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CRÍTICAS - CINE

Dredd

(Estados Unidos/ Reino Unido/ India, 2012)

Dirección: Pete Travis. Guión: Alex Garland. Elenco: Karl Urban, Olivia Thirlby, Lena Headey, Warrick Grier, Wood Harris. Producción: Alex Garland, Andrew MacDonald y Allon Reich. Distribuidora: Alfa Films. Duración: 95 minutos.

El límite es la imaginación, dice un viejo dicho. Este año hemos comprobado que uno de los graves pecados a los que recurre el cine de Hollywood cuando pretende viajar al futuro es imprimir en imágenes todo lo que la imaginación, y los efectos digitales son capaces de lograr hoy en día. Y para justificar tal gasto, no solamente expanden el imaginario visual, copiándose unos a otros, recurriendo a fórmulas visuales comprobadas, sino que también ampliando argumentos, retorciéndoles, forzando situaciones para crear metáforas sociales, críticas políticas o giros argumentales imprecisos que solamente terminan confundiendo las acciones, desgastando el entramado policial y mezclando en forma inepta, diversos géneros o elementos que no se pueden encasillar únicamente en la ciencia ficción.

Tanto en Looper como en El Vengador del Futuro, la tentación por parte de los realizadores y los guionistas de seguir complejizando la idea principal, al tiempo de ingeniarse a diseñar escenas de acción con pretensión de asombrar un poco al espectador, dieron como resultado dos films irregulares, mash-ups de homenajes con golpes de efecto, pero un tratamiento vacío. No importa la calidad visual del producto, cuando el desarrollo textual es tan banal y superficial. Por suerte, Dredd 3D viene a revindicar el género. Lejos de la pésima versión con Stallone del año 96, esta relectura, es más fiel a la historia original creada por Ezquerra y Wagner, y crea una esterilización de la violencia, que no teme mostrar aquello que justamente hizo famoso al personaje, el contradictorio uso que hace un juez de la justicia con mano propia, ya que además de investigar y dictar justicia, también ejecuta las condenas a muerte.

El héroe de esta historia es Dredd (Karl Urban), un juez que junto a la novata jueza Anderson (Thirlby) deben parar a una peligrosa narcotraficante que se refugia en un edificio torre repleto de marginales y asesinos. Sin embargo, el cazador se convierte en presa cuando MaMa (Lena Headley, la narcotraficante) cierra los muros de edificio y ofrece una recompensa por la cabeza de ambos jueces, quiénes harán lo imposible por sobrevivir, contrarrestar el fuego enemigo y cazar a la peligrosa MaMa. Quizás lo más interesante de esta visión futurista de Pete Travis (el mismo de Puntos de Vista – un obra de acción que pasó con mas pena que gloria – sea la cuota de realismo externo al edificio. Han pasado unos cuantos siglos, pero seguimos viendo una sociedad que no cambió demasiado de la de hoy en día, excepto por la implementación de los jueces. Las revueltas en la calle parecen tomados de archivos reales Es como que Travis quizo hace un retrato negativo, oscuro, barroco pero real, combinado con densidad dramática del trabajo original. Esta Megacity 1 donde sucede la acción no es muy diferente a la Detroit de Robocop o la San Francisco de Harry Callahan, y de hecho Dredd, por su frialdad y sus movimientos mecánicos, combinados por su respeto por la ley y llevar la justicia al extremo, es una combinación de ambos personajes. Es muy arriesgado y notable la interpretación de Urban, que imposta un acento similar a Clint Eastwood, mientras que toda su expresividad facial se limita al hueco de la boca, ya que nunca le vemos el resto del rostro, protegido por un casco (como sucede en el cómic).

Sin embargo, más alla de las reminiscencias futuristas o policiales, se trata de un western a lo Howard Hawks como Rio Bravo o El Dorado, donde un comisario experimentado y rudo debe verse prácticamente solo con todo un pueblo, ayudado por una novata a la que debe entrenar al mismo tiempo (y que solo posee la virtud de tener telepatía, algo que remite a Looper). Por supuesto, que si hablamos de Hawks enseguida entran en el paquete las obras de George Romero, John Carpenter o Walter Hill de los años 70 y 80, especialistas en crear microuniversos muy similares a los de Dredd, con reglas que quedan claras en los primeros minutos de película. El resto se trata de un inteligente juego de gato y ratón con influencias estéticas de los video juegos en primera persona. Travis es un estilista y utiliza la cámara lenta en forma justificada para describir los efectos del “slo”, una droga que hace ver la vida a 1000 cuadros por segundo (o sea, lento). De esta manera también logra generar escenas impresionantes en términos visuales e incluso justifica el uso del 3D.

La sangre y la violencia no solamente es gráfica, sino que también le aporta una cuota de gore no demasiado acostumbrada para este tipo de producciones de Hollywood. Pero volviendo al inicio, no solamente Travis tiene los lustros por mejorar Dredd, sino también Alex Garland, el guionista, compañero de Danny Boyle en varias oportunidades. Situando la acción en un espacio determinado y en un tiempo limitado (menos de 24 horas), le permite crear un thriller clásico al mejor estilo Duro de Matar, donde los héroes deben subir niveles hasta llegar a su meta. Posiblemente los buenos resultados del film británico Ataque Extraterrestre o de la obra de culta indonesa, The Raid: Redemption, haya influido para que Garland haya decidido comprimir la historia en un tiempo casi real en un edificio de estas características.

A pesar de no contar con actores de gran renombre el elenco es sólido. Olivia Thirlby – la amiga de Juno – rectifica ser una actriz versátil y creíble, aportando humanidad al argumento (e impulsadora de una escena final maravillosa, copia a uno de los mejores westerns de la historia). Por otro lado también es muy sólido lo de Lena Headly, actriz de televisión, que como la villana, logra algo siniestro, pero melancólico al mismo tiempo, gracias a una gama de expresiones sutiles, suficientes para encantar al espectador. Épica, entretenida, cinéfila, esta Dredd, termina siendo una agradable sorpresa gracias a la visión de un guionista y de un director, que se impusieron sobre las fórmulas de Hollywood para respetar el material original y además entender, que no se necesita ser retorcido para dar un producto redondo y efectivo.

calificacion_4

Por Rodolfo Weisskirch

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