Tercera tanda de críticas del viernes 15 de abril.
A Magical Substance Flows Into Me, de Jumana Manna (Palestina / Reino Unido – Competencia Internacional), por Martín Chiavarino
Cantos sagrados
La realizadora Jumana Manna encaró su primer largo documental como una investigación sobre las distintas manifestaciones musicales palestinas no asimiladas por la música occidental en la actualidad siguiendo el espíritu del trabajo radiofónico realizado por el experto alemán, Robert Lachman, en la década del treinta en Jerusalén.
A Magical Substance Flows Into Me es un inesperado recorrido por distintos géneros musicales litúrgicos y populares palestinos, que remiten a especificaciones históricas y culturales sobre la que Manna intenta indagar para comprender los problemas de la región. Lachman invitaba a músicos a la radio para transmitir su música en vivo, lo cual generó en su época una gran controversia. A través de los programas de Lachman, la realizadora narra lo que queda de esos estilos tras la globalización y la ocupación israelita de Israel.
La música le sirve a la documentalista para cuestionar la ocupación israelí tomando como referencia el estudio histórico de su propio padre que pone en tela de juicio la política beligerante del país hebreo con documentos que validan su postura.
Las hermosas canciones palestinas y los relatos de su supervivencia, a pesar de las vicisitudes de la región, logran construir una verdadera obra maestra que maneja los tiempos y los planos a la perfección para ofrecer una obra de extraordinario valor documental e histórico sobre la música y la historia, no solo de Israel y Palestina, sino de todo Medio Oriente
El Eslabón Podrido, de Valentín Javier Diment (Argentina, 2015 – Noches Especiales), por Matías Orta
Perturbador. Esa es la mejor manera de definir el cine de Valentín Javier Diment. Beinase: El Sentido del Miedo y El Propietario, hechos para televisión, ya daban muestras de una mente desquiciada, que no teme mostrar el costado más tenebroso de nosotros mismos, y eso se extendió a La Memoria del Muerto, su debut como director de largometrajes. Incluso sus documentales Parapolicial Negro y El Sistema Gorevisión entran en la categoría de perturbadores. Estas producciones, así como sus trabajos como coguionista junto a Fernando Spiner y Nicanor Loreti, son de muy buen nivel. Pero El Eslabón Podrido es su opus más extremo y devastador.
En una pequeña población, Raulo (Luis Ziembrowski), un hombre con retraso mental, se dedica a cortar leña para venderla entre sus vecinos. A su vez, Roberta (Paula Brasca), su joven hermana, es forzada a prostituirse. Ambos son hijos de Ercilia (Marilú Marini), una señora mayor que ve venir el final de su vida. Los tres tienen una relación cálida, auténtica, que contrasta con el nivel de desquicio de quienes tienen alrededor. Pero todo cambiará cuando Sicilio (Germán De Silva), el lugareño más despreciable, vea la oportunidad de dar rienda suelta a todo lo que siempre quiso hacer con Roberta.
Violaciones, sangre, muerte son sólo algunos de los ingredientes de esta gloriosa exhibición de atrocidades. La película tiene un comienzo impactante y las situaciones y los personajes no hacen más que empeorar, llegando a un tercer acto de puro frenesí. Bien vale destacar que cada exceso, lejos de ser gratuito, funciona en el marco de una historia bien construida y excelentemente actuada. Ziembrowski, actor fetiche de Diment, se luce en un papel que inspira ternura (de hecho, es el más humano de quienes pueblan ese microcosmos tan desagradable), aunque las circunstancias lo empujan a tomar medidas nada simpáticas. No menos impresionante es la labor de Brasca, De Silva y, sobre todo, Marilú Marini, que también logra hacer querible lo que podría haber quedado en un estereotipo.
El Eslabón Podrido permite que Diment vuelva a revelar la mugre de lo que conocemos como condición humana.