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CRÍTICAS

Castigo de Sábado

Castigo de Sábado

Dirección: Noemí Dora Morelli. Iluminación: Roberto Trafferi. Diseño de vestuario y escenografia: Alicia Vera. Sonido: Diego Moron. Elenco: Santiago Alvarez Rodriguez, Leandro Demichele, Jorge García Marino, Esteban Kukuriczka, Julia Perelrozen, Gina Said. Prensa: Alicia Accinelli

John Hughes y los Jóvenes

Hace unos años, cuando todavía era joven, me topé con una película de un guionista y director estadounidense llamado John Hughes, cuya filmografía se dedica de forma casi completa a los adolescentes. Esa película se llamaba El Club de los Cinco. Se me hace difícil, por no decir imposible, poder hablar de Castigo de Sábado, sin hacer mención a esa obra. Ambas tienen el mismo espíritu y la segunda es un homenaje a la primera.

Cinco chicos, con distintas inquietudes, de distinta estirpe, terminan castigados un sábado y deben ir al colegio a pasar el día. Un traga, una cheta, un deportista, un buscapleitos y una loca, terminan encerrados en una biblioteca y el director les da para hacer una tarea, escribir quienes son. El problema es que todavía lo tienen que descubrir.

La obra es eso, se nutre de estereotipos y clisés, para destruirlos y volverlos a construir, en mayor o menor medida y con distintos resultados. Para empezar, tenemos una puesta sencilla, un par de mesas, un par de bancos, una pelota, un cubo mágica, un par de carteras, y algunas bebidas. Pero lo que importa pasa por otro lado. Lo rico está en la relación entre los personajes y no tanto la relación entre los personajes y sus pertenencias. Algo que, posiblemente, podría haber sido mejor aprovechado. La realidad es que los personajes, solos, no sostienen la obra. El monólogo no funciona. La niña bien, hablando sola, de cómo la castigaron por organizar una rateada vía sms, no es más que eso, no hay una construcción profunda, y esa fórmula se repite varias veces a lo largo de la obra. Sin embargo, cuando ese mismo personaje, es arrojado a la sociedad que se construye dentro de esa biblioteca, cuando es juzgado por sus pares, cuando se suelta la química con sus compañeros, ahí se suelta, ahí se construye, ahí surge el drama. El monólogo construye lo que los separa, la biblioteca los une, y ese es el gancho.

Llega el personaje del director, y trata de corregir el camino de estos chicos, un camino que por distintos motivos, durante el transcurso de esa semana se desvió de su curso. Lo reciben cantando Another Brick in the Wall Part 2. “Pink Floyd es de mi época” le responde, y cuanto dice eso, sobre la rebeldía, el paso del tiempo y el “yo también fui joven alguna vez”. Dos generaciones se cruzan, y se vuelve a construir algo. Nuevamente, el problema es cuando lo tenemos al director solo, donde todo lo que esa línea de diálogo construyo, ese “yo también fui joven” se desconstruye y vuelve al clisé, al estereotipo que todos conocemos. Pero entre esos altibajos, entre esos aciertos y desaciertos, algo va quedando. Un espíritu. Un mensaje. El sueño de Hughes, sigue con vida. Porque esos chicos a los que escupen mientras tratan de cambiar sus mundos, siguen siendo inmunes a las pretensiones de los adultos y siguen siendo conscientes de lo que pasando.

Estos jóvenes actores, logran su cometido. Le dan vida a sus personajes, les dan una identidad. Tienen mejores resultados con la comedia que con los momentos de mayor intensidad dramática, pero lo consiguen igual. Tal vez sea por el libro, o porque realmente encontraron como darle algo extra al personaje, pero el Emiliano Barrios de Santiago Alvarez Rodríguez, y la Lucía Martino de Julia Perelrozen, tienen momentos muy interesante. En distintos momentos cada uno se luce un poco, pero creo que ellos dos se ganan al público con mayor facilidad. Porque son personajes más exacerbados, porque logran exteriorizar muchas emociones, pero logran guardarse lo suficiente para que el misterio de “¿Quiénes somos?” se vaya desenvolviendo con naturalidad. El trabajo de los chicos resulta de tal forma que el texto se vuelve redundante, se pone en palabras aquello que ellos transmiten, después de que lo transmitieron, vicios de las tablas le dicen.

Las luces se prenden y se apagan redirigiendo las acciones, construyendo más de un decorado en una sola habitación. Suena una canción sobre un Mirlo, no se entiende bien por qué. Y la obra pasa. Y yo me quedó con una frase de uno de mis autores favoritos sobre los chicos de secundaria “Yo sigo creciendo, ellos tienen siempre la misma edad” y es así. Hughes dio el punto de partida, y ese espíritu, ese mensaje, sigue vivo, sigue llegando, sigue funcionando.

Sin ser una gran obra, Castigo de Sábado toca aquello que otros obvian, y está bueno cuando se exportan los vicios de la High School y se inunda la tele con las peleas entre las divinas y las populares, también se recuerde que lo que importa no son las diferencias que los separan, sino las inquietudes que los unen. Por más que tome un sábado (o una noche de viernes) para descubrirlo.

 

Teatro: La Ranchería – México 1152
Funciones: Viernes 23hs
Entradas $30.-

[email protected]

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