(Estados Unidos, 2012)
Dirección: Robert Lorenz. Guión: Randy Brown. Elenco: Clint Eastwood, Chelcie Ross, Raymond Anthony Thomas, Ed Lauter, Amy Adams, Clifton Guterman, Carla Fisher. Producción: Clint Eastwood, Robert Lorenz y Michele Weisler. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 111 minutos.
Problemas con la curva… dramática.
El día que Clint Eastwood no haga de recio, cabezadura y cascarrabias, vamos a estar ante un hito cinematografico. Sería como pedirle a Woody Allen que no personifique a un neurótico o a Michael Bay que haga cine arte. En Curvas de la Vida, Eastwood vuelve a ser un viejo malhumorado enojado con el mundo, que tras una coraza de mohines y gestos de desprecio esconde a un hombre sensible y dolido. En este caso su vida gira en torno a la búsqueda de nuevos talentos para el béisbol aunque su larga carrera parece estar cerca de su ocaso, empujado por la sangre nueva de los estadistas y tecnófilos analistas tras las computadoras.
Es curioso que en un mismo año haya habido en la cartelera argentina dos películas de importancia, con actores de primera línea y cuyas historias están relacionadas con un deporte que a la gran mayoría de los habitantes de nuestro país le es absolutamente ajeno. Curvas de la Vida se parece bastante a Moneyball (aquella nominada al Oscar en su última entrega, con Brad Pitt), pero es como su costado oculto. Mientras la del rubio se basaba en la epopeya de un cazatalentos en picada que se salvaba gracias a la tecnología, este film protagonizado por Eastwood seria su costado contrario, una oda al trabajo artesanal, el lado tecnofóbico de una historia muy similar.
Si hay algo que eleva al film en su calidad es la participación de Amy Adams como la hija del cazatalentos, en una interpretación magistral que la catapultará seguramente a lugares de aún más importancia dentro de la industria cinematográfica. Adams interpreta a una abogada exitosa que debe acompañar a su padre en un viaje de trabajo (para observar a una futura promesa) y tiene que soportar todos los caprichos y maltratos del viejo, que se esta quedando ciego y sabe que su empleo, todo lo que parece importarle en la vida, pende de un hilo. La actuación de Adams maravilla porque cada expresión de su rostro nos hace ver a una joven a punto de estallar, que por mas que intenta no puede sostener la relación con su padre, que insiste en rechazar cada gesto de cariño o de acercamiento que ella comienza. A medida que va avanzando el relato, la situación la va acercando a un punto de ebullición y tampoco en esos momentos la actuación de Adams decae. Por el contrario, con un notable control de las emociones más sutiles, con pequeñas expresiones y suaves movimientos, Adams sostiene la estructura dramática del filme.
Eastwood, que esta vez relega la dirección a un colaborador cercano (Robert Lorenz es un director debutante, pero ha sido asistente de dirección en muchas de las últimas películas de Clint) está bien en el papel que viene haciendo desde hace varios años. Completa el trío protagónico Justin Timberlake, como un muchacho demasiado simpático para ser real. El elenco es amplio y tiene varios lujos en papeles secundarios, como Robert Patrick (si no saben quién es, hizo del T1000 en Terminator 2), John Goodman (con mucho trabajo este año) y un divertido Matthew Lillard (Scooby Doo) en un papel de “villano” absolutamente insoportable.
El gran problema de Curvas de la Vida es el guión de Randy Brown, otro debutante. Se trata de un relato absolutamente clásico y trillado, con una narración como esas películas familiares que pasaban en la tele los sábados a la tarde. Los buenos que se portaron mal tienen justificativo, los malos que son egoístas tendrán su merecido, las vidas de las personas transcurren como en universos paralelos en donde lo único que importan son las ilusiones y que termina en una conclusión en donde todo eso se potencia a más no poder, llegando a parecer un filme de la factoría Disney. Curvas de la Vida no es un desastre ni mucho menos. Se trata de un filme moderadamente entretenido, con algunos gags divertidos y una historia que peca tanto de querer gustar que termina por empalagar, aunque Clint siempre esté ahí para gruñir y hacernos creer que es malo como el solo.
Por Juan Ferré