A Sala Llena

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De tilingas y gigantes…

De tilingas y gigantes…

Qué calorete eh…

Se vino el veranito con
tutti  y el fin de semana, más
precisamente el domingo, un amiguito nos invitó a pasar el día en su casa, para
disfrutar de los parabienes de la pileta. De esa forma, el sábado, arrastrada
por la coquetería, decidí ir de compras para estrenar traje de baño. Almorcé,
me eché una cabezada, me pegué un bañito y salí con la sonrisa de oreja a
oreja, a disfrutar de una tarde de colorida banalidad.  ¡JA! ¡Qué inocente palomita! Pobrecita yo,
que creí que la empresa iba a ser muy fácil y que con solo probarme la que me
gustaba, todo estaría de maravillas… ¡FUCK! Los años no vienen solos, y lo que
antes era un trámite, ahora se transformó en una faena cansadora de
frustración, sufrimiento, asunción de la edad y las limitaciones.

No quiero fanfarronear, pero
siempre me fue fácil comprar trajes de baño: si chicas, ódienme por ser tan
bella jajaja.  Lo cierto es que, nunca
aumenté demasiado de peso en toda mi vida. Siempre fui, kilitos más, kilitos
menos, pesando lo mismo. Y como por un montón de tiempo fui bailarina, la
musculatura se las arreglaba para estar siempre dignamente erecta… Pero, este
último añito, vaya a saber por qué carajo, me he dedicado a comer como una
enajenada, lo que me ha valido cambiar de categoría: digamos que pasé de
categoría Mosca, a categoría Gallo en unos cuantos meses. Y como no soy amiga
de las dietas y me gusta comer a mansalva, decidí que este era mi nuevo cuerpo
y que lo disfrutaría sensualmente, en vez de someterme a dietas castigadoras, para
mantenerme como una sílfide.  Aumenté la
frecuencia del ejercicio, saqué algo de musculito, redondeé más el trasero,  y me paso los días sintiéndome ora Marilyn
Monroe, ora Nelly Beltrán. Como todos ustedes saben,  yo suelo adorar los momentos dramáticos, así
que no escatimé suspiros a la hora de salir de los probadores con cara de
tragedia. Mi marido, resignado, esperaba que yo dejara mi espectáculo, sin
hacerse mayores ilusiones y negando con la cabeza como diciendo “estás loca, nena”. Pero se quedó firme
como un soldado, hasta que yo decidí volver a casa con las manos vacías.

Finalmente, revolviendo
entre los trajes de baño que tengo, encontré uno de los 90, que no había podido
estrenar porque el corpiño me quedaba grande. Para mi deleite, ahora lo lleno
sin problemas. Así que estaba como quería…

Pero ahora, con la tranquilidad
del deber cumplido y la espalda quemadita,  reflexionando un poco pienso: Saben quién
nunca engordó ni un gramo y siempre fue una velita primorosa, Peter  O´Toole.

¡JA, no se vieron venir ese
volantazo, eh! Me juego que pensaron: “¡Qué
mal esta mina, se muere O´Toole, una leyenda de la cinematografía mundial y
ella nos habla de sus absurdos complejos y estupideces!” 
¡Pero, no! Acá estoy, agarrándolos
totalmente desprevenidos y con la guardia bien baja.

Sí, claro, como si no fuera
a decir nada del mismísimo Lawrence de
Arabia
en celuloide…

Pero hoy no quiero hablar de
que se murió, no.  Eso ya lo sabemos
todos, qué va… Prefiero hablar de su vida y sus películas que son, casi,
casi, la historia del cine encarnada.  

Por eso, desfilemos primero
por algunos de sus títulos: Lawrence de
Arabia, Becket, What´s New Pussicat?, La Biblia, La Guerra de Murphy, La Noche
de los Generales, Casino Royale, El León en Invierno, Adiós Mr. Chips, El
Hombre de la Mancha, Amanecer Zulú, Calígula, Mi Año Favorito, El Último
Emperador, Supergirl, El Ladrón del Arco Iris, Rafi Un Rey de Peso,  Troya, Casanova, Ratatouille, Stardust…
Entre
muchos otros. 

¿Qué decir de un tipo cuyo
nombre debería estar en el diccionario, al lado de la palabra “cine”? Qué puede
proferir esta indigna columnista, demasiado concentrada en su propia flaccidez
como para hacer o decir algo de verdadero valor, algo que esté a la altura de
semejante monstruo… ¡Nada, nada, nada, nada!

Tal vez podría aventurarme a
definirlo como un maestro exquisito, como un conocedor de cada misterio de su
arte, como un chamán del poderío  y la
presencia dramática, como a un mito invencible. Pero todo es poco.  Estamos hablando del tipo que hizo una de las
películas más bellas y cercanas a la perfección de todos los tiempos. Cuando la
industria lo veía como a un ilustre desconocido, les metió a todos su
interpretación por la boca, como una tromba imparable.  Algunas personas decían que era el mismísimo
Lawrence que había regresado. Su performance fue compleja, sensible, pletórica
de aristas, misteriosa y sofisticada a niveles inconcebibles.  ¡El tipo podría haber sido una leyenda,
incluso si se tiraba a dormir la siesta después de filmarla y no movía un solo
dedo más en toda su vida! Creo que solo de Marlon Brando en la carne, se podría
decir lo mismo.   

Peter O´Toole ES el cine.

Y lo maravilloso de una vida
como la suya, es que no hay nada que pueda con ella, ni siquiera la estupidez
humana. No pueden tocarla. La idiotez se queda muda, la imbecilidad se queda
muda, la prepotencia se queda muda, la tilinguería se queda muda, la soberbia
se queda muda, la maldad, la demencia, la superficialidad, la falta de
carácter, la corrupción, la pedantería y la mediocridad se quedan mudas
también.  Y eso es exactamente lo que
logra una vida de elegancia, refinamiento, talento superlativo y exquisitez
inviolable. Una vida así, no se termina jamás.

¡Qué corran los idiotas, los
grotescos, los bobos, los brutos, los malditos!.. Porque a ellos sí los
arrastrará el olvido con la fuerza imparable de la justicia universal.  A los otros, a los O´Toole, solo les espera la
gloria invencible.

¡Ay Dios quién pudiera
filmar Lawrence de Arabia otra vez!
¡Quién pudiera volver a construir tanta belleza junta! ¡Quién tuviera la
fortuna de que las musas le entregaran semejante don del cielo!

Yo me cuento entre las
boludas que tienen que correr, pero no me rindo ni me rendiré nunca. No cuando
hay tanto de donde alimentarse, de donde abrevar. Siempre guardo la esperanza
de poder aprender algo de los maestros como éste, de atesorar secretos, de
beber verdades, de no ceder finalmente ante mi devastadora mediocridad y así,
aunque sea, poder arañar desde afuera, la vidriera de los magnos.

Por lo demás, espero que la
celulitis no me invada la imaginación: ¡PETER NO SE MURIÓOOOO, PETER NO SE
MURIÓOOOO, PETER VIVE EN EL CINE LA P…TA MADRE QUE LO PARIÓOOOO!


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