Se puede decir que El auge del humano 3 (2023) forma parte de una trilogía incompleta donde conocidos o amistades divagan en cinco idiomas y múltiples sitios –geográficos y oníricos– en busca de una tienda de muñecas. Si la consiguen, si se entienden, si todo esto tiene sentido en conjunto; queda en segundo o tercer plano. Importa más otra cosa que Eduardo Williams devela lentamente en las palabras dichas durante cada secuencia.
El mundo construido por el realizador bonaerense es parecido a nuestra realidad efectiva aunque no limitado del todo a lo comprobable: conversaciones incompletas y simultáneas, caras visibles apenas esporádicamente, amistades a los márgenes y a las afueras del plano como bien podrían estar sus rutinas “reales”*. Además, los fuera de campo sonoros completan lo que está fuera de nuestra vista, así se comprueba la versatilidad del recurso de los 360º utilizado con la cámara: lo que está por fuera permite dejarse llevar por estos devaneos.
Ahora, ¿Qué hace tan inusual el mundo creado acá? Digamos, como respuesta impulsiva, que su manejo del enigma invita a dejarse perder. Frente a las realidades migratorias y laburantes de los personajes, sus dispersiones hacen liviana la desolación de tales procesos. Como muchos de sus decires están grabados a espaldas de la imagen, la anonimia persiste.
En tal sentido, la ligereza y la discreción de Williams requiere mayor atención para sus conversaciones políglotas donde prima la pregunta: qué tanta comprensión hay entre sus inmigrantes y qué tanta soledad. Si estos devaneos hablados recuerdan a, digamos, Um filme falado (2005) de Manoel de Oliveira; en esta ocasión estamos viendo a amistades que, en vez de viajar por placer y conversar en cafés, emigraron para trabajar, “ahora trabajas siempre”– le dice un amigo a otro, mientras caminan bajo la lluvia. Como si se tratara de una realidad ya aceptada, la victimización está superada.
Por otro lado, conservando el misticismo de realizadores como el Lynch de The Straight Story (1999) o el Reygadas de Stellet Licht (2007), Williams permite que sintamos los misterios con menor solemnidad que los de estas obras. Aquí tiene más peso, aparte de los elementos antes mencionados, el caminar del elenco y el seguimiento de la cámara. Quizá la obra reciente más parecida a esta sea Chico ventana también quisiera tener un submarino (2020) de Alex Piperno.
Es fácil entonces desestimar las dispersiones de la obra, los paseos prolongados que se desvían, en el último tramo, hacia una mayor experimentación visual. Esto solo delataría nuestra impaciencia como espectadores actuales. Para este realizador el cine representa un descubrimiento efímero donde lo más valioso se escudriña en movimientos verbales y físicos que lleven a un trabajo simbólico mucho más sutil. Por esa y otras razones, aun Williams y Piperno se distancian más allá de sus aparentes similitudes. La cámara del primero se mueve en mano. La utilización de efectos visuales del segundo es más llamativa.
Encontrar sentidos en esta película será similar a la escena de cierre. La actriz agarra la cámara y la lanza por una pendiente. La imagen da vueltas, se deforma hasta quedar entre matorrales, a los segundos alguien la consigue y la imagen queda congelada para dar lugar a los créditos. De a poco lo concluimos. Toda herramienta audiovisual preserva y sobre todo deforma lo que la humanidad usualmente pierde: cualquier intención de registro.
*Se puede teorizar el fuera de campo como lugar equiparable a nuestra realidad de espectadores y la de los realizadores. Quien mira o a quien escuchamos desde afuera parece más real y ofrece, mínimo, una ilusión de completitud. Por esta y otras razones, la ubicación de las voces interlocutoras en el diseño sonoro constela un mundo riquísimo en matices, e imposible de hilvanar en estos pocos párrafos.
(Argentina, Portugal, Países Bajos, Brasil, Taiwán, Hong Kong, Sri Lanka, Perú, 2023)
Guion, dirección: Eduardo Williams. Elenco: Bo-Kai Hsu, Meera Nadarasa, Sharika Navamani, Livia Silvano. Producción: Chu-Ti Chang, Ico Costa, Aline Mazzarella, Matheus Peçanha, Nahuel Pérez Biscayart, Meng Xie. Duración: 121 minutos.