgirán asperezas del pasado que podrían complicarlo todo.
Una vez más, Acuña presenta un microcosmos basado en la juventud, el rock, la amistad, el amor, siempre con un estilo personal, sin estridencias, pero muy vívido, muy humano. Además, permite adentrarnos en una banda independiente, con sus pequeños triunfos personales y sus miserias. Y sin apartarnos del aspecto musical, tan importante en la obra de Acuña, aquí corre por cuenta de la banda uruguaya La Foca, cuya historia también sirvió de inspiración para la película. La Vida de Alguien es Ezequiel Acuña en estado puro y un nuevo punto de referencia para los jóvenes de todas las edades.
Nymphomaniac, de Lars Von Trier (Dinamarca/ Alemania/ Francia/ Bélgica/ Reino Unido, 2013 – Panorama), por Emiliano Fernández
Un lugar entre sus piernas.
A esta altura del partido conviene simplemente sincerarnos con respecto al rumbo que ha tomado la carrera del inefable Lars Von Trier, uno de los últimos miembros de esa estirpe de autores capaces de despertar mares de obsecuencia pasional y/ o el odio más vehemente, en muchas oportunidades infundado. En términos cualitativos, muy lejos han quedado aquellos años que lo vieron ascender al firmamento cinematográfico internacional: específicamente hablamos del errático período que se abre con Europa (1991) y Contra Viento y Marea (Breaking the Waves, 1996), continúa con Los Idiotas (Idioterne, 1998) y Bailarina en la Oscuridad (Dancer in the Dark, 2000), y desemboca en las extraordinarias Dogville (2003) y Manderlay (2005), sus últimas grandes epopeyas de raigambre nihilista.
Dicho sea de otro modo, durante la década pasada el danés se transformó en mejor relacionista público que realizador, coyuntura inesperada que derivó en excelentes jugadas de prensa vía mini- escándalos mediáticos para promocionar determinadas películas que después no estaban a la altura de las circunstancias o de las diatribas a favor/ en contra acumuladas hasta el momento (recordemos el circo que suele montar en Cannes y las numerosas ocasiones en que se hizo acusar de “nazi”, en un ardid ya vetusto). Como ocurrió anteriormente con Antichrist (2009) y Melancholia (2011), en este cierre de la denominada “trilogía de la depresión” nos encontramos con una obra que obedece a ciertos automatismos generales del director y algunas marcas de estilo de rasgos iconoclastas.
Indudablemente Von Trier está un tanto seco a nivel creativo y Nymphomaniac (2013) es una prueba innegable de ello, no obstante consideramos que existen dos factores centrales para que la propuesta resulte satisfactoria: en primera instancia, estamos ante su mejor opus desde Manderlay; y segundo, la propia mediocridad del contexto contemporáneo (prensa/ industria/ espectadores) termina convirtiendo en valioso a un film crepuscular, perteneciente a una etapa gris caracterizada por un declive moderado. Aquí reaparece una vez más su doctrina del shock sensorial, las disquisiciones bergmanianas, la misoginia implícita, el humor por demás ácido, el esteticismo onírico, el martirio de los actores, la violencia solapada, el fundamentalismo formal y esa clásica exuberancia de los diálogos.
Ya casi todos conocen la premisa principal: Joe (Charlotte Gainsbourg y Stacy Martin), la ninfómana del título, es hallada golpeada por Seligman (Stellan Skarsgård), quien la lleva hasta su hogar para que de inmediato la mujer comience a narrar su vida, dividida en capítulos. Con un elenco que incluye a Willem Dafoe, Uma Thurman, Jamie Bell, Christian Slater y Shia LaBeouf, el cineasta contrasta el sentimiento de culpa de Joe, no por su pulsión sexual sino por las vidas que destruyó en su derrotero, con el relativismo hipócrita y pseudo tolerante de Seligman, el típico burgués intelectual lavaculpas de turno. Hablando intermitentemente por boca de uno o del otro, el danés satiriza la doble moral del progresismo bienpensante y se burla de muchas fantasías carnales del “inventario social”.
Respetando la lógica mordaz y el naturalismo descarnado de Asfixia (Choke, 2008), Shame (2011) y la reciente Entre sus Manos (Don Jon, 2013), Nymphomaniac pone en ridículo a una cosmovisión actual conservadora y de nula apertura mental, que responde a un modelo binario de pensamiento que reduce todo al esquema “sexo= bueno”/ “adicción= mala”. Cuando películas como las citadas analizan la adicción al sexo, la crítica y el público entran en crisis y se les da por delirios paranoicos contra las obras en cuestión, para colmo bajo la patética bandera del denunciador crónico de clase media. Von Trier vuelve a aprovecharse de la mojigatería mientras señala que demasiado de cualquier factor/ conducta termina siendo negativo para nuestra existencia, hablemos de erotismo o cualquier otra dimensión.
A pesar de las cuatro horas de duración del corte con destino de estreno comercial, el film es el más armónico del director en muchos años ya que por fin no deja nada en el tintero, exprime a los personajes y hasta consigue que los apuntes filosóficos, históricos y biológicos resulten eficaces según la escena considerada (aunque a veces, hay que decirlo, pecan de redundantes). La falsa severidad de tono mortuorio y el apaciguamiento del elenco en su conjunto se combinan con un simpático catálogo de perversiones y unos cuantos inserts digitales de porno hardcore, en otra de las estrategias del danés para que la piponada se mantenga ocupada escribiendo sandeces. Así las cosas, sólo resta entregarnos a una Joe que nos ofrece un lugar entre sus piernas y nos obnubila con su buena predisposición…