El método cassavetiano.
John Cassavetes es el padre del cine independiente estadounidense. Incuestionable. Nacido a fines de la década del ’50, fue el padrino de un movimiento de cineastas que empezaron a filmar con bajo presupuesto, evitando el star system, los estudios, asumiendo temáticas indisciplinadas, cuestionadoras, a contrapelo de Hollywood, así regeneró la cinematografía mundial. Surgían nuevos autores dispuestos a rebelarse, verbalizando problemáticas sociales desde puntos de vista semi documentales, con estética de noticiero y protagonistas marginales. Los hippies se convertían en héroes, voceros en contra de la guerra de Vietnam. El sexo, las drogas, el amor libre. Fue una década dorada para el cine. No sólo por Cassavetes sino por otros realizadores que proviniendo del mismo sistema o la televisión empezaron a cambiar las perspectivas en lo que respecta a cómo filmar la violencia y la realidad: Lumet, Altman, Hopper, Nichols, Ashby, De Palma, entre otros. Y Cassavetes fue el pionero, el precursor, la mayor figura, que no solo desafió la narración convencional sino los métodos de actuación. Y esta forma de filmar, independiente del sistema, se trasladó al género de horror y gracias a ello tenemos La Masacre de Texas (o El Loco de la Motosierra, como se llamó acá), de Tobe Hooper. Ahora bien, una de las características del cine cassavetiano fue que siempre elegía a los mismos actores para integrar los elencos. A veces el protagonista era uno, a veces otro, a veces todos, pero el grupo era el mismo: Ben Gazzara, Peter Falk, el propio Cassavetes, Seymour Cassell, Val Avery, Gena Rowlands.
En estos días – gracias a Jim Jarmursh desde mediados de los ’80, Sofia Coppola o el propio Tarantino – el cine indie es una moda pop y se expone como una tendencia más que como un alegato, un mensaje, la idea de una comunidad filmando continuamente con el mismo grupo de trabajo parece haberse perdido. Cada película independiente es “independiente” de las otras. No hay una comunidad real. Las estrellas del star system quedan cool participando en proyectos independientes. Pero es irónicamente en el género de terror, donde se están recuperando las bases del método cassavetiano. El grupito que integran Ti West, Adam Wingard, Simon Barret, Joe Swanberg e incluso, Lena “Hannah” Dunham, se está manifestando como una entidad con identidad propia, crítica del cine independiente en sí mismo. Lejos de la solemnidad, los trabajos de estos realizadores – que colaboran entre sí en áreas como la escritura y la actuación – tiene completa autoconciencia de los géneros que abordan, de lo que desean provocar en el espectador, y reconocen a los cineastas de los ‘70s como padres espirituales. Tanto Swanberg y sus comedias dramáticas con escenas de sexo explícito o la dupla Wingard / Barret, todos están re definiendo el horror con trabajos corales comoVHS o The ABCs of Death, o los individuales, como es el caso de Cacería Macabra.
Estamos ante todo frente a una obra inteligente y sarcástica, cuidada en todo sentido, que no pretende más de lo que termina exhibiendo: una sátira familiar mezclada con un sangriento buffete con alguna que otra sorpresa. La premisa es simple. Cuatro hermanos con sus respectivas parejas, se reúne en una cena familiar con sus padres en una casona en el medio de un bosque. De repente, tres hombres con máscaras de animales que se suelen cazar por esos lugares, se introducen en el hogar, asesinando uno por uno a los presentes. Sin embargo, los cazadores se encuentran con una sorpresa. La novia de uno de los hermanos sabe defenderse, y pronto los cazadores serán objeto de caza.
El tono del film está impuesto desde la primera escena, que remite un poco al cine de Wes Craven. Por el nivel de gore y humor negro, es evidente que no se trata de una película de terror muy seria – aunque tampoco tan absurda como VHS 2 – sino una obra que pretende sorprender y divertir, más allá del encasillamiento. Prácticamente sin salir del terreno de la casona, Wingard se arregla para generar suspenso hitchcockiano apelando a la información que paulatinamente se le va revelando al espectador y no a los personajes. A esto hay que sumarle una discusión entre hermanos en medio de una cena, que nos lleva a la clásica La Celebración, de Thomas Vintemberg. Aunque a Wingard le importa muy poco la crítica al modelo familiar, lo que le interesa es atacar a personajes que de tan ridículos, absurdos o maliciosos no podemos sentir empatía, y por lo tanto las muertes terminan siendo bastante divertidas.
Sin embargo, aquí los asesinos no son los más morbosos del film, sino que el rol más ambiguo recae en la heroína: una suerte de John McClane mezclada con MacGyver, el pequeño Kevin de Mi Pobre Angelito y la protagonista de la última Posesión Infernal – Evil Dead – de Fede Álvarez. Una mujer todoterreno que pasa de tomar una actitud a la defensiva a ser una “asesina de asesinos” maníaca. Acaso lo más atractivo del film es que el terror se vuelve cada vez más inverosímil, dentro de un contexto verosímil. No hay elementos fantásticos, pero sin embargo, hay una escena en particular que recuerda a Muertos de Miedo – Braindead – mítica obra de Peter Jackson. Por otro lado la violencia, el tono realista, podría remitir a las obras más cuestionadas de Sam Peckinpah, como Perros de Paja o Clave Omega.
Cacería Macabra es un lujo dentro de una cartelera con pocas ideas para innovar dentro del género. Mientras que algunos críticos elogian esa acumulación de clichés llamada El Conjuro, Wingard y amigos – actúan varios directores de obras de terror indies contemporáneas como Ti West, el propio Barret y Joe Swanberg – hacen una obra jugada, inesperada, divertida, que evoca mucho más al cine indie, no solo de horror, sino en general; brindando la oportunidad de mostrar la importancia de la colaboración mutua a la hora de crear. Porque más allá del gusto personal de cada espectador, hay que admitir que las interpretaciones del film son mejores de lo esperado en varios casos. No está la pretensión de mostrar intérpretes atractivos que puedan enganchar por el lado sexual al público adolescente. Acá se trata de personas demasiado comunes, no de caras bonitas ni tampoco actores con cierto renombre que puedan entusiasmar a los desconfiados. No, acá no vemos prototipos y aún así hay sensualidad.
En un año donde aprendimos que mirar al pasado, y reírnos del morbo dan buenos resultados – La Cabaña del Terror, Posesión Infernal y Drácula 3D – Cacería Macabra aparece para generar sustos y risas con acción y pocas explicaciones. El terror simple es siempre el más efectivo. James Wan debería tomar nota…