A Sala Llena

0
0
Subtotal: $0,00
No products in the cart.

[19] BAFICI | Día 4 – Críticas 2

[19] BAFICI | Día 4 – Críticas 2

Más críticas del sábado 16 de abril.

 

The Revolution Won’t Be Televised, de Rama Thiaw (Senegal / Francia. 2016 – Competencia Internacional), por Martín Chiavarino

El espíritu de la revuelta

El intento del octogenario presidente de Senegal Abdoulaye Wade de presentarse para un tercer mandato en 2011 tras gobernar el país africano desde el año 2000 genera un movimiento popular de protesta que se consolida en la organización Y’EN A MARRE, que significa –estamos hartos-.

Este movimiento similar al que terminó con el mandato en diciembre de 2001, que enarbolaba la consignar similar –que se vayan todos-, condensa tanto la problemática de la perpetuación en el poder de los mandatarios de países con instituciones importadas desde los centros financieros mundiales como la de la maduración de los valores democráticos y nacionales.

La ópera prima de Rama Thiaw retoma su nombre del extraordinario documental sobre el golpe de estado cívico militar contra el gobierno democrático de Hugo Chávez en Venezuela en el año 2002, para seguir a los raperos y activistas Thiat y Kilifeu en su lucha por cambiar la lógica política de su país.

Tras la caída de Wade, la revuelta liderada por estos jóvenes trasciende la frontera de Senegal e incendia Burkina Faso, amenazando las distintas seudodictaduras de la región y convirtiéndose en un ejemplo de protesta para el mundo en medio de otra crisis económica mundial que el capitalismo pretende cargar en los países más pobres a través de golpes institucionales.

A través de una síntesis del Hip Hop y la historia de las revueltas y revoluciones en África, The Revolution Won’t Be Televised logra construir un valioso documento sobre la militancia política, el arte y la relación entre ambas a través de la música.

calificacion_5

 

 

 

Taekwondo, de Marco Berger (2016 – Competencia Argentina), por Matías Orta

Un grupo de amigos de veintipico se junta en una quinta a pasar unos días. La rutina incluye tenis, pileta, asado, medialunas, marihuana, con interminables charlas sobre Mario Bros, fútbol, chicas, hombres, amor, sexo. En ese contexto de disfrute, dos compañeros de Taekwondo, de reciente  amistad, empezarán a conocerse mejor y a sentir que hay una atracción diferente entre ambos.

La nueva película de Marco Berger (aquí en co-dirección con Martín Farina, responsable del documental Fullboy) presenta a personajes que, antes de adentrarse en la madurez (hablan de casamiento, en los casos de quienes tienen novia), comparten agradables momentos juntos y hasta aprovechan para salir algunas noches y tenerv relaciones con alguna mujer que se aparezca. El director los muestra de modo naturalista, ya que los vemos cambiarse y estar desnudos juntos, sin inhibiciones. La naciente historia de amor va surgiendo paulatinamente, sin caer en clichés, y con algún potencial conflicto por ahí.

Luego de la más experimental Mariposa, Berger vuelve con Taekwondo al estilo de sus films más premiados, como Plan B. Un film intimista, dialogado pero nunca monótono, que sigue mostrando personajes a punto de tomar decisiones importantes en sus vidas.

calificacion_3

 

 

 

Territorio, de Alexandra Cuesta (Ecuador, 2016 – Competencia Latinoamericana), por Ximena Brennan

El género documental es muy particular. Lo primero a tener en cuenta es que no a todo el mundo le gusta. Lo segundo es que hay que saber establecer un buen gancho para que el espectador se interese y quiera acompañar la historia hasta el final. Esto último no es tarea fácil.

Territorio, el film de Alexandra Cuesta, nos relata un viaje que comienza por el océano, continúa por las montañas y desciende en la selva. Una experiencia “atemporal” (según cita su sinopsis) a partir de imágenes de personas y paisajes que esperan ser observados.

Y esto es justamente lo que se hace. La directora coloca su cámara frente a cada elemento de su interés pero carece de trabajo o construcción. La película es un conjunto de planos generales estáticos y eternos que no nos brindan ningún relato ni línea específicos. Ni siquiera se puede apreciar el documental como algo experimental.

Sabemos que no siempre es necesario recurrir a diálogos para contar una historia; es bueno que las imágenes hablen por sí solas y es ideal que no se lo subestime al espectador. Lo que se ve está circunscripto al relato, y si se lo aprovecha bien a través del montaje no hace falta reforzar nada.

Este es un relato chato, carente de emoción y fuerza, como si fuera una película sin alma. Una lástima porque la directora tiene al alcance de la mano lugares bellísimos para explotar, y desde lo técnico la película no tiene absolutamente nada para reprochar. A pesar de esto, no podemos quedarnos sólo con hermosas imágenes. Para eso existen los videos turísticos.

En resumen, Territorio nos deja con muchas preguntas y ninguna respuesta. Durante 65 minutos lo que vemos es una trama tediosa  y lenta. La impresión no es positiva. Ojalá podamos ver en un futuro cercano algo un poco más interesante de esta realizadora. Seguramente lo habrá.

calificacion_1

 

 

 

Green Room, de Jeremy Saulnier (Estados Unidos / Reino Unido, 2015 – Nocturna), por Enrique D. Fernández

Uno, dos, ultraviolento

Después de la aclamada Cenizas del Pasado (Blue Ruin, 2013), Jeremy Saulnier regresa con otro registro cautivante sobre la violencia ejercida por los sectores marginados del interior norteamericano. En Green Room acompañamos a una banda de punk rock que, luego de presenciar un asesinato, deberá sobrevivir a los ataques de una pandilla de skinheads, mientras se encuentran atrapados en el cuarto de un complejo.

La brutalidad que determinaba a Cenizas del Pasado era ejercida por el dramatismo que motivaba a un homeless con sed de venganza, mientras que en esta oportunidad, el realizador se compenetra en un thriller de encierro para exponer el instinto de supervivencia que define a los protagonistas, puestos a prueba por el sadismo calculado que ejecuta el villano interpretado por Patrick Stewart.

En Green Room nuevamente el homenaje al subgénero determina la atmósfera del relato (un argumento sencillo amparado bajo un formato independiente), además de resaltar sus indirectas (la inoperancia de las autoridades) y ese humor negro que se desprende en las instancias de mayor desesperación. Otra jugada salvaje por parte de Saulnier, y van.

calificacion_4

 

 

 

También sigan nuestra cobertura vía Twitter e Instagram.

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

También te puede interesar...

Recibe las últimas novedades

Suscríbete a nuestro Newsletter