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CRÍTICAS - CINE

El Artista (The Artist), según Tomás Maito

Los vaivenes del espectro cinematográfico

El cine dentro del cine es un tópico que se encuentra cada vez más vigente en los films modernos, a través del homenaje, de sumergirse en su especificidad técnica y productiva o de simplemente expresar la nostalgia de remarcar las épocas pasadas.

Desde el clásico Cantando Bajo la Lluvia de Gene Kelly y Stanley Donen en dónde se plantea el eterno paradigma del paso del cine mudo al sonoro, o la sublime El Ocaso de una Vida de Billy Wilder, en la que trascendía el declive de las grandes estrellas del período de las películas no habladas. El Artista, del realizador francés Michel Hazanavicius, intenta ser una especie de homenaje que, entre una intersección temática entre las dos obras nombradas, logra su propósito por momentos, aunque por otros no.

Esta nueva película propone una distinción a los comienzos de la etapa dorada de las películas mudas de Hollywood. Al ser un film sobre el cine dista de mostrar el desdoblamiento y adentrarse en el mundo técnico cinematográfico como si lo hizo François Truffaut con La Noche Americana, o de manifestar la experimentación visual de la gran obra argentina La Antena de Esteban Sapir, pero por sobre todas las cosas esta demasiado lejos de la nostalgia que provoca la esencia del cine mismo, la cual emplea de gran manera Martin Scorsese en La Invención de Hugo Cabret y más aún Giuseppe Tornatore en la magistral Cinema Paradiso. Se puede decir que Hazanavicius quiere llegar a una cierta profundidad con la conjunción de todos estos temas, pero en varios tramos no llega ni al intento.

El Artista narra como George Valentin (Jean Dejardin), una estrella del cine mudo, se va deteriorando tras la llegada del sonoro, no sólo quedándose sin trabajo, sino que también su mujer lo abandona y de a poco irrumpe en la miseria. Peppy Miller (Bérénice Bejo), una fanática suya que de casualidad sale en unas fotos con él en la prensa, luego se convierte en una famosa actriz, y a pesar del contraste entre el presente de ambos, ella sigue enamorada del él y lo mantiene como referente.

Lo mejor del film es el comienzo, el hecho del cine dentro del cine. La proyección de una película dentro de otra. El principio en dónde Valentin es una gran estrella resulta sumamente amable. La actuación de Dejardin es asombrosa y cada gesto y expresión suya deja en claro que las palabras son innecesarias, y así plantear un agradable homenaje a Mack Sennett, Max Linder y Charles Chaplin. También es muy destacado el trabajo de Bejo, quién encarna a un personaje encantador que a pesar de no tener la profundidad del protagonista, posee mayor regularidad a lo largo del film.

La cuestión es que cuando comienza el ocaso del personaje de Dejardin el film decae y por momentos se torna monótono, aunque ciertas cuestiones pasan desapercibidas por el gran logro visual de la película, ya que tanto la fotografía de Guillaume Schiffman como la dirección de arte de Gregory Hooper recrean magistralmente la época. Hay que enfatizar que la obra sea en blanco y negro, muda en casi toda su totalidad y que respete el estilo de los títulos y créditos iniciales del cine de la época, también hay que acentuar la elección de exponer la película al clásico formato 4:3 que era frecuente en esos tiempos, en vez del panorámico widescreen, no queriendo decir con esto que el primero sea mejor, pero si en este caso cumple la función de darle credibilidad a lo que el film expone.

El Artista es un film interesante y muy bien logrado por momentos, que aunque a veces decaiga argumentalmente y sea muy obvio narrativamente o cuando se refiere a las distintas obras a las que homenajea, la película no deja de ser atractiva, aunque por lo pretencioso de lo que propone Hazanavicius, podría haber aspirado a algo más profundo.

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