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33º MDQ FILM FEST | If Beale Street Could Talk

33º MDQ FILM FEST | If Beale Street Could Talk

(Estados Unidos, 2018)

Guion y dirección: Barry Jenkins. Basada en la novela de James Baldwin. Elenco: Kiki Layne, Stephan James, Regina King, Colman Domingo, Diego Luna, Dave Franco. Duración: 117 minutos.

En Beale Street no hay lugar para el amor

Tish, en la ubicua voz en off que plaga el relato, nos cuenta que ella supo de su amor por Fonny en el momento en que este le regaló una escultura de madera. Dicha obra, una alegórica cinta de moebius tallada en un tronco, espeja el film todo; un aparatejo panfletario pensado a partir de la solemnidad y de un desdén infranqueable por cualquier tipo de narración, diálogo interesante o temporalidad coherente.

If Beale Street Could Talk se estructura en dos temporalidades simultaneas, una que transcurre antes de que Fonny sea acusado de violación, haciendo foco en la relación entre él y Tish; y otra que toma como centro el esfuerzo de Tish (quien está embarazada) y su familia por liberar a Fonny.

Barry Jenkins es ducho en jugar con las temporalidades, ya en Moonlight hacía uso de la elipsis para sus comodidades narrativas (fletar personajes, evitar el desarrollo de estos, etc.), pero ahora lleva la inestabilidad narrativa a un nuevo nivel de desvarío. Los ejes de la trama serían los correspondientes al arresto de Fonny, primero, y al eventual juicio que Tish y su familia se encuentran preparando para liberarlo, segundo. Al fin y al cabo, esta es una película sobre una preparación. En la primera temporalidad observamos cómo Tish y Fonny preparan sus vidas, cómo sus familias se conocieron, la primera vez que tuvieron sexo y el departamento donde habrían de establecer sus vidas. Todo esto en vísperas del delito. La segunda temporalidad (el relato entrecruza ambos tiempos) se ocupa de la preparación para la defensa de Fonny y de la pronta parturienta Tish. Todo esto en vísperas del juicio.

Habiéndose establecido estos ejes, Jenkins elimina los momentos culminantes, conclusivos (el delito, el juicio) y los reemplaza por una concatenación de escenas tan amarillistas que espantan. Lo peor de todo es que esta disrupción echa por la borda todo lo que veníamos viendo. En el film abundan los inserts de imágenes de archivo donde comunidades negras son maltratadas, acompañados por voces en off que explican cómo la gente blancas es prepotente y avasallante y cómo los únicos blancos buenos son los que pertenecen a algún tipo de etnia (un latino, un judío).

Jenkins carece de dos cualidades fundamentales: el coraje y el sentido del humor. La facilidad de esta película es irritante. En una época donde lo políticamente correcto se encuentra en los altares de la estima, Jenkins no hace otra cosa que suscribirse a esta visión de mundo con todos los paradigmas vistos y re-vistos, hechos y refritados. Entre ellos, un amigo de Fonny que solo aparece para mencionar lo mal que lo pasó en prisión, un acoso sufrido por Tish en el mercado (puesto únicamente para impactar) y un policía (blanco) que hostiga a Fonny sin ningún motivo aparente (más allá del injustificado odio, claro). La solemnidad de If Beale Street Could Talk es preocupante, nunca un momento de gracia o de ingenio. La falta de sentido del humor en este desparpajo resulta insoportable; incluso cuando los protagonistas tienen sexo parecen estar pasándola mal.

Con lo dicho en el párrafo anterior, invitamos a realizar una comparación directa con la excelente BlacKkKlansman de Spike Lee. Film de tema similar, personajes étnicamente similares (un judío, un negro), problemática similar (comunidades en disputa), pero colmado de coraje y sentido del humor. A Lee le interesa desarrollar una problemática social, pero nunca se olvida de realizar un film, de contar una historia. Obsérvese el rol constante de Ron como punto medio (en la policía, en la comunidad negra y en el KKK) y el conflicto que de ello se desprende. Con respecto al sentido del humor, pues bien, los invitamos a comprobarlo ustedes mismos.

Con If Beale Street Could Talk se nos confirma que a Barry Jenkins no le interesa hacer cine. Sólo le interesa realizar una conferencia de prensa de dos horas explicada en voz en off con todos los clisés propios del mal cine social. En el medio, un soundtrack ameno con bellos temas de jazz (carentes de correlato en las acciones, por cierto), un pulcro despliegue fotográfico y un catálogo de vestuarios setentosos.

En Beale Street no hay lugar para el amor. Solo para panfletos.

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© Pedro Seva, 2018 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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