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CRÍTICAS - CINE

Drive, según Emiliano Román

Me verás volar por la ciudad de la furia

La galardonada en la última edición del Festival Cannes a Mejor Dirección es mucho más que una mera y adrenalínica película de acción. Se trata de un drama urbano, que aborda la soledad y los obstáculos subjetivos que padecen algunos habitantes de las grandes ciudades a la hora de vincularse afectivamente con el otro.

De entrada, el cineasta danés Nicolas Winding Refn se encarga de situarnos geográficamente en la Ciudad del Entretenimiento, Los Ángeles, a través de un bello plano panorámico de su vida nocturna. Las luces, los edificios, las carreteras y sus autos nos conducen paulatinamente a lo que en realidad fluye en el interior mismo de una mega urbe cosmopolita.

Tenemos a un personaje central (Ryan Gosling), cuyo nombre no sabremos durante toda la historia, un nadie que circula por la ciudad con su auto. De día trabaja en un taller mecánico y como doble en rodajes de films de riesgo; de noche es una cadena más del engranaje delictivo que convive en la sociedad.

Este (anti)héroe anónimo, de muy pocas palabras, con un semblante frío que desconoce los placeres de la vida, esconde, como la ciudad donde vive, un interior ultraviolento. Pero cuando se encuentra con su vecina Irene (Carey Mulligan) y su pequeño hijo, Benicio, sus defensas rígidas comienzan a aflojarse; no sólo fluye una inevitable atracción entre ambos sino que cierta fantasía de paternidad empieza a desplegarse en él.

A medida que avanzan los minutos, las cosas se van a ir complicando y mucho, así que más vale ajustarse los cinturones en la butaca porque cada espectador será testigo de una gran obra que no desciende la velocidad hasta los títulos finales.

Narrativamente, la película no da respiro: todos sus personajes adquieren matices altamente atractivos para la pantalla, todos están expuestos, nadie tiene la vaca atada. Se desencadenan algunos hechos violentos que producen la ambivalente mezcla de empatía y a la vez extrañeza. La película se torna impredecible, insegura e inquietante.

Frente a una trama tan vertiginosa, el director se vale de grandes recursos cinematográficos que, además de hacernos presenciar una atrapante historia, nos regalan una cinta plagada de belleza visual, sonora e interpretativa.

Las distintas escenas oscilan entre iluminaciones rojizas y soleadas que se van entremezclando, primeros planos y planos panorámicos, travellings que van a máxima velocidad, algunas persecuciones agotadoras y rallentís conmovedores que dan la cuota necesaria de romanticismo. Las secuencias agresivas se muestran, en algunos casos, casi explícitamente y en otros se utiliza el fuera de campo de manera brillante. Sí, hay momentos de acción pero relatados de manera tal que la violencia se transforma en poesía en imágenes.

Otra maravilla del film es el soundtrack, una de las mejores bandas sonoras de los últimos tiempos. Hermosas melodías pop de base electrónica como Night Call de Kavinsky o la bellísima Under your Spell de Desire dan momentos de absoluto placer a los oídos del espectador. La música está a cargo de Cliff Martinez (ex Red Hot Cilli Peppers), que le da esa encantadora mezcla de toque nostálgico ochentoso y la hipermodernidad actual en la que está impregnado todo el largometraje, desde la gráfica de los títulos hasta el montaje y la fotografía.

En cuanto a las interpretaciones, tenemos al actor del momento, Ryan Gosling, que en el último año ya ha protagonizado tres importantes films (Blue Valentine, Loco y Estúpido Amor y Secretos de Estado); lo que hace acá es impecable: encarna a la perfección a este ser tan callado, frío y contenido que se desarma ante el descubrimiento de los afectos. Y tenemos a la ascendente Carey Mulligan (Enseñanza de Vida, Nunca me Abandones), que vuelve a confirmar su alto nivel actoral; esta chica, con solo una toma de primer plano, puede expresar en su mirada y gestos toda la riqueza narrativa de su personaje. Albert Brooks y Ron Perlman sobresalen como villanos temibles y a la vez vulnerables.

Todas estas notables características narrativas y estéticas hacen que Drive se convierta casi instantáneamente en un clásico de culto, ya que, detrás del ruido que genera la acción y la violencia, se esconde el silencio de un sujeto anónimo que es absolutamente fuerte frente a la agresión externa pero muy frágil ante los deseos internos. Cuando la soledad humana lo encierra, la salida más segura es el volante.

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