Simplemente cine
Luego de ver las dos grandes candidatas al Oscar, queda bastante claro que este año la Academia desea volver a sus raíces más puras. No es gratuito de que tanto La Invención de Hugo Cabret como El Artista lleguen al final de la carrera por la preciada estatuilla palmo a palmo. Ambas transcurren en un período de tiempo casi paralelo, y a la vez rescatan aquellas figuras del cine que se fueron quedando en el olvido con el paso de los años.
En este caso se conmemora la figura de “el artista” para evocar aquellos actores del cine mudo que además de ser grandes interpretes en la pantalla también sabían bailar, eran cómicos y desbordaban carisma, al extremo de acercarse más a un showman que a un actor. Este es el caso del protagonista del film, George Valentine, quien lo tiene todo hasta la aparición de los nuevos medios sonoros. Al resistirse a ellos, Valentine cae en desgracia y en el olvido de la gente, para terminar siendo rematado por la Gran Depresión y convirtiéndose en la sombra de lo que alguna vez fue.
Parece curioso y hasta irónico que en la era de la digitalización, donde el 3D se impone a pasos agigantados, una obra muda y en blanco y negro sobre una persona que se resiste a adaptarse a las nuevas tendencias sea tan premiada y aclamada.
Hay que entender que la película no está filmada en blanco y negro y con ausencia de diálogos sonoros por mero capricho. La supresión de los colores dota el largometraje de una nostalgia enorme. La acertada elección de los créditos iniciales nos transporta rápidamente al cine de principios de siglo. A esto se le suman recursos típicos de la época, como la utilización del cache, o planos con decorados construídos artesanalmente emulando lo realizado en la década del 20 (la escena en las escaleras de la productora es una delicia en su totalidad).
Otro apartado clave a la hora de crear la personalidad del film es la música. La notable banda sonora a cargo de Ludovic Bource logra transportar al espectador casi 100 años atrás. La utilización de la BSO derrocha ingenio, su no empleo se evidencia en determinados momentos de mucho dramatismo, casi al contrario de lo realizado hoy en día.
La pareja protagónica desborda química y carisma. Renunciar a memorizar las líneas de un guión en pos de transmitir sentimientos valiéndose exclusivamente del lenguaje corporal (sin la necesidad de hacer muecas como dicen en la propia película) requiere una buena cuota de talento, en especial en el caso de Jean Dujardin, con su Valentin que recuerda constantemente a Gene Kelly, Buster Keaton y otros grandes del cine mudo. Merecida nominación y justo logro si se hace con la preciada estatuilla. Mención especial al perrito que lo acompaña durante toda la película.
El Artista remite a las primeras décadas del cine, en especial a los actores que vivían por y para entretener a su audiencia. Seguramente arrasará en los Oscar, y hasta puede que surja una antinomia con La Invención de Hugo Cabret, pero de esta batalla artística quienes saldrán ganando son (y somos) los amantes del cine más puro.