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CRÍTICAS - CINE

Desbordar

Desbordar (Argentina, 2010)

Dirección: Alex Tossenberger Guión: Alex Tossenberger, Pablo Lago Elenco: Carlos Echevarría, Julián Doregger, Nacho Ciatti, Fernan Mirás, Manuel Callau, Daniel Valenzuela, Julio Ordano, Jorge Sesán, Derli Prada, Miguel Dedovich, César Gustavo Covi, Omar Fanucci, Nicolás D´Agostino Producción: El Dorado Contenidos SRL Distribuidora: 3C Films Duración: 112 minutos.

Entre los Muros

Ver esta película en estos tiempos es bastante movilizante. No sólo porque hace pocos meses se aprobó la nueva Ley de Salud Mental, la cual impulsaría un proceso de desmanicomialización, conforme a los derechos de las personas que padecen perturbaciones psiquiátricas, sino también porque en la institución, en la cual se desarrolla el film, viene sufriendo un abandono sistemático de parte de las autoridades responsables. Hace 40 días que el Hospital Borda está sin gas y esta semana hubo incendio en el predio anexo, donde funciona la unidad penintenciaria del mismo, causando hasta ahora, al menos dos muertos. Es decir, desmanicomializar, no es lo mismo que abandonar.

Con el apoyo de varios organismos públicos, se estrena este film dirigido por el cineasta y también psicólogo Alex Tossenberger (Gigantes de Valdés), aborda un hecho real, que fue todo lo que rodeó a la gestación, lanzamiento y distribución de la revista Desbordar, que se publicó a finales de los años ochenta, en cuyo contenido central participaban los pacientes internados en el Borda y produjo, en aquella época, toda una revolución en el campo de la salud mental, con lo incómodo que eso implicaba para algunos sectores más conservadores,

Iván (Julián Doregger), Darío (Nacho Ciatti) y Marcos (Carlos Echevarria), son tres jóvenes psicólogos que organizan un taller literario con algunos pacientes crónicos del hospital José Tiburcio Borda, que si bien nunca se lo nombra, se da por hecho que esa es la institución, aunque podría ser en cualquier otra que aloje tremenda cantidad de pacientes. El tema es que la posibilidad de hacer oír voces que hasta el momento estaban acalladas, genera resistencia en la comunidad “científica” imperante.

Lo más disfrutable del film, es la primera parte, donde se desarrolla todo el proceso de la creación de la revista, a partir del deseo que moviliza a estos seres estigmatizados como locos. Permite observar el trabajo terapeútico que se hace vía la palabra y la escritura y la función curativa de las mismas. La puesta en escena es soberbia, la fotografía también goza de notable calidad. Rodada en el mismo hospital, se recorren los distintos espacios del mismo y deja ver algo de su cotidianeidad.

La película decae, cuando intenta desplegar la intimidad de los protagonistas, se intoxica de situaciones trilladas, diálogos clishés, por momentos la dirección de actores no logra ser del todo creíble, y se inunda de muchos personajes estereotipados.

Narrativamente, el guión va perdiendo espontaneidad, se convierte en una especie de trhiller donde se denuncian violaciones sexuales, sobremedicación, terapias prohibidas de electroshock, y hasta la mafia de tráfico de órganos que circula dentro del hospital para estos pacientes que no tienen ningún tipo de lazo social en el afuera, y por ende nadie los reclama. Este giro narrativo, en pos de incrementar la tensión, se estanca en escenas nada originales.

Pero lo más llamativo es que se la promociona con el protagonismo de Fernán Mirás y Manuel Callau, estos dos actores, sólo aparecen en los últimos quince minutos del metraje. Tampoco se entiende bien su inclusión en la historia, hacen de Marcos e Iván en la actualidad y se produce una distorsión bastante importante con el resto del reparto que permanece casi intacto en sus rasgos físicos.

De todos modos, no deja de ser una obra que cuestiona los usos y abusos que se hacen en la mega instituciones que abordan la salud mental, pero también rescata el valor humano de muchos trabajadores y profesionales dentro de esos muros, que a pulmón ponen su cuerpo en pos de aliviar el malestar subjetivo y la exclusión social que sufren las personas con padecimientos mentales.

Desbordar como su nombre lo indica, intenta ser una apuesta a la desmanicomialización, aunque no todo lo que pasa allí adentro es reprochable, la revista es un claro ejemplo de ello, y la ya clásica radio La Colifata, también. La película justifica la necesidad imperiosa de aplicar una nueva ley que respete y proteja los derechos humanos de aquellos que sufren trastornos psiquiátricos, pero también sería bueno que se brinden los medios y recursos necesarios para que la implementación de la misma sea posible y no sólo quede en buenas intenciones.

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