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CRÍTICAS - STREAMING

Jay & Silent Bob Reboot

A ver si intentamos ordenar un poco este quilombo: en la nueva película de Kevin Smith –como todos sabemos, el director de Jay and Silent Bob Strike Back– Jay y Silent Bob deben evitar que Kevin Smith (“¡ese pedo vaginal bueno para nada!”) haga otra película sobre Jay and Silent Bob. 

Sí: Jay & Silent Bob Reboot –que no se estrenará en los cines de Argentina– es un desorden narrativo estructurado ante una excusa mínima pero en su caos cultural fermenta algo parecido a una road movie transgeneracional con (meta) cine dentro del (meta) cine que mira de frente al fandom para fundarse orgullosamente como el grado cero de la foja ídem de las posibilidades de la autocita. 

Jay & Silent Bob Reboot es una comedia y es también, por agotamiento –pero agotamiento del bueno (como el estrés bueno)–, un inmenso continente de contenido cómplice, alborotado, irónico, cínico, festivo y anal (en el significado de “en los anales de”). 

También es entusiasta y cardíaca: por las arterias digitales de esta comedia políticamente (in)correcta fluye un aluvión de cameos que bloquea la circulación de cálculos (rentables, no renales): desde la estantería de Banda en fuga, horrible traducción de la edición argentina en VHS de Mallrats, ofrecen guiño las presencias de Jason Lee y Ben Affleck; Affleck se cruza también con Joey Lauren Adams, la atractiva Amy bisexual de La otra cara del amor, aunque mejor llamémosla Chasing Amy; vemos al reparto non plus ultra nerd del programa colecto-pos-podcastero “Comic Book Men”, que solía pasar el canal AMC; al reparto de Cajeros (qué espantoso suena el título en español de la edición argentina en VHS de Clerks); más: el ideón de incluir al santótem –santo tótem– del cannabis contracultural Tommy la mitad de Cheech and Chong en la piel ajada de un Alfred humeante para “Bluntman and Chronic”, la parodia metacinematográfico-metacomiquera que Smith escribió con Batman en la mente durante una erección, un Bluntman que en este segmento de la intraficción protagoniza un Val Kilmer ¡que sonríe pero no habla! (¿a lo mejor porque sobre su Batman ya está todo dicho?); sigue un holográmico, hilarante Chris Hemsworth que lee líneas de guion sobre pantalla verde, que para reírse de sí mismo es gracioso el australiano; la gran ex Saturday Night Live Molly Shannon, cuyo solo nombre merece una frase pelada sin adjetivos; los más fumetas de los fumetas de Wu-Tang Clan, Method Man y Red (entronizados por ser los protagonistas de How High, una de las comedias de culto alrededor de las volutas del faso más emblemáticas, o directamente, a decir de Kevin Smith, vía su verborrágico médium Jason Mewes, “la mejor comedia jamás hecha sobre la marihuana”); y Shannon Elizabeth (la fantasía lúbrica de los muchachos en Jay and Silent Bob Strike Back) y Rosario Dawson (de lo mejor de Clerks 2 junto a las escenas del burro y la confrontación dialéctica El Señor de los Anillos versus Star Wars). Ah, y: and guest starring, el viejo Stan Lee, de quien seguiremos viendo apariciones post mortem hasta que las velas en lugar de porros no ardan.  

… Y la cosa, toda esta cosa que es una especie de summa de pop metamorfoseado en pop que termina por crecer hasta esparcirse como una rave visual de reconocimientos faciales, rescinde el convenio con el relato enhebrando una espiral ascendente de muñecas rusas que compite con la audacia citadora del final sinfónico del El último gran héroe (1993), la incomprendida obra casi maestra de John McTiernan donde Arnold se trompeaba con Schwarzenegger en la alfombra roja de sí mismo. 

