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CRÍTICAS - CINE

Percy Jackson y el Mar de Monstruos (Percy Jackson: The Sea of Monsters)

(Estados Unidos, 2013)

Dirección: Thor Freudenthal. Guión: Scott Alexander, Larry Karaszewsk. Elenco: Logan Lerman, Alexandra Daddario, Douglas Smith. Producción: Chris Colombus. Distribuidora: Fox. Duración: 106 minutos.

Héroes eran los de antes.

La segunda parte de esta nueva saga adolescente está basada en el libro El Mar de los Monstruos de Rick Riordan, y es la secuela de Percy Jackson y el Ladrón del Rayo, estrenada en 2010. No habiendo visto la primera entrega, puedo afirmar que no hace falta hacerlo para comprender la trama de ésta ni para ser testigos de cómo ha llegado el cine concebido como producto para consumo adolescente, a minimizarlos hasta el punto de verse reducidos a tener que identificarse con los protagonistas descerebrados de esta entrega, en esencia sólo por su condición de adolescentes.

No hace mucho tiempo leía un artículo publicado en el suplemento Ñ, escrito por Marcos Rodríguez, donde señalaba, refiriéndose al melodrama: “Los personajes no encuentran nunca un desafío que esté más allá de sus propias capacidades”. Pero esta afirmación puede ser trasladada al terreno de cualquier género, en este caso, al fantástico o de aventuras en el que podemos ubicar a esta película. Percy Jackson, hijo de una humana y del dios del océano, Poseidón, decide seguir, junto a dos de sus mejores amigos –un sátiro y otra mestiza hija de la diosa de la sabiduría- a un grupo de compañeros del Campamento Mestizo, a quienes les fue asignada una peligrosa misión de la que podrían no regresar. Ésta consiste en cruzar el Mar de los Monstruos hasta la isla donde habita un temible cíclope, Polifemo, quien tiene el Vellocino Dorado que necesitan llevarse, ya que posee el poder de restaurar la barrera protectora del campamento, la cual había sido traspasada por un toro “transformer”. Dicho esto, Percy Jackson nunca se encontrará a lo largo del metraje con un solo desafío que lo ponga a prueba o en el cual se juegue la posibilidad de perderlo todo, incluso su vida.

Un ejemplo de esto es la escena  dentro del estómago de la Guardiana del Mar de los Monstruos. Lograr escapar de allí no presenta ni la más mínima complicación para los personajes, que lo resuelven de taquito, como si todo estuviese dispuesto para facilitarles sus objetivos. Por eso nunca se llega a crear el suspenso o la sensación de dificultad que debería presentar el desafío, y menos si encima cuando vuelven a la superficie del Mar, aparecen mágicamente sobre el agua las coordenadas de la isla a la que debían dirigirse. No hay un solo elemento que funcione en la película: entre las actuaciones subnormales, los chistes que cuando no pecan por su nivel elemental, lo hacen por estar recalcados hasta el hartazgo o por su repetición una y otra vez, y los efectos especiales truchos, ésta es la peor saga adolescente hasta el momento, incluso por debajo de Los Juegos del Hambre y peleando el podio con Hermosas Criaturas.

Pero la peor falla de toda la película es la falta de un villano. Las fuerzas del Mal nunca se hacen presentes de manera amenazante. No hay nada que se oponga verdaderamente a los protagonistas, por ende no hay ni obstáculos ni héroe, algo tan vital para el cine de aventuras. En el universo de Percy Jackson y el Mar de los Monstruos existen semidioses, cíclopes, semititanes, mitología y profecías, pero lo que falta es magia. Todos esos elementos del género fantástico forman parte de una puesta en escena torpe, sin ningún tipo de visión ni originalidad, y ese mundo nunca llega a cobrar vida como un mundo real, palpable y emocionante. Una diosa cadavérica, pariente lejana de la de La Leyenda del Jinete sin Cabeza, le informó a Percy de una profecía: sólo el hijo de un semidios podría destruir a Cronos o al Olimpo. Pero lo único que se destruyó esta vez fue la magia de las aventuras que con su encanto, nos trasladan a universos exóticos tan necesarios para conectarnos con nuestro niño interior.

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Por Elena Marina D’Aquila

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