Narrativamente en el medio de Jay & Silent Bob Reboot pero antes de terminar esta nota, resaltamos con itálicas tres frases ingeniosas que se escupen como un rocío sulfúrico en dirección a las nuevas estrategias comerciales de la Babilonia caída llamada Hollywood, puntualmente, laceradamente en relación a las remakes y a (creemos que es masculino el sexo de) los reboots: 

  • “Hollywood ya no hace secuelas. Los estudios abandonaron por completo las ideas nuevas para dedicarse enteramente a los universos multifílmicos que generan nuevos clientes leales de la cuna a la sepultura”. Grado de acidez: 7.
  • “Si Hollywood no empieza ya a hacer películas originales de nuevo, no habrá nada que relanzar dentro de diez años”. (Nota: parecido al chiste de Jerry Seinfeld: “¿Vieron que ahora cultivan sandías sin semillas? Me pregunto, ¿de dónde saldrán las próximas sandías si seguimos con esto?”). Grado de acidez: 9
  • “Una remake es como reboot en el que al estudio no le importa si el público ama la original, así que sólo le dejan el título, mandan a la mierda todo lo demás y así arruinan ambas películas en el proceso”. Grado de acidez: 10.

Está claro que Kevin Smith no aprueba al cine que su país fabrica hoy en día pero queda aún más claro que –como quien se une a un enemigo que no puede vencer– debajo de su brillante intelecto para reciclar ideas exprimibles e ingeniar frases hilarantes (hace veinticinco años que lo viene haciendo brillantemente) yace un poderoso deseo por integrarse definitivamente al canon de la cultura cinematográfica que eligió para sintonizar con algo de labia y mucha bilis. Smith es un renegado de planta permanente al que no le gusta marcar tarjeta en las oficinas de Hollywood porque prefiere la sanata sincera de su holly weed estimulante.

Con Jay & Silent Bob Reboot –que quizás sea su película más libre pero paradójicamente la menos rigurosa de las que ha hecho a partir del “universo” de Clerks– Smith regresa al territorio que le resulta más familiar para echar un vistazo al presente del cine cómico independiente más industrial y así reformular las bases de un organigrama genealógico radical de citas cinéfilas en el contexto salvaje y árido de un panorama cinematográfico que ya no cede ni un átomo de espacio a estas aventuras si no se reciclan. Y Smith se recicla. Pero el sabor de estas andanzas, o desventuras de Silent Bob y Jay –el dúo menos dinámico que la sativa permite– es más humo del mismo. 

Sin embargo la película tiene el encanto multicolor de una fiesta retro a la que volvemos una y otra vez para escuchar las mismas canciones que nos gusta(ro)n. Claro que nos preguntamos cómo demonios habrá pitcheado Smith este proyecto ante los financistas y la respuesta probablemente esté en el sedimento de fans que a lo largo de las décadas se ha venido decantando en el reservorio de las comedias de coolto. Y algo de filón hay ahí. 

Smith no tiene otros temas que la amistad, las historietas –ese infinito orbe de teorías, apuestas y nombres que le ha dado una identidad como fan cruzado al otro lado del mostrador, devenido cineasta–, la marihuana y el cine. El cine y las citas. Smith acá no dice nada nuevo pero expresa mucho, y en ese espíritu de creatividad casi radial repetitivo descansa su carisma, su perspectiva que nos resulta fascinantemente divertida.

Hay que releer estas palabras de Jonathan Rosenbaum antes y después de ver Jay & Silent Bob Reboot (o cualquier película de Smith): “La marihuana contribuye en general a fomentar un espíritu más amplio y hedonista de apertura estética”. Ahí está; si Smith vuelve al cine de sus inicios cada tanto es porque tiene algo viejo para decir o algo nuevo para fumar, o viceversa.

 

 

 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

(Estados Unidos, 2020)

Guion, dirección: Kevin Smith. Elenco: Kevin Smith, Jason Mewes, Harley Quinn Smith. Producción: Lee Destro, Jordan Monsanto. Duración: 105 minutos.

 

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